Observar los animales silvestres en vivo y en directo, disfrutar de sus colores y formas a diario sin tener que capturarlos, es el mejor premio que se puede recibir por trabajar en una región tan apartada como la del Guainía, a donde en ocasiones no entra ni siquiera una llamada de celular.
O, por lo menos, así lo considera Carlos González, quien desde hace algo más de tres años dejó las comodidades de la ciudad y se alejó de su familia para dedicarse a hacer lo que más le gusta, atender especímenes que son víctimas de maltrato, desnutrición o, como le sucedió a una anaconda en 2019, que fue herida a machete por la comunidad y logró salvarla.
Veterinario graduado de la UCAD, presta sus servicios a la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y Oriente Amazónico, que tiene jurisdicción en los departamentos del Vaupés, Guainía y Guaviare.
Pero atender a los animales no es su única labor, sino que a diario tiene que estar en contacto con las comunidades, a las que debe convencer de que convertir la fauna silvestre en animal de compañía o mascota es una muy mala idea, por el daño que se le puede causar.
“No es fácil. Es un proceso de educación, de comunicación, ya sea con las comunidades indígenas, en los barrios con las Juntas de Acción Comunal (JAC) y en el día a día con los infractores, en puestos de control, abarcamos todos los medios para llegar a toda la población, para educarlos sobre la tenencia de animales de fauna silvestre, la cual no es legal”, dice.
Añade que “básicamente el trabajo es complicado porque estamos en una zona en donde es habitual cruzarse con bandadas de guacamayas, zarigüeyas, primates y una cantidad de especímenes de fauna silvestre, porque para estas personas es normal verlos en el día a día y los acogen como si fueran animales de compañía, como mascotas”.
Es por ello que su tarea es “explicarles la normatividad y es dispendioso más que todo porque la población es indígena y en muchas ocasiones ni siquiera hablan castellano”.
Para Carlos es normal encontrar en las casas primates o monos, amarrados con una piola. “Allí les cambian sus dietas, se desbalancean porque la gente les da lo que come”, señala.
Explica que “otro espécimen al que se le hace bastante presión es a la guacamaya. La gente les recorta las plumas primarias y secundarias para que no realicen vuelos cortos o largos y se queden cerca de sus casas”.
Hay otro animal que la gente en la ciudad tiene mucho como mascota y es la tortuga, pero en las comunidades indígenas las cogen para consumo, lo mismo que sus huevos.
Apego
Aparte de que la población se siente en familia y ve a la fauna silvestre de esta zona como un miembro más, otro de los problemas a que se enfrenta Carlos en su tarea de convencerlos de que los especímenes de fauna silvestre deben estar libres, es el apego.
“Se apegan porque ya tienen a los animales por meses o años compartiendo con ellos y son como sus mascotas, entonces ahí es donde la gente se rehúsa a entregarlos y toca realizar procedimientos de incautación con la ayuda de la Policía Ambiental”, indica.
Sin embargo, no todos los animales gozan del cariño de la población. Recuerda que en 2019 una anaconda salió de su hábitat, un humedal, a la vía pública y los dueños de los establecimientos comerciales se armaron con machetes, la atacaron y le ocasionaron heridas en su cuerpo. “Afortunadamente fue rescatada y fue dirigida a la CDA, donde se le prestó la asistencia, se realizó el procedimiento quirúrgico y días después regresó a su hábitat”.
¿Qué representa tener un animal de fauna silvestre en cautiverio?
“Representa privarlo de sus comportamientos naturales. Nosotros por bien que lo queramos tener, por la dieta que se le suministra en un hogar, no podemos reemplazar los nutrientes esenciales que ellos solo pueden obtener en su hábitat natural. Por ello hay problemas reproductivos, porque aunque se tenga la pareja no se reproducen porque no tienen el espacio adecuado, alimentación nutricional balanceada y eso les ocasiona problemas graves. Un animal en cautiverio por manso que podamos llegar a tenerlo, tiene su instinto animal y puede llegar a agredirnos. Además, pueden transmitirnos enfermedades zoonóticas como son la rabia o las bacterianas”.
En cuanto al tiempo que puede tardar la recuperación de un espécimen que ha estado en cautiverio, Carlos señala que “depende del nivel de improntación, eso es cuánto tiempo ha estado conviviendo con la población humana”.
El principal problema es que el animal deja de lado sus instintos básicos como son los de cazar, esconderse de un depredador y simplemente está a la espera de que el humano le dé su alimentación. “Entre más severa sea la improntación más tarda la recuperación”.
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Recuerda el caso de rescate de dos zainos, dos guacamayas y un tigrillo en Guamal. “Fue difícil porque tratar con comunidades indígenas es complicado, ya que rechazan de plano la idea de entregarlos, pero se logró, se pudo hacer la rehabilitación y regresarlos a su hábitat”.
Apetecidas
Así mismo, en el Guainía una especie muy apetecida es la de las babillas, no para quitarles la piel y comercializarla, sino para el consumo de la población. “En ese caso no hay problema porque lo hacen para suplir su necesidad de proteína. El problema es cuando se saca una cantidad grande para comercialización, ahí es cuando estamos afectando esta especie”.
Quienes las comercializan llegan a obtener entre 70 mil u 80 mil pesos por cada ejemplar, “valor que no compensa el daño que se le hace a la especie”.
Caso contrario es el de las guacamayas, que son perseguidas para tenerlas de mascotas, a diferencia de los reptiles, las tortugas, que en algunos casos la intención no es tenerlas de animales de compañía sino para consumo en las comunidades.
En 2021 la seccional de la CDA Guainía recuperó 68 animales y su jurisdicción 147. “Para este año vamos con 13 especímenes de fauna silvestre”.
Pero no todo es dicha. También hay tristezas. “En cuanto a la eutanasia lamentablemente sí se ha llegado a realizar. Tuvimos un caso de un ave que llegó con las alas fracturadas, era un animal que no se iba a recuperar y no podría volver a volar. El pronóstico era muy malo y se le practicó la eutanasia”.
Y, caso curioso, “el de una señora que reportó que tenía una iguana atrapada en la reja de su ventaja. Obviamente nos desplazamos al sito, la liberamos. Nos sentamos a hablar con ella, nos comentó que tenía una nueva mascota. Dijo que a su jardín, con muchas matas, llegó una zarigüeya, como a la media noche se entró a la casa y se le comió el concentrado del gato”.
Continuó: “me van a denunciar porque tengo una nueva mascota”, le dijo. “Lo curioso es que ella levantó el concentrado y la zarigüeya no veía la comida pero se queda en la casa en las noches. En la convivencia que tenemos con la fauna silvestre, los animales no son agresivos, no es que nos quieran atacar, simplemente debemos tener unas precauciones, cierto nivel de distanciamiento y observarlos, disfrutar de sus colores y formas sin tenerlos capturados”.