Presidencial: hora de las definiciones…ciudadanas | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Domingo, 6 de Mayo de 2018
Redacción Nacional
Más allá de encuestas, modelos de pronóstico y mapas políticos basados en alianzas y resultados electorales, la realidad palpable en las calles, trabajos y familias indica que muchos potenciales votantes deciden el sentido de su apoyo a medida que la cita en las urnas se torna inminente. Incluso hay franjas poblacionales que tienen más claro por quién no van a votar que por quién sí. Los candidatos se enfocarán más en la plaza pública que en los debates, alistando ya cierres de campaña. Un reto principal: que las batallas en las redes sociales se traduzcan en votos de carne y hueso

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A tres semanas de la cita en las urnas para la primera vuelta de las elecciones presidenciales, es claro que poco a poco la campaña empieza a entrar en un escenario definitivo en el que más que las propuestas y las contiendas de los aspirantes a la Casa de Nariño, el protagonismo lo empieza a asumir el ciudadano y el sentido que vaya proyectando a su respectivo voto el 27 de mayo próximo.

Distintos estudios realizados tanto a nivel local como internacional suelen coincidir en que el grueso de los electores, sobre todo en campañas muy reñidas o con un amplio número de candidatos, define a quién va apoyar en lapsos muy cercanos al día de la votación. Incluso existen investigaciones que señalan que en naciones en donde la veda de actividades proselitistas públicas, restricción a la divulgación de encuestas y prohibición de publicidad política pagada se extiende por una semana o más antes de la cita en las urnas, el potencial votante sólo se decide cuando acaba toda la parafernalia electoral y tiene algunos días de ‘tregua’ para determinar a quién apoya.

En Colombia, como se sabe, esa veda proselitista no existe como tal. Apenas una semana antes se limitan los actos en sitios públicos y es allí cuando se realizan los cierres de campaña de los candidatos, que todos buscan sean tan masivos como impactantes. Las encuestas se pueden publicar muy cerca del día de la votación y la publicidad política es legal hasta 24 horas antes. Es decir que, como tal, no hay una ‘tregua’ proselitista ni un tiempo de reflexión tranquila que le permita a cada ciudadano hacer un análisis frío y cuidadoso del perfil de los candidatos y sus propuestas.

Así las cosas, podría decirse que será en estas tres semanas que restan para la realización de la primera vuelta que buena parte del electorado empezará a tomar la decisión final sobre a cuál candidato apoyará definitivamente en las urnas.

Dado el ambivalente resultado de las distintas encuestas, que revelan tendencias de fortalecimiento y retroceso dispares de los aspirantes, podría decirse que todavía existe un porcentaje importante de personas que no han definido su voto o, incluso en una mayor proporción, si bien saben por quién no van a sufragar, no tienen claro todavía por quién sí.

¿Qué tan grande es esa franja de indecisos? Las encuestas de las últimas semanas muestran que estaría por debajo de un diez por ciento. Si esto fuera así, tendría que concluirse que se trataría de una porción pequeña de votantes que no tendría la capacidad de inclinar la balanza a favor o en contra de uno u otro candidato.

Sin embargo, se recuerda que en la antesala del plebiscito refrendatorio del acuerdo de paz, en octubre de 2016, las encuestas también señalaban que los indecisos eran un porcentaje menor. Pasada la cita en las urnas, en donde el No se impuso sorpresiva y apretadamente sobre el Sí, al contrario de lo que señalaban todos los sondeos, los encuestadores, tratando de explicar su descache generalizado, argumentaron que había una franja amplia de personas que no fue reflejada por los estudios de opinión o, simple y llanamente, al ser consultados manifestaban una inclinación electoral hacia respaldar el proceso de paz, pero ya en la intimidad de los cubículos de votación se expresó libre y enfáticamente en contra del mismo.

