Biden-Petro: una cumbre sin profundidad | El Nuevo Siglo
Presidencia de la República
Domingo, 23 de Abril de 2023
Redacción Política

Expectativa, realidad y temas complejos no precisados. Esos son los tres elementos que deben tenerse en cuenta a la hora de evaluar los resultados y las implicaciones de la reunión el jueves pasado entre los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y de Colombia, Gustavo Petro, en la Casa Blanca, en el marco de una gira en la que el mandatario de nuestro país también habló con líderes del Congreso, el Departamento de Estado y voceros tanto del partido Republicano como del Demócrata.

Frente al tema de la expectativa, es claro que desde el mismo momento en que se anunció, el pasado 14 de abril, que los mandatarios se reunirían seis días después en el salón Oval de la Casa Blanca, se pusieron sobre la mesa múltiples análisis sobre lo que se esperaba que saliera de ese encuentro, debido a que se trataba de una cumbre sui géneris en el marco de una alianza geopolítica que data de varias décadas: primera vez que Colombia tiene un gobierno de izquierda; primera vez que el gobierno de turno plantea un cambio de óptica radical en la lucha antidroga (Gaviria y Santos lo impulsaron ya fuera del poder); y primera vez que un gobernante colombiano se ha distinguido por su tono tan crítico a la influencia norteamericana en nuestro país, así como a sus intereses y posturas en materia de política global.

Por lo mismo, aunque Biden es un presidente demócrata, de un partido más ubicado en la centro-izquierda, su gobierno tiene claras distancias estratégicas con las ideas, varias de ellas radicales, de un gobierno de izquierda como el que se instaló hace ocho meses en la Casa de Nariño.

Visto ello, se esperaba entonces que Petro le planteara al titular de la Casa Blanca cuatro temas concretos y de mucha implicación:

En primer lugar, el cambio de enfoque en la lucha antidroga, bajo la tesis de que la estrategia cien por ciento represiva fracasó y ahora se requiere abordar el fenómeno del narcotráfico desde una nueva óptica, menos combativa con los cultivadores de coca, más fuerte en el ataque a la cadena de tráfico y con una corresponsabilidad entre productores y consumidores más equilibrada, mucho más allá del esquema tradicional del Plan Colombia que se manejó en las últimas dos décadas.

Aquí se esperaba que hubiera pronunciamientos puntuales sobre la disminución de las metas de erradicación de narcocultivos en Colombia, el consecuente aumento de la extensión de estos (que este año podrían llegar a las 300 mil hectáreas), así como sobre el impacto de la política de “paz total” del gobierno Petro en la lucha antidroga, toda vez que se plantean beneficios penales para la guerrilla del Eln, grupos residuales de las Farc y bandas criminales de alto impacto y carteles del narcotráfico como el ‘Clan del Golfo’…

En segundo término, se esperaba que Petro asumiera la vocería de la exigencia de los gobiernos de izquierda latinoamericanos a Estados Unidos para generar una alianza más horizontal en el continente, con un aumento sustancial de apoyo económico a los países emergentes y pobres. También la disminución o el canje de la deuda externa, las cadenas trasnacionales de integración energética, el cese del bloqueo a Cuba, el levantamiento de sanciones a Venezuela, políticas consensuadas en materia migratoria, posturas más flexibles de Washington en el FMI, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo para el flujo de recursos a Latinoamérica…

Un tercer frente se refería a la posibilidad de que Petro planteara a Biden la urgencia de que los países industrializados concreten la financiación real y tangible del combate al cambio climático y el impulso al desarrollo sostenible en los países más vulnerables a esta contingencia, siendo Colombia uno de los de mayor riesgo...

Por último, pero no menos importante, se esperaba conocer la postura de Washington frente a los esfuerzos del gobierno Petro por reinsertar en el entorno internacional al régimen de Nicolás Maduro, al que Washington continúa sancionando y condicionando no solo para que convoque elecciones libres, sino que se distancie del eje de poder ruso-chino.

Esto último elemento tenía como ingrediente adicional una serie de hechos geopolíticos de alta significancia en las últimas semanas: la visita del presidente carioca Lula da Silva a China, en donde se habló incluso de un nuevo frente de mediación en el conflicto ruso-ucraniano, y la gira esta misma semana del canciller ruso Serguéi Lavrov por Brasil, Venezuela, Nicaragua y Cuba, todos gobiernos de izquierda (aunque con matices y factores diferenciales), que coinciden en sus posturas críticas a Washington.

