EN JUNIO del año pasado, una vez se confirmó el triunfo de Gustavo Petro en la segunda vuelta presidencial, sumando más de 11,2 millones de votos, y habiendo logrado tres meses antes la bancada mayoritaria en Senado y 25 escaños en la Cámara, la principal meta que entonces se puso la izquierda en Colombia fue la de prepararse para, en octubre de 2023, reflejar todo ese potencial electoral en el mapa político de gobernaciones, alcaldías, asambleas departamentales, concejos municipales y juntas administradoras locales.
Desde el entonces presidente electo para abajo y los líderes de su coalición del Pacto Histórico, se aseguraba que adueñarse del mapa político regional y local en los comicios de mitaca (como se conoce a las elecciones que hoy se realizan) no solo era imprescindible para aterrizar el proyecto programático del “cambio”, sino que ese triunfo en las urnas resultaba imperativo para garantizar la continuidad de la izquierda en el poder más allá del 2026.
Incluso, el optimismo gubernamental aumentó una vez posesionado en la Casa de Nariño, debido a que de forma inesperada, había logrado conformar una coalición parlamentaria mayoritaria al sumar a su coalición base del Pacto Histórico y la Alianza Verde a los partidos Liberal, Conservador y de La U.
Desde ese mismo momento, se empezó a hablar en los pasillos de la Casa de Nariño así como en las presidencias de Senado y Cámara, en cabeza del Pacto Histórico con Roy Barreras y David Racero, respectivamente, de la posibilidad de que para los comicios regionales y locales se pudieran proyectar alianzas multipartidistas que combinarán las fuerzas de esas colectividades de izquierda, centro y centro derecha. Es más, en las proyecciones iniciales, se hacían cuentas de una alta probabilidad de ganar la mayoría de gobernaciones y alcaldías principales, así como de construir una plataforma política y electoral difícil de vencer por los partidos declarados en independencia u oposición.
Cambio de tercio
Sin embargo, a punto de cumplirse 15 meses del gobierno petrista el mega objetivo fijado inicialmente se enruta al fracaso hoy en las urnas.
¿Qué pasó? Son tres los elementos que explican esta situación. Por un lado, Petro muestra hoy índices de desfavorabilidad por encima del 65% y la calificación de su gestión es igualmente muy negativa.
Como se sabe en lo que va de esta administración el Ejecutivo ha enfrentado muchas crisis, empezando por sus accidentadas y polémicas reformas a la salud, pensiones y laboral, escándalos muy graves como los de las ‘chuzadas’, la imputación de Nicolás Petro y la sombra de duda sobre la financiación de la campaña; la remoción de más de la mitad del gabinete en este corto lapso; las polémicas por la política de “paz total”; los intensos debates por la propuesta de marchitar la explotación petrolera y gasífera; la desaceleración económica; el aumento de la inseguridad y el desorden público; los bandazos en materia de política exterior, incluyendo el último descache al no condenar abiertamente al grupo terrorista Hamás; la excesiva ideologización de la gestión; la ‘trinadera’ del presidente Petro como principal plataforma de comunicación de la Casa de Nariño…
En segundo lugar, la estrategia gubernamental de cara a los comicios de hoy tuvo un golpe mortal, en marzo pasado, cuando se rompió la coalición parlamentaria mayoritaria. Por las críticas de los partidos Liberal, Conservador y de la U a las mencionadas reformas, Petro los expulsó del bloque oficialista, perdiendo así el dominio del Senado y la Cámara, y, obviamente, dando al traste con la posibilidad de realizar alianzas multipartidistas para los comicios regionales y locales.
A esta fragmentación política debe sumarse que la Casa de Nariño nunca designó a un jefe de campaña del Pacto Histórico, que, además, se atomizó en múltiples personerías jurídicas que al no tener un coordinador general se dividieron en la competencia por muchas gobernaciones y alcaldías.