AFP

Aunque varios encuestadores, en su afán por encontrarle alguna explicación medianamente lógica a su equivocación generalizada, hablaron de una especie de “voto oculto” o “voto vergonzante” por el No, otros analistas sostuvieron que lo que en verdad ocurrió es que muchas personas sólo tomaron la decisión en las últimas dos o tres semanas, o incluso a pocos días de la cita en las urnas. Allí, obviamente, las encuestas ya no tenían capacidad de sondeo alguno y ello explicaría el descache tan grave.

Algo similar podría decirse que ocurrió en las elecciones parlamentarias del pasado 11 de marzo. Las encuestas previas señalaban que a los partidos más tradicionales (conservadores, liberales, La U, Cambio Radical) les iría muy mal, incluso registrando porcentajes por debajo del 10 y 8 por ciento, en tanto que el uribismo y los verdes estaban llamados a repuntar sustancialmente en número de curules. Al final, como se sabe, el Centro Democrático subió escasos 500 mil en votación y perdió una curul en Senado. Los verdes pasaron de 5 a 10 escaños, pero no ocuparon el segundo lugar como presagiaban los sondeos. Por el contrario, Cambio Radical fue el que más avanzó en curules, en tanto conservadores, liberales y La U obtuvieron votaciones por encima del 12% del total de sufragios, con 15, 14 y 14 escaños, respectivamente. Es decir, que si bien retrocedieron en volumen de bancada, se mantuvieron como mayoritarios.

Esas mismas encuestas, además, no le daban mucha posibilidad de clasificar en curules para Senado a movimientos pequeños como el MIRA, la lista petrista de “Los decentes” o la de Colombia Justa y Libres. Sin embargo, al final estas tres listas ganaron nueve escaños en total.

¿Y ahora ?

Según algunos analistas el problema con las encuestas es que, no solo en Colombia sino en todo el mundo, cada vez tienen menor capacidad de acertar porque la opinión de los consultados es muy voluble y cambia de un día para otro. También se afirma que, en realidad, estos sondeos miden más la opinión que la afinidad política, por lo que quien dice que va a votar por determinado candidato, puede que solo esté expresando un deseo, en tanto que a la hora de la verdad lo haga por otro aspirante influenciado por temas como conveniencia, maquinaria, objetividad política…

Y, claro, no faltan los expertos que advierten que las encuestas no están realizando una adecuada segmentación de los consultados, desconociendo a una población joven –de nativos tecnológicos- cada vez más activa políticamente (lo que no necesariamente implique que vayan a votar), así como un cambio de perfil en las personas entre los 25 y 40 años, entre quienes, por aquello de la precocidad laboral, ya hay un ánimo político más marcado hacia votar por mantener el estatus quo económico que apostar por nuevas opciones…

Por último, están los argumentos de los observadores políticos que sostienen que en estas últimas tres semanas muchos electores van a definir su voto simple y llanamente por la inminencia de la cita en las urnas. Y en este caso los entornos familiares y laborales terminan siendo determinantes. “… Hay un fenómeno que ha sido poco estudiando en el país y es el referente a la apatía electoral, que no política, que hay en una parte importante del electorado… Apatía derivada de los escándalos de corrupción, el desprestigio partidista, la crisis económica, el desempleo, el proceso de paz, la inseguridad… En fin, tanta crisis que afecta el entorno personal, familiar y laboral, y que tiene un efecto dilatador… Es decir que la persona sabe que estamos en campaña, sabe de los candidatos, ha mirado, leído o escuchado de ellos, pero no tiene afán de definirse ya… Esas personas sólo lo hacen cuando se está cerca del día de la votación o en las últimas dos o tres semanas… Es más, se trata de personas que usted, yo y muchos han escuchado que para justificar su poco entusiasmo, bajo nivel de militancia o indecisión hasta última hora suelen responder que ‘… al fin y al cabo todos son iguales’”, explicó a EL NUEVO SIGLO un reconocido estratega político que pidió la reserva de su nombre pues su oficina presta asesoría a una de las actuales campañas.

 

ENS

¿Entonces?

