Generalmente, para los colombianos, la Orinoquia (o cuenca del río Orinoco) se refiere a los Llanos Orientales, y para el resto del país se puede percibir como región ‘remota’ o ‘alejada’, incluso ‘desconocida’. De hecho, existen algunas creencias generalizadas sobre ella que refuerzan estas ideas.
Sin embargo, la Orinoquia está más relacionada con los colombianos de lo que imaginamos. Pero solo conocerla permitirá entender su valor y los retos para conservarla. WWF da a conocer cuatro de esas creencias, por qué no son ciertas y otros datos que son más que razones para amar esta región inmensa.
- ‘La Orinoquia comienza en Villavicencio’. La capital del departamento del Meta se considera “la puerta al Llano”. Y es que, popularmente, se cree que la Orinoquia comienza en el piedemonte (la parte más baja de la montaña que se conecta con las zonas planas). No obstante, la Orinoquia corresponde a la cuenca del río Orinoco, el tercero más caudaloso del planeta y que la compartimos con Venezuela (que tiene el 65 % de su extensión).
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Las dinámicas propias del ciclo del agua nos muestran cómo, en Colombia, la Orinoquia inicia en los páramos de la cordillera Oriental que drenan sus aguas hacia las zonas bajas. Allí se encuentran, por ejemplo, áreas protegidas como los parques nacionales naturales de Sumapaz, El Cocuy y Chingaza. De este último, sus humedales son uno de los doce sitios Ramsar designados por el país y surten de agua a Bogotá y municipios aledaños para su uso doméstico e industrial. Así que no es una exageración decir que la Orinoquia empieza detrás de Monserrate y el agua que se usa a diario en la capital colombiana proviene de esta región.
- ‘La Orinoquia son solo los llanos’. Derivada un poco de la creencia anterior, existe otra: la Orinoquia suele asociarse casi exclusivamente con la llanura -su ecosistema predominante y biodiverso-. Pero, en realidad, esta región abarca páramos y bosques andinos, piedemonte, sabanas de altillanura y sabanas inundables, así como selvas de transición hacia la Amazonia. Y es que los expertos hablan de, al menos, 156 tipos diferentes de ecosistemas, donde el 35% de las especies son endémicas (solo se encuentran allí).
Tal riqueza surge del encuentro de tres grandes formaciones geológicas, biológicas y ecosistémicas: la cordillera de los Andes (las montañas más jóvenes), los llanos (o “megacuenca de sedimentación”) y el Escudo Guayanés (de las elevaciones más antiguas del planeta). El encuentro de estas tres formaciones en la Orinoquia también permite su conectividad y transiciones hacia los Andes y la Amazonia.
Además, los ecosistemas de la Orinoquia prestan importantes servicios como el agua. En total, esta región comprende el 48% de los humedales continentales del país y más del 32% de sus reservas de agua. Por si fuera poco, sus suelos y vegetación son claves para la captura y almacenamiento de carbono, así como para la producción de alimentos, especialmente consumidos en el centro del país.
En la región no solo se desarrolla la agricultura familiar, sino importantes actividades productivas y sectoriales. Cuenta con el 20% del inventario nacional de ganado vacuno (ganadería), más del 44% de la producción de palma de aceite y más de 227.000 hectáreas sembradas de arroz. El Vichada produce el 78% del marañón a nivel nacional y, en 2020, Arauca se posicionó como el tercer productor de cacao en Colombia. Para el mismo año, la Orinoquia ostentaba el 31% del área de plantaciones forestales del país. Además, en sus áreas se desarrollan actividades extractivas, principalmente petróleo y minería.
- ‘Las sabanas son ecosistemas mal drenados e improductivos’. Esta creencia ha sido de las más perjudiciales para la conservación y uso sostenible de esta región. Históricamente, las sabanas de la Orinoquia han sido subvaloradas y existen aún retos para que se reconozca su gran biodiversidad y sus dinámicas hídricas, así como su riqueza sociocultural (campesinos, llaneros, pueblos indígenas y comunidades afrodescendientes).
La biodiversidad en esta región representa un gran potencial para su desarrollo, ya que ofrece oportunidades de combinar la producción con la conservación. Este es el caso de la ganadería tradicional en sabanas inundables que, contrario a lo que podría pensarse, ha sido protagonista en el mantenimiento de estos ecosistemas, y en su conservación está la clave del desarrollo de la Orinoquia.
- ‘La ganadería es perjudicial para la conservación’. Esta región ofrece oportunidades de combinar la conservación y la producción en actividades como la ganadería en sabanas inundables de Arauca y Casanare. Si bien en la Amazonia y otras regiones donde predominan los bosques, la ganadería implica altas tasas de deforestación, las sabanas inundables de estos departamentos, en Colombia, son escenario de un tipo de ganadería sostenible muy particular. Los aportes de gases efecto invernadero (GEI) son muy bajos, pues se hace en pasturas naturales, sin transformar las características naturales de las sabanas.
Las comunidades campesinas llaneras llevan desarrollando un modelo conservación-producción bajo en carbono, practicado desde hace más de 500 años, lo que muestra su gran arraigo cultural. En 2018, los cantos de vaquería de los llaneros colombianos y venezolanos se declararon patrimonio inmaterial de la humanidad de la Unesco.
Este modelo de ganadería está alineado a las temporadas de lluvias y de sequías de la región, adaptándose a la oferta de su medio natural.