Perspectiva. El baile de la primera dama | El Nuevo Siglo
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Domingo, 7 de Mayo de 2023
Redacción Política

LAS IMÁGENES de la primera dama, Verónica Alcocer, bailando mapalé en la entrada del Centro Cultural Gabriel García Márquez, en Madrid, sin duda alguna fueron de las más comentadas de la visita de Estado que realizó esta semana el presidente Gustavo Petro a España.

Más allá de la importancia y la solemnidad de la cita con los reyes de España, la sesión en la Cámara de Diputados o el encuentro con el jefe de Gobierno, Pedro Sánchez, es innegable que el baile de la esposa del presidente se tomó las redes sociales, acumulando miles y miles de vistas en Youtube. La prensa española, tan dada a pasar de temas serios a los del corazón, le dio un amplio eco a la exhibición.

En Colombia hubo un gran debate al respecto, entre quienes consideraron positivo, espontáneo y muy empático el baile de Alcocer en la capital española, y aquellos que lo criticaron, señalando que no era el lugar ni la ocasión para esta clase de manifestaciones folclóricas, menos aún en el marco de una visita de Estado.

Obviamente, muchos de los respaldos y las críticas al baile de la esposa del presidente en España estuvieron marcados por la polarización política reinante. Pero también se dieron otro tipo de polémicas, más relajadas y, si se quiere, agradables, sobre todo entre quienes conocen de esta clase de ritmos folclóricos. Para algunos, es evidente que Alcocer tiene ritmo, pero otros consideran que le falta afinar algunos pasos, aunque le reconocen que en medio de una ola de música moderna y extranjerizante, es bueno que ella les dé vitrina a las manifestaciones más originarias del país y nuestra cultura.

“Qué mejor manera de compartir con mis compatriotas en el exterior que celebrando con baile, música, gastronomía y tradición… Expresiones que nos unen y nos hacen sentir como en casa. ¡Orgullosa de nuestra tierra, de llevar a Colombia en las venas!”, replicó finalmente la primera dama.

De todo un poquito

Lo cierto es que los bailes de Verónica Alcocer no son nuevos. Durante la campaña presidencial ‘azotó baldosa’ en varios actos proselitistas, sobre todo de la costa Caribe. Oriunda de Sincelejo, tiene el carácter extrovertido y festivo propio de las gentes de esa región.

Es más, el 7 de agosto pasado, en el marco de los actos culturales que rodearon la posesión del presidente Petro, las imágenes suyas bailando en la Casa de Nariño al ritmo del porro "La butaca", interpretado por la Banda 19 de Marzo de Laguneta, con sombrero vueltiao y todo, impactaron al país, ya que era la primera vez que algo así ocurría. Las esposas de Iván Duque, Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe, en las respectivas ceremonias de toma del poder y los actos siguientes en la jornada, estuvieron más atadas al estricto y sobrio protocolo.

Recientemente, en el Carnaval de Barranquilla se le vio de nuevo en esta faceta. No tuvo inconveniente en entrar a participar en una de las tradicionales comparsas, incluso ataviada con algunas de las prendas más distintivas de las famosas marimondas.

Como se ve, la esposa del jefe de Estado se les mide a varios géneros a la hora de bailar. Vestida o no para la ocasión, se lanza al ruedo, entre vivas y aplausos… Y luego se prende la polémica.



Cultura, factor empático

“… La gente en provincia tiende a pensar que en Bogotá poco importa la cultura de las regiones… Por eso, cuando un presidente, un ministro o un candidato llega, se acostumbra ataviarlo con ruanas, sombreros, símbolos, atuendos autóctonos, hasta comida… Los dirigentes, sobre todo en campaña, saben que esto genera mucha empatía con los anfitriones, ya que alivia diferencias, genera ambientes amables, desprevenidos o menos tensos. No hay presidente que no se haya puesto un sombrero vueltiao, una ruana, unas aseguranzas de los indígenas de la Sierra Nevada, se haya comido un tamal en Bogotá, una arepa de huevo en la Costa o incluso, así toque hacer de tripas corazón, un cuy en Nariño… La empatía cultural o folclórica es un elemento de política muy importante, sobre todo en países que, por su extensión, pisos térmicos, geografía u orígenes ancestrales, son tan diversos como el nuestro”, precisó a EL NUEVO SIGLO un experto en estrategia de comunicación política que ha asesorado campañas a distintos cargos.

Agregó que “no hay que decirse mentiras: a los presidentes en Colombia les va muy mal con el baile… hay muchos osos en la memoria del país. Pero las primeras damas son más dúctiles en el baile, se les nota y se ven más sinceras en el contacto con la gente y, sobre todo, en la forma en que se involucran con esta clase de manifestaciones folclóricas y culturales”.

Según el estratega, en Colombia “estamos todavía muy lejos de entender el papel político, programático y decisivo que puede jugar una primera dama. La sensibilidad propia de la mujer, su capacidad de hablarle al oído al que se supone que es el hombre más poderoso del país, son atributos importantes. Pero no tanto como su labor de humanizar la gestión de gobierno, suavizar la dureza de la política, establecer un puente de comunicación más directo entre la gente y el presidente… Ese es un tópico que poco hemos activado en Colombia, siendo claro que las últimas esposas de los presidentes tenían o la preparación o el carisma o las capacidades naturales para encargarse de políticas mucho más allá del papel tradicional de ser ‘madrinas’ de las de estrategias de infancia y adolescencia”.

Agregó que “Petro ha sido, de los últimos presidentes, el que más lejos ha ido en cuanto a derivar tareas en la primera dama… Le dio una especie de rango diplomático, la envió a acompañar al canciller Leyva en temas de alto vuelo como el fallecimiento de la reina Isabel. Pero también la hemos visto llegando al Congreso a acompañar debates políticos. Aquí, por la prevención política característica de nosotros, eso lo asimilamos con participación anómala en política, con extralimitación de funciones (pese a que no hay legalmente un despacho de la primera dama ni ejerce autoridad, como tampoco es ordenadora del gasto)… O, como se dice en el caso de Alcocer, lo asociamos con una candidatura presidencial en ciernes, que el mismo Petro, con declaraciones ambiguas, se encarga de mantener al aire. Pero en otros países, esa es la labor natural de las primeras damas, que hoy son mujeres profesionales, preparadas incluso para cabildear en el Congreso o defender políticas. Michelle Obama, Cristina Kirchner en Argentina o Rosario Murillo en Nicaragua son ejemplos –este tercero muy malo– de esos nuevos roles, más allá de los protocolarios o los excesivamente sensibleros. Una sigue en la baraja de candidatas a la Casa Blanca, la otra fue dos veces presidenta y hoy vicepresidenta, y la tercera es vicepresidenta y sucedería al propio Daniel Ortega”.

 

<FOTOLEAD>DESDE TIEMPOS de campaña, la primera dama, Verónica Alcocer, se ha distinguido por sus bailes. Aquí, por ejemplo, en su tierra, Sincelejo, durante las festividades del 20 de enero de 2022. /Foto Twitter

 

<DESTACADO> “La empatía cultural o folclórica es un elemento de política muy importante, sobre todo en países tan diversos como el nuestro”: experto en comunicación política