Sus habituales visitantes en la “Trinchera del Amor” son las aves, entre ellas los pájaros carpinteros, y su música favorita es la que trinan las diferentes especies que habitan en su finca y por las que desde hace nueve años trabaja para protegerlas.
“Soy del Eje Cafetero, de Calarcá (Quindío), crecí en el campo donde mis abuelos. Viví en Manizales, allí levanté a mi familia, tengo tres hijos. Llegué a este paraíso, la vereda La Torre, corregimiento de Arboleda, municipio de Pensilvania (Caldas), a través de una hija que es agrónoma de la Federación de Cafeteros, quien ganó un concurso para trabajar en esta zona hace nueve años”, cuenta María Enelia Márquez, propietaria de La Trinchera del Amor.
Pensionada de la Administración Postal Nacional desde hace 17 años, administradora de empresas con énfasis en economía solidaria, antes de refugiarse en su “paraíso”, trabajó en el sector cooperativo como gerente de una Asociación Mutual en Itagüí (Antioquia). “Así mismo promocioné la creación de varias cooperativas de telecomunicaciones. Es por esto que sueño con formar una cooperativa ambiental agraria en el oriente de Caldas, donde podamos no solo comercializar los productos, sino fundamentalmente cuidar el agua y el territorio de las mineras y las hidroeléctricas”, asegura.
Relata que su rutina es levantarse “todos los días a las 5 de la mañana a ver el amanecer en el corredor de mi casa, con una taza de café, dando gracias al Todopoderoso por la maravilla de estar en este pedacito de cielo”.
“Luego leo un rato y después voy a cuidar a las gallinas, que forman parte de mi proyecto de ‘gallinas felices’. Tengo 35”, añade.
Desayuna con su perro Coraje, “mi compañero fiel desde hace seis años que lo encontré al borde de la quebrada una mañana de invierno con sus tres hermanitos en una estopa, ya que un corazón duro los dejó allí para que el agua se los llevara. Coraje le tiene miedo a todo”, dice.
“Cuando llegué a este lugar me di cuenta de que este era el sitio que Dios me tenía destinado y estoy intentando aportar un granito de arena para su preservación y conservación”, asevera.
Su predio abarca una montaña y cuatro nacederos de agua que surten a varios habitantes de la vereda y para los animales que habitan en su finca. “Los protejo sembrando árboles y evitando que talen los que hay”.
Proyecto de vida
Indica María Enelia que su estrategia de conservación, que está siendo identificada y caracterizada por la Corporación Autónoma Regional de Caldas (Corpocaldas), es su proyecto de vida.
“El cuidado y la protección del territorio es parte de mi proyecto de vida. Aquí en mi pedacito de cielo no se fumiga, ni se corta un árbol. Mis vecinos me dicen que tengo la finca acabada pues los potreros de la parte alta de la montaña los he dejado para bosque”, manifiesta.
Explica que “en mi empeño por el cuidado del territorio iniciamos en la vereda un proyecto de abejas africanizadas que nos dio el SENA, dos colmenas, lo que hizo que la gente se alejara y solo quedamos mi vecina Gladis y yo hace ya cuatro años. Ya hemos cosechado tres veces. Más que sacar la miel es tener muchas colmenas, muchas abejas, pero no tenemos continuidad de los proyectos con la Alcaldía. Son abejas que pican muy fuerte; sin embargo, son hermosas y han resistido los inviernos y las fumigaciones de potreros cercanos y el aguacate”.
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¿Por qué el nombre de la finca? “Se llama La Trinchera del Amor porque trinchera, distinto al significado de la Real Academia de la Lengua, es un lugar de cuidado, reposo, de albergue, me siento resguardada del mundo de las noticias de la televisión y de internet (acá a veces ni siquiera entran las llamadas al celular). Del Amor, porque eso es este sitio, solo hay amor por la naturaleza, por el entorno, el amor de los pájaros por sus hijos, el cuidado de las gallinas a sus pollitos. Qué gran ejemplo y lecciones que me dan a diario, y porque las personas que visitan mi pedacito de cielo se van enamoradas”.
Otra pasión
“Mi pasión por la lectura es grande. Procuro leer mínimo un libro al mes. Son muchos los temas y autores, desde Chopra, Tolle, Saramago, Paulo Freire, pasando por Iván Cepeda, Vallejo, Olga Behar... son muchos. Me gusta leer en la mañana”, dice María Enelia.
Agrega que “cuando no estoy en la huerta en la que cultivo plátano, yuca, fríjol, maíz y aromáticas, hago artesanías en macramé y les enseño a los niños de la vereda que me visitan y a quienes además les gusta que les cuente historias”.
“También en mi proyecto de ser autosostenible tengo un estanque con peces, levanto 30 pollos cada mes con el fin de poder mostrar que el campo es una opción de vida maravillosa”, explica.
Asegura que “en la finca todo me enamora, escuchar los sinsontes, los toches, las tangaritas, las mirlas y más de 30 especies de pájaros que me visitan. Los azulejos que hacen sus nidos en la biblioteca y no me dejan entrar por lo menos 20 días”.
“Mi mayor desilusión en el territorio es la falta de compromiso y sentido de pertenencia de la comunidad por el medio ambiente, pues no se valora lo que se tiene ni se cuida, no les duele tumbar un árbol y quemar un pedazo de montaña. No hay restricciones y por lo alejado de los organismos de control no se puede hacer nada. No hay educación ambiental, no hay presencia del Estado... solo en esta época de elecciones que llegan con las tejas, el ladrillo, el cemento y el tamal, pero sin propuestas serias y proyectos alcanzables... este territorio tan hermoso forma parte de la Colombia profunda a donde no llega el Estado”, señala María Enelia.
“El clima, como es la parte de abajo de la vereda, es calientico a pesar de que llueve mucho, pero el paisaje, así con bruma, es hermosísimo”, expresa esta mujer, que cuida como si fueran sus hijos a los cuatro nacederos de agua para que no les falte a las personas que se benefician de ellos y para que las aves tengan un hábitat.
MARÍA ENELIA Márquez lleva nueve años cuidando La Trinchera del Amor.
EL PREDIO de La Trinchera del Amor incluye una zona montañosa, en donde no se talan árboles.