En los análisis que se hicieron antes de la cumbre Petro-Biden, que incluso estuvieron rodeados del morbo natural, retrotrayendo declaraciones del mandatario colombiano en sus tiempos de discurso radical “antiimperialista”, se concluyó que, visto todo lo anterior, la cumbre en la Casa Blanca marcaría un punto de inflexión en el alcance, profundidad y vocación de permanencia de la alianza geopolítica entre Estados Unidos y Colombia, sin duda la sociedad bilateral más importante de Washington en Suramérica en las últimas décadas, claro, siempre con gobiernos de centro-derecha en nuestro país.



¿Qué salió?

Llegó el jueves, se dio la reunión en la Casa Blanca, hubo los saludos protocolarios, las fotos de rigor, los apretones de mano y los comentarios amables de lado y lado, con el fin de distensionar el ambiente.

Al final, tras el encuentro privado y unas breves declaraciones de lado y lado, el comunicado oficial expedido por ambos gobiernos fue más enunciativo que profundo. Se concentró en hacer un recuente de lo hablado por Biden y Petro sin hacer precisiones sobre los conceptos, los debates, los puntos de encuentro y desencuentro.

Los presidentes “… se reunieron para avanzar en la cooperación bilateral en temas de interés común como cambio climático, transición hacia energías limpias, migración, lucha contra el narcotráfico y paz. Reafirmamos la importancia estratégica de la asociación entre Estados Unidos y Colombia basada en los principios de amistad, respeto mutuo, lazos culturales y un compromiso compartido con la democracia y los derechos humanos”, indicó el comunicado conjunto.

Cuando se pasó a detallar lo hablado en cada ítem, la generalidad primó y de anuncios de fondo poco hubo. Por ejemplo, sobre cambio climático la declaración resaltó la preocupación de ambos gobiernos por el tema, los elogios por las acciones de cada uno, los compromisos de cara a la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28), los planes para proteger la Amazonía…  

También fue bastante formal lo que se indicó en torno a los compromisos para promover el desarrollo económico y social del continente, la integración regional, avanzar el proyecto de interconexión eléctrica en las Américas, reducir la dependencia energética de fuentes fósiles e impulsar medidas para descarbonizar las economías…

En un tema que había generado amplia expectativa antes de la cumbre, el referente a la crisis migratoria, sobre todo por el flujo incesante de ilegales por el Tapón del Darién (que este año ya superan las 100 mil personas, según la ONU), tampoco hubo grandes anuncios.

Si bien la declaración conjunta indicó que los mandatarios hablaron de “gobernanza democrática”, no hubo referencias concretas a crisis como las de Venezuela, Nicaragua o Cuba. Solo se dijo que Petro y Biden “… condenaron todas las formas de autoritarismo y agresión en el mundo, incluyendo la violación de la integridad territorial de Ucrania por Rusia en contra del derecho internacional, en tanto se reiteró el llamado urgente para lograr una paz estable y duradera”.

Es más, cuando se esperaba que Biden sentara su postura sobre las gestiones que realiza Petro para una cumbre internacional en Bogotá en próximos días alrededor del diálogo Maduro-oposición, y si por esa vía existía alguna posibilidad de que Washington flexibilizara las sanciones económicas al régimen chavista, el comunicado conjunto apenas se limitó a precisar que ambos mandatarios expresaron su “compromiso compartido de apoyar y contribuir a la solución de la situación en Venezuela”.

Para no pocos analistas, el que no pasara nada en este frente terminó siendo la novedad de la cumbre, ya que era claro que Petro iba con otra expectativa respecto al rol colombiano en el proceso y qué opinaría Washington. Al final, no pocos expertos indicaron que Biden agradeció el esfuerzo de Bogotá pero dejó claro que la instancia clave es el diálogo en México y que allí Maduro ceda realmente en apertura democrática y garantías a  la oposición. Sin ello, no habrá ninguna flexibilización de sanciones.

Ya sobre temas internos en Colombia, de nuevo la formalidad y los lugares comunes primaron sobre las afirmaciones de fondo. Por ejemplo, se indicó que Biden reiteró “su apoyo a los esfuerzos de paz del presidente Petro y al desarrollo rural y agrícola de Colombia, como esenciales para avanzar de manera efectiva en la implementación del Acuerdo de Paz de 2016 en su acompañamiento internacional del Capítulo Étnico”. Nada más se sostuvo al respecto, pese a las múltiples complejidades de la “paz total” y las reservas en el Congreso y otras instancias de poder en Washington.

