Mientras una parte de la población se indignaba con la imposición de la medida de aseguramiento domiciliaria al expresidente Álvaro Uribe, otra celebraba.
Como es sabido, para la izquierda colombiana Uribe simboliza el auge de una nueva derecha a la que culpa de graves violaciones a los derechos humanos, por lo que anhelan verlo en la cárcel.
Sin embargo, lo que podría ser un triunfo para un discurso polarizador, también pudiera ser un revés precisamente porque del otro lado se percibe precisamente que lo ocurrido no es un acto de justicia, sino de retaliación política.
En ese contexto es que el senador Gustavo Petro, de Colombia Humana, trinó esta semana: “¿Que si me siento contento? No. Nunca me ha producido satisfacción que una persona pierda su libertad. No sería un demócrata si me sucediera lo contrario. A Uribe hay que derrotarlo en las urnas o nunca la sociedad colombiana saldará su deuda: la del fascismo que la carcome”.
No es la primera vez que Petro expresa ese pensamiento. En octubre, durante su correría para apoyar los candidatos de su movimiento en las elecciones regionales, afirmó que “no es bueno para Colombia que una persona, cualquiera que haya sido su periplo en esta vida, termine saliendo de la política para ir a la cárcel, porque podría desatarse una violencia peor a la que vivimos. Es preferible derrotar a Uribe en las urnas”.
Convertir a Uribe en la víctima de un complot ‘mamerto’ es una estrategia política que es fácil de implementar porque ya está debidamente cimentada en meses y meses de discursos en ese sentido, de parte de Uribe, en primer lugar, y de sus seguidores, por supuesto.
Pero si la idea fija entre los uribistas es que su jefe libró a Colombia de las garras del castrochavismo, no es menos fija entre los antiuribistas que su misión en la vida es librar al país de la vigencia política del Expresidente.
Oportunidad
De manera que la estrategia a seguir se basa en que la situación representa una oportunidad, porque si bien los que hace ya varias décadas el ya fallecido dirigente liberal Otto Morales llamó “enemigos agazapados de la paz” se irguieron, también se hicieron más visibles y derrotables. Al menos así lo piensan las fuerzas opositoras. Y se nota en la forma en que Petro ha asumido el reto de fortalecerse de cara a las elecciones de 2022, con un discurso más agresivo, que incluso ha empezado a marcar distancia con quienes pudieran llegar -pero se resisten- a ser sus aliados. Esto último es el sentido de su constante debate con Sergio Fajardo y Claudia López, quienes fueron la fórmula que quedó tercera en la primera vuelta presidencial de 2018 y que fueron graduados por el petrismo como los ‘tibios’, principalmente, el exgobernador antioqueño que anunció su voto en blanco en aquella segunda vuelta. López sí se unió entonces a Petro, pero aun así este insiste en una aguda oposición a la gestión de aquella como alcaldesa de Bogotá.
Que Petro está empeñado en dominar el escenario de la oposición quedó claro este viernes, cuando la réplica al discurso del presidente Iván Duque a la que tienen derecho las fuerzas alternativas en el Congreso la asumió el senador pero no a nombre de todas las bancadas afines, sino solo a título de Colombia Humana, que en la práctica incluye la Lista de la Decencia, la Unión Patriótica (UP) y el Movimiento Alternativo Indígena y Social (MAIS). Brillaron por su ausencia los parlamentarios de los partidos Alianza Verde, Polo Democrático y Farc. Para muchos observadores fue el lanzamiento de su campaña presidencial.
Se podría pensar que asumiría, ahora sí, como jefe de la oposición, pero para eso requiere que las demás fuerzas lo reconozcan como tal.
Es llover sobre mojado decir que conforme a los resultados de los comicios presidenciales de 2018 el llamado a asumir la jefatura de la oposición fue Petro, pero que por diversas circunstancias políticas no pudo ejercerla plenamente.
Riesgo
Ese corto circuito de Petro y sus seguidores con el resto de los partidos declarados en oposición a Duque se evidenció en las elecciones regionales del año pasado y en sus consecuentes resultados.
Así que en la coyuntura de la pandemia, aunque desde cuando se le pedía a Duque tomar medidas urgentes Petro estuvo agarrando la vocería opositora, el protagonismo se lo ha arrebatado la alcaldesa López. Para los seguidores de Fajardo, Petro ha buscado sacudirse de este marginamiento buscando confrontar con él.
En este escenario es que la victimización de Uribe se convierte en una oportunidad para unificar a la izquierda y otros sectores de centro izquierda alrededor de Petro.
Por supuesto también es un riesgo, porque podría dividirse más de lo que ya está, porque en el partidor no solo está la aspiración presidencial de Petro, sino además la precandidatura del senador Jorge Enrique Robledo, en el Polo Democrático -aunque necesariamente esa nominación debe pasar por un proceso interno-, y eventualmente una carta verde, que ya empezó a tejer el programa que propondrá en 2022; eso sin contar con que Fajardo podría volver a presentarse -no es de izquierda, pero se cuenta en este lado del espectro-