Y del glifosato que usan los cultivadores de coca ¿qué? | El Nuevo Siglo
Domingo, 17 de Mayo de 2015

El debate está centrado en la decisión del Consejo Nacional de Estupefacientes de ordenar la suspensión de las fumigaciones de sembradíos ilícitos con glifosato, pero ¿qué pasa con los herbicidas empleados por los cultivadores de coca?

Los daños causados al ecosistema por los cultivadores del arbusto de la coca para la producción de la base de coca y el clorhidrato de cocaína aparecen consignados en un trabajo de la Policía Antinarcóticos titulado Coca: Deforestación, contaminación y pobreza.

El director de la Policía Antinarcóticos, general Ricardo Restrepo, explicó que la facilidad para cultivar la planta ha ocasionado un desplazamiento inicial de colonos primarios, es decir, “aquellos  encargados de abrir el monte más allá de las fronteras agrícolas. Luego estas tierras ganadas a los ecosistemas nativos son compradas por colonos secundarios con la intención de establecer áreas de cultivos ilícitos”.

“El abandono de las áreas con suelos agotados crea motivos para buscar nuevas zonas de cultivo, destruyendo permanentemente otras áreas boscosas”, dijo el Oficial.

Agregó que “todos los efectos ambientales negativos de corto y largo plazo, generados por los cultivos de coca sobre hábitats, se desencadenan como producto del cambio de cobertura vegetal y conflictos de suelos. A corto plazo hay pérdida de biomasa, emisiones atmosféricas, cambios en la radiación solar recibida por el suelo, en la evapotranspiración potencial local, albedo, pérdida de nutrientes producto de la erosión hídrica como consecuencia de la escorrentía superficial”.

Expresa el general Restrepo que “la coca es un cultivo limpio, pues mantiene la superficie del suelo desprotegida frente a las gotas de lluvia. Dadas las condiciones climáticas y topográficas de las áreas donde se promueve la siembra de los arbustos y las prácticas agronómicas  utilizadas, los problemas de erosión y de desestabilización  de suelos son severos”.

Pero, además, los encargados del proceso de la hoja de coca para obtener la base y luego el clorhidrato de cocaína, utilizan precursores químicos líquidos y sólidos como el permanganato de potasio, gasolina, acetona y otros ácidos  que una vez cumplen su función terminan en los suelos y fuentes de agua, afectando a los habitantes ubicados cerca de los laboratorios y cocinas.

Y además utilizan glifosato y otros herbicidas agresivos  para limpiar las plantaciones y obtener un mejor producto.

El estudio de la Policía Antinarcóticos registra que la siembra de coca de manera indirecta le representa a Colombia la destrucción en términos ecológicos de 380 a 420 toneladas por hectárea de biomasa, (la biomasa hace referencia a la materia orgánica que se produce en las plantas verdes a través del proceso de fotosíntesis) para un déficit acumulado de 387 millones de toneladas de biomasa convertida en cenizas y sedimentos que han originado cambios en los cuerpos de agua y contribuyen al cambio climático global.

Algunas de las 210 especies de mamíferos reportados para la Amazonia están amenazadas por alteración del hábitat. En especies faunísticas, las cifras son: 600 aves, 170 reptiles, 100 anfibios y más de 600 en peces.

En la flora, el peligro acecha a unas especies únicas en el mundo, endemismo, ya que el 80% del total de las especies arbóreas reportadas solo existen en ese bioma.

Para el caso de la Amazonia, el riesgo por la deforestación asociada a los cultivos ilícitos, se cierne sobre 96 a 120 especies arbóreas por hectárea con más de 500 individuos por cada diez mil metros cuadrados. Significa perder 150 metros cuadrados por hectárea de madera, de los cuales un 30% es de probada potencialidad comercial.

La contaminación de afluentes y caudales principales de los ríos Vichada, Guaviare, Arauca, Apaporis, Inírida, Vaupés, Orteguaza, Caguán, Caquetá y Putumayo pertenece a las cuencas Amazónica y Orinoquia.

El bioma de la Serranía de La Macarena y  la Serranía de Chiribiquete, considerados por expertos y científicos de la Unesco únicos en el mundo por sus características  biofísicas, son las regiones amenazadas y lesionadas ecológicamente por los grupos armados al margen de la ley y los cultivadores de coca.

El análisis también indica “una heterogeneidad estructural de las etnias que habitan la región, la cual es hoy amenazada y representa a 254 territorios indígenas, es decir, resguardos y reservas.  Un total de 94 están ubicadas en la región Pacífica, 63 en el Caquetá y Putumayo, 27 en los departamentos del Guaviare y Meta, 27 en el Orinoco, 24 en la Amazonia, 17 en la región Central y 2 en la Sierra Nevada de Santa Marta”.

De acuerdo con el estudio de la Policía Antinarcóticos, “la detección satelital de coca en el territorio nacional mostró en el año 2000 su punto  más alto, es decir, 163.289 hectáreas. Sin embargo, trece años después, el Simci estimó un área de 47.790 hectáreas sembradas. Este nuevo informe significó un decrecimiento en los últimos doce años de 114.520 hectáreas, un 70,6%, la cifra más baja reportada a través de la detección satelital”.

Las mayores concentraciones de cultivos de coca se hallaron en seis departamentos que acumulan el 54,3%, así: Nariño, un 22,5%; Putumayo, un 12,9%; Norte de Santander, 9,5%; Cauca, 9,1%; Guaviare, un 8,1% y Chocó, 7,18%.

La deforestación

Según el estudio, “en el período 1998-2012, se estima que en Colombia fueron deforestadas, aproximadamente, 607.971 hectáreas de bosque, lo cual conlleva de inferir que por caño se destruyen 40.531 hectáreas, de las cuales una gran cantidad fue realizada para la siembra de coca.

Es decir, que diariamente se talaron 111 hectáreas de bosque que corresponde a invaluables  bancos de germoplasmas destinados a la implantación de cultivos de coca; además de bastos, hábitat de mamíferos, peces, insectos, entre otras especies. Sin dilación se ha arrasado y se desojó a las generaciones futuras de estas bellezas escénicas que son los escalones edificantes de la dignidad humana.

“La quema de estos bosques ha significado la destrucción de más de 380 toneladas de biomasa por hectárea, que se ha convertido en cenizas, dióxido de carbono y sedimentos”.

El estudio consigna que “un centímetro de suelo severamente afectado por el fuego tarda entre 100 y 400 años para recuperarse por sí solo y depende especialmente de sus características físicas tales como: estructura, densidad, contenido de humedad y de las condiciones climáticas del lugar”.

El cultivo de arbustos de coca y el procesamiento para obtener la base o pasta causan daños irreparables al suelo y ecosistemas.

 

“La coca es un cultivo limpio, pues mantiene la superficie del suelo desprotegida”.