En el asunto antidroga, sin duda uno de los que más generan puntos encontrados entre ambos gobiernos, la declaración también fue muy restringida: “El presidente Petro y el presidente Biden se comprometieron con un enfoque holístico para abordar los impactos perversos del consumo y tráfico de drogas para ambos pueblos en materia de salud, seguridad, medioambiente, economía, el imperio de la ley, y la solidez y transparencia de las instituciones democráticas. Bajo el principio de responsabilidad compartida, redoblaremos nuestros esfuerzos en materia de reducción de demanda, mediante la prevención, reducción del daño, tratamiento y recuperación asistida, basados en evidencia científica. Igualmente, los líderes instruyeron a los equipos para intensificar y ampliar la cooperación bilateral en inteligencia e interdicción para desarticular las redes, perseguir a los verdaderos dueños y facilitadores de este negocio en sus jurisdicciones y perseguir las finanzas ilícitas”. 

Sobre el asunto particular de los narcocultivos, que concentran gran parte del aporte anual de ayuda de Estados Unidos a Colombia, tampoco hubo grandes anuncios, pese incluso a que en el Congreso estadounidense y en el propio Departamento de Estado hay grandes reservas sobre la estrategia antidroga del gobierno Petro, el auge de sembradíos ilegales y el direccionamiento de ese aporte a Colombia.

“El presidente Biden expresó la disposición y el compromiso de Estados Unidos de cooperar con los esfuerzos de Colombia por transformar los territorios con presencia de cultivos de coca, para superar las condiciones de vulnerabilidad de las comunidades rurales, indígenas y afrocolombianas, permitiendo su verdadera inserción en el desarrollo sostenible del país y potenciando su rol fundamental en el cuidado del medioambiente y la biodiversidad”, concluyó la declaración.

Las interpretaciones

Como se ve, a la hora de hacer un plano de comparación entre lo que se esperaba que saliera de la cumbre entre Biden y Petro, y lo que oficialmente se dijo que dialogaron y acordaron, se puede concluir que hubo más expectativa que realidad.

El propio Petro, al hacer el viernes un balance de su gira, le dio una dimensión muy particular. Dijo que este periplo sirvió para poner a “… Colombia en el centro, en un papel de liderazgo” para enfrentar los grandes problemas de la humanidad. También habló del impacto en el empresariado norteamericano de las posturas gubernamentales sobre transición energética y economías descarbonizadas, el eco en el Congreso estadounidense a la causa de los pueblos afroamericanos e indígenas. Habló, igualmente, de una alianza con más de 100 congresistas de la “bancada progresista estadounidense”, así como de la recepción parlamentaria a sus tesis sobre cooperación para financiación de la reforma agraria en Colombia y el cambio de la política antidroga, sobre todo ante la crisis por el aumento de las muertes en ese país por el consumo de fentanilo.

Al explicar algunos tópicos de su charla con Biden, Petro sostuvo que enfatizó que no hay que perseguir al pequeño cultivador sino “al empresariado del narcotráfico”, a base de inteligencia, confiscación de bienes, dineros y reforzando la interdicción, para lo cual recalcó que solicitó a Estados Unidos más embarcaciones, lanchas y drones.

Respecto a su charla con Biden, destacó su propuesta de una nueva Alianza por el Progreso o la posibilidad de cambiar deuda pública por acción climática. Esos temas, como se dijo, no fueron precisados en esa dimensión en la declaración formal. De hecho, en cuanto a la segunda propuesto dijo que “esto cambiaría el mundo en realidad y tuvo opinión favorable del presidente Biden…”.



Agenda compleja

¿Por qué no hubo anuncios y decisiones más de fondo? Para varios analistas internacionales y excancilleres, el problema es que aquí se “pensó con el deseo” y se olvidó que los temas de fondo de la agenda bilateral entre Colombia y Estados Unidos rara vez se acuerdan en público y, en realidad, son motivo de análisis confidenciales entre las autoridades de ambos países.

Recordaron que desde que Petro salió electo, ambos gobiernos han tenido un alto nivel de relacionamiento, con muchas visitas de alto nivel de lado y lado. De hecho, el secretario de Estado, Antony Blinken, estuvo el año pasado en Colombia y hace apenas unas semanas se realizó en Washington el X Diálogo de Alto Nivel entre ambos países.

A ello se suma una intensa agenda del embajador de nuestro país ante la Casa Blanca, Luis Gilberto Murillo, en temas como la política antidroga, la explicación de la “paz total” y la crisis migratoria, entre otros temas. La Embajada de Estados Unidos en Bogotá también es muy activa, aunque con tono confidencial, en todos esos frentes.

