Más de 150 especies de animales salvajes de todos los continentes están contaminadas con productos químicos ignífugos, según un nuevo mapa que rastrea la investigación al respecto revisada por expertos.
Entre los animales salvajes contaminados figuran orcas, pandas rojos, chimpancés y otras especies en peligro de extinción. Estas sustancias químicas, que se añaden a muebles, aparatos electrónicos, vehículos y otros productos de uso cotidiano para cumplir las normas de inflamabilidad, a menudo no funcionan según lo previsto pero salen de los productos y llegan a la fauna salvaje y a las personas.
"En realidad, los retardantes de llama no aumentan la seguridad contra incendios de las carcasas de los televisores ni de los interiores de los coches, pero pueden dañar a personas y animales --afirma Lydia Jahl, directora del proyecto y científica del Green Science Policy Institute, con base en Estados Unidos--. Aunque estas normas de inflamabilidad de los productos puedan parecer protectoras a primera vista, muchas causan daños generalizados y duraderos sin ningún beneficio real".
Entre los retardantes de llama presentes en la fauna silvestre se encuentran sustancias químicas más antiguas, como los bifenilos policlorados (PCB) y los polibromodifeniléteres (PBDE), y otras más recientes, como las parafinas cloradas y los retardantes de llama organofosforados. Aunque se sabe que provocan cáncer de hígado, tiroides y riñón en animales de laboratorio, las parafinas cloradas se siguen utilizando habitualmente en productos de consumo, con una producción anual de más de un millón de toneladas. Del mismo modo, prolifera el uso de retardantes de llama organofosforados, aunque incluso niveles bajos pueden dañar el cociente intelectual, la atención y la memoria de los niños.
Los retardantes de llama se acumulan en las cadenas alimentarias marinas y terrestres, con los niveles más altos en mamíferos marinos y aves de presa. Por ejemplo, los niveles de PCB en orcas se han relacionado con menores tasas de supervivencia de las crías y sistemas inmunitarios más débiles. Las manadas de orcas de Groenlandia, el Estrecho de Gibraltar y Hawai han sido devastadas por la acumulación de ignífugos. De hecho, los científicos calculan que la contaminación por PCB podría acabar con la mitad de las poblaciones de orcas del mundo en el próximo siglo. Y eso a pesar de que los PCB están prohibidos desde la década de 1970.
"Las orcas no deberían tener que nadar en un mar de retardantes de llama. La ciencia está clara en que estas sustancias químicas perjudican su desarrollo, así como el de nuestros hijos --advierte Arlene Blum, directora ejecutiva del Green Science Policy Institute--. Tenemos que actualizar las ineficaces normas de inflamabilidad para impedir que estos tóxicos lleguen al medio ambiente, a los animales salvajes y a nosotros".
Entre los centinelas de los daños del uso creciente de parafinas cloradas en los productos se encuentran las ranas de manchas negras que viven cerca de instalaciones de residuos electrónicos en China. Estas sustancias químicas están relacionadas con el encogimiento del hígado de las ranas y también pueden transmitirse a sus huevos.
Los retardantes de llama también se encuentran en especies que viven en zonas alejadas de su producción, uso y eliminación, lo que demuestra su potencial de transporte a larga distancia. Por ejemplo, se han detectado altos niveles de retardantes de llama en chimpancés de un parque nacional protegido de Uganda.
"Este mapa ilustra las consecuencias globales de sustituir repetidamente los ignífugos nocivos por otros que resultan ser igual de nocivos --resalta Jahl--. En lugar de este ciclo interminable de sustituciones lamentables, tenemos que evaluar si muchas de las normas de inflamabilidad que impulsan el uso de retardantes de llama son siquiera útiles. Algunas normas ya han demostrado su ineficacia y han sido revisadas. Muchas otras tampoco resistirían el escrutinio, y están causando estragos tanto en la fauna como en las personas", alerta.