La visión cósmica de Bolívar | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Domingo, 2 de Junio de 2019
Alberto Abello

Algunos de los que conocieron a Bolívar en la intimidad de su periplo parisino, como ciertas damas que amó en su juventud en ocasión de su alegre y disipada vida en Europa -donde también tuvo horas de estudio y profunda meditación sobre la marcha- a las que abría su corazón, cuentan que en ocasiones lo poseía una suerte como de delirio juvenil y parecía que fantaseaba cuando en voz alta pensaba en el futuro de Hispanoamérica.

Los delirios y fantasías juveniles de Bolívar, por el momento no las toman muy en serio, dado que en esos tiempos en los que imperaba el romanticismo y el Fausto de Goethe, la juventud podía permitirse ciertas excentricidades. A otros de los que lo conocieron les pareció un joven derrochador y simpático, que seguramente recobraría la cordura al volver a Venezuela y ocuparse de sus tierras y las responsabilidades que implicaba su posición social.

En realidad, esa visón cósmico de Bolívar sobre el universo, como ocurre con los genios que en ocasiones les parecen a las gentes del común extraños y como idiotizados, estaba en formación. No es de sorprender que a veces, en medio de los jolgorios y saraos de París, Roma o Madrid, les pareciese a unos un impertinente y a otros un criollo demencial. Incluso se da el caso de un actor bogotano de televisión qué al hacer el papel de Bolívar cae en el hechizo y trastorna su personalidad, al punto que se cree su rencarnación.

Podría evidenciarse la visión cósmica de Bolívar en ocasiones inexplicables para el común de los mortales si se tiene como premisa la sentencia de un autor de la escuela de Viena, que se refiere a la universalidad del hombre de genio, el cual puede definirse como aquel que todo lo sabe sin haberlo aprendido. 

Las críticas de Marx

En el siglo XIX, Carlos Marx, una de las mentes más profundas de su tiempo y un erudito colosal, como se desprende de su correspondencia con Engels, era racista y escribe un panfleto de escarnio contra la figura de Simón Bolívar, con fundamento en varias y conocidas obras que van desde conocidas a su favor, imparciales, ataques de sus contradictores granadinos y hasta las de regiones en su objetivo detractor, acomodándolas para descalificarlo y compararlo con el peor de los tiranos haitianos.

Marx no debía tener la menor simpatía por el aristócrata caraqueño que se daba la gran vida en Europa, ni mucho menos con el estadista que procura conciliar las clases sociales en Hispanoamérica y que rompe el esquema de amos y esclavos para ofrecerles la libertad a estos últimos y convertirlos a la causa de la independencia y un nuevo orden, necesariamente, contrarrevolucionario y conservador. Era la única forma de evitar la guerra social en regiones como Venezuela e integrar la sociedad, en donde la población de origen africano se multiplicaba más rápido que el resto.

La concepción cósmica de Bolívar se anticipa y aplicada a lo social refuta la lucha de clases, en cuanto considera que el conjunto de la población -sin importar su raza o condición- está llamada a cumplir una misión histórica. Marx, un ideólogo que fundamenta sus tesis en el análisis dogmático de la economía entendía la pasión por la grandeza de Bolívar.

Marx, propiciaba la revolución de los de abajo, impulsados por el odio de clases. Bolívar es la encarnación misma del caudillo que desde arriba, en la cúspide social, se convierte en campeón del cambio, lo mismo que consigue que los demás lo sigan como a un salvador. En dicho sentido es un hijo de la Ilustración. No es de sorprender que varios de los que se rebelaron en su contra obren por simple resentimiento social, así en ocasiones le debiesen su ascenso y cargos. El hombre superior suscita las más grandes solidaridades y al mismo tiempo a su sombra crecen los peores bichos.

En pleno siglo XX, un demagogo de un país hermano fabula con ser otro Bolívar, sin percatarse que su humanidad burda no resiste ni la comparación con el gran hombre, y más desquiciado que realista tergiversa el pensamiento del caraqueño y como un “iluminado” consigue mover muchedumbres que conduce al desastre y la miseria, dizque en nombre del ideario bolivariano.

Obsesión y proyecto claro

Sorprende aún hoy a los estudiosos del pensamiento de Simón Bolívar la visión cósmica que lo distingue de la estirpe de sus contemporáneos en su diversidad mental, racial y social; en estados de evolución cultural diferentes que debe dirigir y moldear en medio de los terribles desafíos de la guerra civil o en la guerra social en algunos casos como el venezolano y, al final, la guerra de liberación continental. Y en medio de ello se plantea qué clase de gobierno debe darse a estos pueblos.

Esos grandes interrogantes lo obsesionan casi desde el primer momento que entra a participar en la lucha por la independencia que se da en medio de la tempestad y la anarquía que se abate sobre Hispanoamérica. Dado que conoce y analiza en profundidad cómo y desde cuando Carlos V dispuso la protección de los indios y las leyes para defenderlos, se garantiza que millones de seres pudiesen sobrevivir en estas regiones y no corriesen el riesgo de ser eliminados sistemáticamente como ocurrió en el Norte de América. Al mismo tiempo, el Emperador Carlos V promociona el sistema de nombrar encomenderos entre los nobles asentados en el Nuevo mundo hispánico, que son los verdaderos encargados de defender la soberanía en esta parte del Imperio Español en América, sim importar que las gentes de estos pueblos estuvieran alejados de las grandes corrientes del pensamiento, apenas atisbando los magnos conflictos sociales y políticos que sacuden a Occidente. Y es, en ese momento clave, cuando Bolívar se obsesiona en lograr un sistema que permita consolidar un Estado fuerte y democrático.