Revisado todo lo anterior, es claro, entonces, que  estas últimas tres semanas, si bien estarán marcadas por maratónicas jornadas de los candidatos presidenciales, sus fórmulas vicepresidenciales y demás dirigentes, incluyendo ya una agenda de cierres regionales de campaña, el protagonista principal empezará a ser el potencial elector.

Aunque a mediados de abril se creía que los debates entre los presidenciables iban a marcar el ritmo proselitista, hay que concluir que los primeros fueron muy movidos, pues la gente estaba ansiosa de ver los rifirrafes entre los aspirantes. Sin embargo, y sería ingenuo desconocerlo, poco a poco los cara a cara empezaron a perder eco entre la opinión pública, incluso porque los propios aspirantes no los vieron cruciales, excusándose alternadamente de varios e incluso forzando por esa vía la cancelación de otros.

Así las cosas, salvo los que irán por cadenas de televisión nacional, es muy posible que los debates empiecen a reducirse sustancialmente. Es más, si se habla con los jefes de debate de las campañas, la mayoría da a entender que en esta recta final hay que privilegiar la plaza pública y a cuanto acto político masivo se pueda asistir…

Resulta también evidente que tras la exposición mediática y en redes sociales de los últimos dos meses, buena parte de la opinión pública se ha podido enterar de las principales propuestas de los candidatos o, al menos, hacerse una idea de su perfil, alianzas y respaldos, que ya están definidos en un 95% o más. Ideas y perfiles que pueden ser acertados o no, pero que ya es muy difícil variar de forma sustancial. “Lo que fue, fue”, como se dice popularmente.

Es obvio que en estas últimas tres semanas más que seguir en el pulso ideológico y de programas, los candidatos se van a concentrar en tratar de asegurar hasta el último voto que puedan, ya sea de opinión o de la llamada “maquinaria política”. Esto implica, necesariamente, capacidad de movilización de multitudes a nivel regional y local, que es precisamente la clase de eventos a los que menos puede asistir el grueso de los colombianos por sus obligaciones laborales diarias o académicas.

Es, precisamente, en esas franjas poblacionales que no van a los mitines políticos ni tampoco son militantes activos de las campañas, en donde está ubicada una buena parte de los potenciales electores que no han definido a quién apoyarán el 27 de mayo o, por lo menos, no han tomado la decisión de ir definitiva e irrestrictamente a votar. Son dos instancias muy distintas.

Esto último es clave, ya que así como es cierto que los jóvenes entre 18 y 25 años son cada día más activos en política, en especial por el ‘campo de batalla’ inmediato y automático en que se convirtió internet y las redes sociales en este aspecto, ese creciente interés no necesariamente significa que voten definitivamente.

En las pasadas elecciones presidenciales en Estados Unidos, uno de los asesores de la fallida campaña de la candidata demócrata Hillary Clinton sostenía, al tratar de explicar por qué perdieron ante el polémico Donald Trump, que el principal problema estuvo en que no pudieron convertir el “movimiento de los dedos” de millones de personas que criticaban al aspirante republicano en las redes sociales en “pasos reales” hacia el puesto de votación el día de las elecciones. Incluso concluía resignadamente que Trump no ganó porque tuviera más delegados en el complejo sistema electoral norteamericano, sino porque muchos de sus críticos dejaron de asistir a las urnas, creyendo que el “campo de batalla” era virtual y no real. En el primero ganaban pero no así en el segundo.

Como se ve, más allá de lo que digan las encuestas, los modelos de pronóstico electoral y los mapas políticos de alianzas y resultados partidistas, lo cierto es que la carrera por saber quiénes pasan a la segunda vuelta el 27 de mayo empieza ahora, en estas últimas tres semanas. Y no tanto porque los candidatos –que lo van a hacer- se jueguen el todo por el todo en el lapso restante, sino porque llegó la hora de que los potenciales electores y los potenciales votantes (ya se explicó el porqué de esta la diferencia), ante la cercanía de la cita en las urnas, empiecen a definir su voto. La campaña, entonces, está a punto de cambiar de protagonista: de cinco candidatos a 36 millones de potenciales electores.