Polémicas a bordo

Visto lo anterior, se entiende por qué lo que más terminó impactando fue lo que se dijo por fuera de los escenarios formales y las interpretaciones subjetivas.

Por ejemplo, generó mucho ruido la declaración del canciller Álvaro Leyva, durante un evento en el Capitolio, en donde demeritó claramente el aporte de Estados Unidos al Plan Colombia. “… Claro que hay que invertir, pero para generar capacidad de crecimiento. Porque si no, eso se torna en limosna. Se ha invertido esa cantidad de dinero en Colombia (13 mil millones de dólares). Pero, ¿y dónde está la movilidad social o la distribución de la riqueza? ¿Por qué después de esas ayudas hay más área cultivada? ¿Falló el dinero o los colombianos? No… es que la situación es diferente, no se vio la parte estructural y eso hay que verlo porque si no, todas esas ayudas terminan en el basurero”, dijo.

Como es apenas obvio, en Colombia hubo muchas reacciones a esta declaración, sobre todo de sectores de la oposición, que no solo la consideraron destemplada y agresiva, sino impropia del marco de una visita presidencial.

De hecho, a Leyva también le criticaron que habría modificado una declaración de Biden en la que calificó a Colombia como “piedra angular” de la región. El canciller dijo que el titular de la Casa Blanca se refirió a Petro como “piedra angular”, lo que le generó muchos desmentidos en nuestro país.

Las afirmaciones de Petro en torno al buen recibo que tuvo entre los congresistas de ambas bancadas también tuvieron sus peros. Por ejemplo, la representante del partido Republicano, María Elvira Salazar, se declaró decepcionada tras el encuentro con el presidente colombiano: “… Le hice muchas preguntas frente a frente y Petro, como todo marxista, no respondió. ¡Estoy muy preocupada por mis hermanos colombianos!".

Otra voz republicana muy crítica fue la del senador Marco Rubio (quien suena para ser precandidato presidencial en 2024), que catalogó a Petro de “agente del caos" e incluso alertó a Biden al respecto, sobre todo expresando reservas por la política de paz del gobierno colombiano y sus nexos con Venezuela.

También hubo otras polémicas alrededor del rol de Colombia en el tema venezolano. Por ejemplo, el asesor de Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental, Juan González, desmintió declaraciones del embajador de nuestro país en Caracas, Armando Benedetti, quien llegó a decir que Estados Unidos estaba “negociando” ya con Maduro desde hace meses.

De otra parte, generó mucha polémica la invitación que hiciera Petro en torno a modificar la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos (OEA). Para varios sectores de la oposición en nuestro país, esa modificación tendría como objetivo abrir camino a que los regímenes dictatoriales de Venezuela y Cuba reingresen al principal foro democrático del continente sin aplicar correctivo alguno.

Como se ve, en esta primera gira de Petro por Estados Unidos y su encuentro con Biden hubo muchos flancos. Sin embargo, a la hora de sacar conclusiones bien se podría decir que hubo más expectativa que anuncios concretos. Asimismo, que muchos temas gruesos de la agenda no se tocaron entre ambos mandatarios debido a las complejidades que encierran, razón por la cual son motivo de análisis y decisiones al más alto nivel, que vienen ya desde hace algunos meses. También podría decirse que quedó claro que Washington envió un mensaje: en el tema Venezuela la mesa principal es México y, por ahora, la mediación de Colombia se valora pero no irá más allá…

 

<FOTOLEAD>LA REUNIÓN entre los presidentes Joe Biden y Gustavo Petro el jueves pasado terminó marcada por muchos anuncios formales y pocos de fondo o novedosos. /Fotos Cancillería

<FOTOLEAD>SI DE AGENDA bilateral se trata, la revisión de fondo se hizo a finales de marzo en el X Diálogo de Alto Nivel, en Washington, instalado por el secretario de Estado, Antony Blinken, y el canciller Álvaro Leyva.

<FOTOLEAD>LA REUNIÓN sorpresiva el fin de semana pasado entre el canciller Leyva y el jefe del régimen venezolano, Nicolás Maduro, aumentó la expectativa sobre lo que pudieron hablar Petro y Biden el jueves en la Casa Blanca.

 

<DESTACADO>Quedó claro que Washington envió un mensaje: en el tema Venezuela la mesa principal es México y, por ahora, la mediación de Colombia se valora pero no irá más allá…