Restauradores de monumentos: guardianes de la historia | El Nuevo Siglo
El metal es un material particularmente difícil de manejar porque si no se interviene adecuadamente se pueden generar procesos de corrosión, y en la misma restauración puede llegar a dañarse.
Camilo Ara/IDPC
Domingo, 17 de Abril de 2022
Redacción Bogotá

Testigos silenciosos del paso del tiempo y del devenir histórico, sean bienes muebles conmemorativos, elementos concebidos con una finalidad artística que representa unos determinados valores históricos, simbólicos o estéticos, e incluso bienes utilitarios como relojes, pero que son de gran valor patrimonial, todos estos son elementos profundamente vulnerables a los agentes del deterioro propios de la intemperie del espacio público. De ahí que necesiten atención constante.

No necesariamente por el vandalismo (aunque hay esculturas que son víctimas constantes del maltrato, del robo y del matoneo), en Bogotá hay más de 350 monumentos en espacio público, muchos de los cuales nos recuerdan de dónde venimos, pero que son altamente susceptibles al deterioro generado por las condiciones medioambientales a las que se encuentran sometidos por estar a la intemperie.

Así, para que monumentos como el de Simón Bolívar de la plaza mayor que lleva su nombre; La Rebeca, a la que los capitalinos nos referimos cariñosamente como La novia de Bogotá; o Banderas, uno de los poquísimos monumentos de gran escala, nos transmitan su historia, deben ser constantemente intervenidos.

Sí, intervenidos por restauradores profesionales que dedican sus días a preservar estos recordatorios históricos, para que sus mensajes no se pierdan en medio del esmog de la polución. En los dos años y casi cuatro meses de Administración Distrital se han adelantado 113 intervenciones (38 en 2020 y 75 en 2021) y se tiene proyectado que este año se hagan otras 70 adecuaciones (de las cuales se han realizado 25), con un gasto efectuado de $732.652.993.

“El trabajo es apasionante porque cada bien mueble tiene necesidades de intervención diferentes. Por estar a la intemperie los efectos del paso del tiempo son terribles. Las lluvias y la contaminación, que es lo que más perjudica a los monumentos, sin contar con la basura que les echan y los grafitis, hacen que cada caso sea particular. Da lástima ver cómo se deterioran, pero ver el resultado final es muy gratificante”, comenzó por advertir a EL NUEVO SIGLO la restauradora profesional del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC), Helena Fernández, quien hace parte del Equipo de Bienes Muebles y Monumentos desde el 2019.

De hecho, indicó que casi siempre lo que piensa al ver el trabajo final es: “Ojalá haya apropiación por parte de la ciudadanía para que la cuiden… No es un basurero”. Este tema en específico, de apropiación, es uno de los ejes centrales del programa “Adopta un monumento”, que vincula a las entidades públicas, privadas y personas naturales en la salvaguarda del patrimonio.

“Este programa busca apropiar a la comunidad del patrimonio construido de la ciudad y eso es clave. Yo puedo restaurar una escultura todas las veces que sea necesario pero la intención final sería que no tuviera que volverla a restaurar jamás”, añadió Fernández, quien de hecho estudió arquitectura y en ese proceso se enamoró de la restauración, a lo que decidió dedicarse de lleno.


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Una brigada por la memoria

Restaurar, mantener, hacer una conservación preventiva, defender y divulgar los conocimientos que hay alrededor de los bienes culturales tales como las esculturas y los monumentos, es la labor que hacen, día a día, 11 restauradores y auxiliares que remueven de sus superficies las cicatrices que deja el paso del tiempo.

Helena explicó que lo primero que los restauradores hacen es un diagnóstico para mirar si un monumento que se encuentra en un estado de conservación no tan bueno, requiere de la intervención de la Brigada de Atención a Monumentos (BAM), de la que ella hace parte.

Acto seguido se hace el levantamiento planimétrico con el equipo, se revisa que el proyecto cumpla con los lineamientos técnicos de la normativa y que garantizan la protección del monumento, y se analizan las acciones que se pueden llevar a cabo para activar a la comunidad.

“Luego hacemos una ficha técnica en donde establecemos las actividades a desarrollar, qué materiales y qué herramientas se necesitan, y cuando las tenemos vamos a campo y hacemos la intervención del bien mueble”, añadió. Pero no es tan sencillo; la suma de ciertos materiales con factores como la contaminación en ocasiones presenta todo un reto.

Lanzando la onda

“Una de las próximas restauraciones que vamos a hacer es la del monumento ‘Lanzando la onda’. El último mantenimiento se le hizo hace un año y medio, y al estar sobre la carrera 13 está demasiado expuesto a la contaminación de la Décima. Para nosotros es un reto porque es una escultura de altura que vive negra y que además está hecha en metal”.

La especialista explicó que el metal es un material particularmente difícil de manejar porque, si no se interviene adecuadamente, se pueden generar procesos de corrosión y la misma intervención puede llegar a dañarlo.

“Es una intervención interesante y estamos hablando de una escultura de Alejandro Obregón. A ‘La Pola’ le vimos un proceso de corrosión avanzada (a una de las patas de la silla en la que está sentada), pero desde el Instituto no tenemos los recursos para hacer unas intervenciones de mayor alcance que requieren de un taller y unos procesos de laboratorio”. Sin embargo, agregó que “con el programa ‘Adopta un monumento’ vamos a poder hacer esa restauración con la Universidad Externado de Colombia. Ellos harán ese puntico de la intervención y nosotros haremos todo lo demás, incluidas actividades con la comunidad, para que cuiden a una de nuestras próceres de la patria”, finalizó.

No obstante, la Subdirectora de intervención y protección del patrimonio del IDPC, María Claudia Vargas, aclaró que las afectaciones son variadas, así la ciudadanía tienda a pensar casi de forma exclusiva en hechos de vandalismo.

“Por el mismo hecho de estar en el espacio público, los bienes de interés están sometidos a diferentes agentes de deterioro como la altísima polución ambiental, el excremento de palomas que es supremamente deteriorante y acciones antropogénicas, es decir, aquellas causadas por el hombre y que no necesariamente responden a la protesta social y el vandalismo. Hay acciones que tienen que ver con el uso: personas que se recuestan constantemente en ellas, rayones y grafitis, que son algo muy frecuente en Bogotá, y robos”, indicó a este medio de comunicación la subdirectora Vargas.