La semana pasada, el senador Álvaro Uribe, jefe natural del Centro Democrático, le dijo a Vicky Dávila que Óscar Iván Zuluaga es “una persona que tiene todo nuestro aprecio y nuestra confianza, un gran colombiano”, pero que a la hora de escoger el candidato uribista para 2018 “habrá otras personas que querrán participar en ese proceso, unas personas con quienes tengamos afinidades”.
La declaración fue tomada por algunos como que Zuluaga, actual director nacional de la colectividad no tenía segura su aspiración presidencial.
Después de ver aumentada su votación en 2010 de 3.769.005 sufragios en la primera vuelta presidencial a 6.917.001 apoyos en la segunda, no hay duda de que Óscar Iván Zuluaga está muy firmemente posicionado en el primer lugar del partidor electoral del uribismo.
Y si dirigentes como Martha Lucía Ramírez, con 1.997.980 votos, y Clara López, con 1.958.518 sufragios, no tienen descartado estar en la baraja de presidenciables para los comicios de 2018, es claro que Zuluaga, con un mayor registro de apoyos a su favor, tampoco.
¿Por qué no?
Ahora bien, ¿qué podría pasar para que Zuluaga no fuera el candidato presidencial?
Un punto en contra de la aspiración de Zuluaga podría ser que carece de un capital político propio, a tal punto que en las presidenciales debió empezar por darse a conocer. Eso a nivel nacional, por supuesto, porque en Pensilvania, Caldas, logró ser concejal y alcalde. De resto, ya 2002 logró una de las votaciones más altas para el Senado (82.571 sufragios), aunque a la sombra de Uribe, de cuya candidatura presidencial fue uno de los más firmes defensores. Zuluaga fue el encargado de fundar el Partido Social de Unidad Nacional (La U).
Otro pero podría ser el hecho de que, aunque lo acompañó un amplio grupo de colombianos, la verdad es que perdió las elecciones presidenciales de 2010, luego de haber ganado la primera vuelta.
El asunto no es menor, dado que habrá de disputar las elecciones de 2018 con pesos pesados de la política nacional, como Germán Vargas Lleras, Jorge Enrique Robledo, Sergio Fajardo, Gustavo Petro y posiblemente con Alejandro Ordóñez y Humberto de la Calle.
En semejante baraja habrá quien prefiera ver a alguien de mayor trayectoria como representantes del uribismo, ya que la ley le impide al propio Uribe hacerlo (que sería a primera vista quien podría estar al nivel de los nombres mencionados).
Otro augurio para el 2018 es que, de aquí a allá, con un acuerdo final con las Farc ya firmado, refrendado e implementado, el proceso de paz no sea un tema de la contienda electoral, sino que seguramente en enfoque estará sobre la eficiencia y la eficacia para adelantar el posconflicto. En ese escenario, quizás se requiera otra figura que asuma la vocería del uribismo, que entonces seguramente seguirá teniendo mucho que decir.
Pulso interno
Ahora bien, es probable que la intención de Uribe no sea quitarle a Zuluaga los muy claros méritos que ostenta para desempeñar un papel mucho más que decoroso como candidato presidencial, sino que al no dar por sentada esa aspiración busque dar lugar a un pulso de liderazgos internos, que como ha quedado demostrado en las primeras comparecencias en las urnas sigue siendo una tarea por cumplir en el Centro Democrático.
Ya desde hace rato, Uribe ha demostrado en varias decisiones internas su interés por descaudillizar la colectividad, determinaciones que aunque aplaudidas en principio han sido criticadas en sus detalles prácticos por algunos de los militantes del partido, que incluso han ocasionado pocas pero notorias deserciones.
Por otro lado, no hay duda que el uribismo tiene en Carlos Holmes Trujillo, Francisco Santos y varias figuras emergentes, entre ellas un buen número de sus congresistas que se destacan entre los mejores tanto en Senado como en Cámara, de donde echar mano para forjar liderazgos fuertes de cara a las presidenciales de 2018. Todos ellos tienen una carencia que los pone en gran desventaja con Zuluaga: las mediciones en las urnas, que favorecen de lejos al dirigente caldense.
En todo caso, este escenario lo que permite prever es que el uribismo podría acudir a una consulta interna entre las diferentes tendencias que puedan existir en su seno, lo que fortalecería la unidad en torno a quien salga triunfador. Si ese ganador es Zuluaga, como parece previsible, tendría una mayor solidez que si su designación fuera solo por un guiño de Uribe.
Pero por otra parte, el mensaje de Uribe podría estar destinado a la posibilidad de encontrar alianzas con otros sectores políticos o sociales con quienes, como él mismo dice, “tengamos afinidades”.