"No ha existido planeación racional de nuestro medio ambiente”
Existe la tendencia, en algunos funcionarios, de expedir normas fundadas en generalidades o suposiciones que no siempre consultan la realidad de lo que ocurre o se espera en los territorios y esto acaba por desembocar en normas que nacen siendo incumplidas y cuya obediencia es de difícil consecución. De lo anterior existen muchísimos ejemplos en diferentes áreas, pero es mucho más notorio en el área ambiental.
Tomemos el caso de la delimitación de páramos que ha estado en las noticias en los últimos meses y observemos que la misma está fundamentada en unas cotas determinadas que incluyen municipios enteros y grandes zonas hoy por hoy deforestadas, habitadas y fuente de sustento de varias comunidades; pero también dejan por fuera zonas aún conservadas que debieran ser protegidas por el estado. Zonificaciones como estas generan infinidad de conflictos sociales y terminan por no ser útiles para el fin último, que es la protección del medio ambiente.
Cabría preguntarse el por qué no se ha basado la delimitación de los páramos en la construcción de una línea base adecuada, quizá en una escala 1:5.000, que refleje la utilidad ambiental de los territorios y las posibilidades reales de recuperación de zonas intervenidas por décadas e inclusive, en algunos casos, por centurias. La respuesta salta a la vista, en materia ambiental el
Estado se ha preocupado a través de muchos años por apagar incendios y no por planear una protección y un desarrollo adecuado del entorno, no ha realizado inversiones en ejercicios juiciosos de planificación y no tiene líneas base del territorio para poder controlarlo.
Algunas actividades propias de nuestro país, como por ejemplo el cultivo de la papa, se desarrolla en zonas por encima de las llamadas cotas de páramo, sobre todo la producción de semilla que se debe dar por encima de cotas de 3.300 o 3.500 metros; no suena muy coherente impulsar nuestra agricultura eliminando la posibilidad de realizarla; no quiero decir con esto que no se deba proteger el páramo, pero si quiero decir que no podemos cambiar los usos tradicionales del suelo en un afán por tener un entorno natural equivalente a un planeta sin presencia del ser humano.
“Todo extremo es vicioso” decían los abuelos en su sabiduría y en este caso no es menos lo que podríamos decir; no se trata de depredar y acabar con la naturaleza que aún nos queda, se trata de cuidarla y engrandecerla, pero permitiendo la subsistencia de las comunidades dentro de sus territorios con una práctica adecuada de sus actividades ancestrales de supervivencia y con una rígida normativa que controle la intervención actual y la mantenga sin aumento en el futuro.
En el fondo lo que se da es un encuentro entre los conservacionistas a ultranza y los ambientalistas pragmáticos; los primeros quieren convertir el planeta en una eco aldea sin ningún tipo de contaminación o de intervención y los segundos quieren proteger el entorno pero permitiendo un razonable desarrollo sostenible; los primeros quieren un planeta sin intervención humana y los segundos comulgan con la idea de que hay que proteger el ambiente pero permitiendo su utilización por parte del ser humano para su bienestar y supervivencia. Al final hemos caído en manos de algunos tecnócratas que han resuelto el impasse mediante la aplicación de una fórmula general que no deja satisfechos a unos ni a otros por cuanto impide la supervivencia y el desarrollo de algunas comunidades pero no protege integralmente los ecosistemas.
Va siendo hora de que el gobierno nacional tome medidas sobre el asunto y reflexione sobre la necesidad de tener una línea base del territorio que permita, no solo el licenciamiento adecuado de las obras y los proyectos, sino una planeación racional de nuestro medio ambiente.
@alvaro080255