En tercer lugar, resulta evidente que los errores cometidos por Petro en estos quince meses de gestión han fortalecido de forma sustancial a los sectores críticos y de oposición, a tal punto que la cita en las urnas de hoy es vista por muchos partidos y dirigentes como una especie de ‘plebiscito popular indirecto’ en el que el objetivo es enviar un mensaje de desaprobación política a la administración de izquierda.
Panorama
Todo lo anterior explica los porqué hoy la mayoría de las encuestas, especialmente en torno a los titulares de gobernaciones y alcaldías capitales, muestran a los candidatos del Pacto Histórico y la centro izquierda en general siendo superados por los aspirantes de partidos como el Liberal, Conservador, Centro Democrático, la U, Cambio Radical, Nuevo Liberalismo, colectividades cristianas y movimientos significativos de ciudadanos (candidatos por firmas) encabezados por dirigentes que han militado en partidos de centro y la centro derecha.
Inclusive, al decir de muchos analistas, la debacle no solo cobijaría al petrismo que se impuso en las parlamentarias y presidenciales del año pasado, sino que también se extendería a muchos alcaldes y gobernadores elegidos por sectores de izquierda e independientes en 2019, la mayoría de los cuales habían apoyado al hoy jefe de Estado en su fallida campaña por la Casa de Nariño en 2018 y celebraron su triunfo en la contienda del año pasado.
La mayor prueba de ello se podría configurar hoy en lo que se refiere a los sucesores de Claudia López, Daniel Quintero y Jorge Iván Ospina. En el caso de los dos primeros resulta claro que los candidatos favoritos a las alcaldías de Bogotá y Medellín (Carlos Fernando Galán y Federico Gutiérrez) son reconocidos antipetristas y compitieron contra él tanto en los comicios del Congreso como por la Casa de Nariño en el primer semestre del 2022. En Cali, entre tanto, Alejandro Eder, apoyado por el empresariado y partidos de centro derecha, compite cerradamente con el ‘Chontico’ Ortiz a quien señalan de tener el apoyo del alcalde saliente Ospina.
Aun, un año atrás una de las mayores apuestas del gobierno de izquierda era arrebatarle a la casa Char el dominio en la Alcaldía de Barranquilla y la Gobernación del Atlántico, sin embargo, ese objetivo se frustró puesto que los escándalos derivados de las polémicas declaraciones del exembajador Armando Benedetti, la imputación de Nicolás Petro y las investigaciones derivadas sobre la financiación de la campaña presidencial, demolieron la intentona política del Pacto Histórico, a tal punto que Alejandro Char ganaría hoy su tercer mandato en la Alcaldía en tanto que Eduardo Verano de la Rosa, liberal y con apoyo del charismo, también repetiría en la Gobernación.
Cortocircuito
Visto lo anterior, todo hace pensar que el gobierno Petro tendrá a partir del 1 de enero un mapa político territorial en donde primarán alcaldes y gobernadores de una orilla política distinta a la de la izquierda. De igual manera, se prevé que los partidos Liberal y Conservador seguirán mandando en materia de votación en asambleas y concejos. A ello se sumaría que el Pacto Histórico no conquistaría un número significativo de plazas en cargos uninominales y cuerpos colegiados, al tiempo que la Alianza Verde también registraría un fuerte retroceso, empezando por la pérdida del cargo más importante que ostenta hoy, como es la Alcaldía de Bogotá.
Como se ve, el mapa político y electoral cambiará hoy en Colombia. Habrá un voto castigo tanto a la mala gestión de la izquierda en varias alcaldías y gobernaciones elegidas en 2019 como a los quince meses de la accidentada y polémica administración de Gustavo Petro.
Los partidos de centro, y especialmente los de centro derecha, hoy en la independencia y en la oposición, apuntan a ser los ganadores evidenciando que el escenario político e ideológico que se configuró en las parlamentarias y presidenciales del año pasado, se desgastó de forma muy rápida y sus posibilidades de reflejarse en el poder territorial o avanzar hacia la continuidad más allá del 2026 hoy están más complicadas que nunca.