El Bita -el sitio Ramsar más grande del país, con sus 824.500 hectáreas de cuenca y 598 kilómetros de recorrido por el Orinoco- es uno de los pocos ríos colombianos que se mantiene intacto aproximadamente en un 95%, a pesar de presentar problemáticas como la sobrepesca, el tráfico ilícito y las plantaciones forestales.
En contraste están, por ejemplo, la cuestionable calidad del agua del río Cauca que afecta a los habitantes de Cali y municipios cercanos a Popayán, o la gran contaminación del río Atrato, amenazado por la contaminación con mercurio.
Además de los criterios clásicos que evalúan la calidad del agua en Colombia –basados en la contaminación de los ríos por los desechos de aguas residuales de origen doméstico y de las actividades agrícolas y pecuarias–, existen algunas amenazas que son igual o más graves, pero no tan visibles o asociadas directamente con este problema. Estas son algunas de ellas:
1. Deforestación: Generalmente, la pérdida de bosque se produce en áreas adyacentes a centros urbanos, carreteras, cabeceras de arroyos o en áreas marginales de los ríos, pues estos funcionan como una ruta de transporte para los aserradores y taladores. Los árboles cumplen una función reguladora del agua, por lo tanto, si los bosques aledaños a los ríos desaparecen, estas fuentes hídricas también se ven afectadas y poco a poco tienden a secarse. En Colombia se pierde cada año alrededor de 172.000 hectáreas de bosque.
2. Extracción no sostenible de recursos pesqueros: La escasez del recurso pesquero (de peces de consumo y ornamentales) es una realidad cada vez más preocupante, aún más si se tiene en cuenta que este es el principal recurso alimenticio y económico para muchas comunidades en el país. Debido a la sobrepesca, especies de gran valor comercial como el jetudo (Ichthyoelephas longirostris), el bagre de río (Notarius bonillai) y la arawana azul (Osteoglossum ferreirai) están amenazadas de extinción, según en Libro Rojo de los peces dulceacuícolas de Colombia.
Además, varios ríos colombianos están empezando a padecer síntomas del síndrome de los ríos vacíos, es decir, ríos en los que circula el agua y aparentemente todo funciona bien, pero en los cuales no hay peces. Tal es el caso de la cuenca del Magdalena, donde el recurso pesquero disminuyó en un 70% entre 1975 y 2016, según la Autoridad Nacional Pesquera (Aunap), y la captura de especies de importancia comercial como el bagre rayado (Pseudoplatystoma magdaleniatum) disminuyó en más de un 90% desde 1970 según datos recopilados por el Informe Colombia Viva (2017) de WWF Colombia.
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3. Contaminación invisible por mercurio: Esta problemática es asociada a actividades extractivas como la minería, derivada de la extracción del oro con mercurio. Colombia es el país que más mercurio per cápita libera al ambiente en el mundo: entre 50 y 100 toneladas de liberaciones, lo que equivale a una tasa de 1,6 kg liberados por habitante. En Chocó, por ejemplo, el segundo departamento con productor de oro en el país, el 90% de esta actividad se realiza de manera ilegal, según datos recopilados por el informe El convenio de Minamata, Así actúa Colombia frente al Mercurio (2017), de WWF Colombia. En esta actividad se utilizan grandes cantidades de mercurio, lo que contamina los ríos, los suelos, el aire, e inclusive, los peces que son consumidos por las personas.
4. Especies introducidas: La presencia de especies introducidas como peces, crustáceos, entre otras, en ríos y ecosistemas que no sean su hábitat natural, son una amenaza latente para el equilibrio ecológico de los ríos y las especies que los habitan. Debido a esta problemática, por ejemplo, se extinguió el pez graso de la Laguna de Tota (Rizosomichthys totae), el cual desde 1958 no ha vuelto a ser visto, por la introducción de una especie extranjera en los años 50: el capitán de la sabana (Eremophilus mutisii) según datos recopilados por el Informe Colombia Viva (2017) de WWF Colombia.
5. Obras de infraestructura como las represas y presas hidroeléctricas: Además de afectar drásticamente el caudal de los ríos, limitan los procesos naturales de reproducción, desove y alimentación de los peces y algunos mamíferos acuáticos como los delfines de río. Esta es una situación supremamente alarmante si se tiene en cuenta que entre 1970 y 2016, las poblaciones de peces migratorios de agua dulce en el mundo disminuyeron aproximadamente 76%, y en América latina la cifra asciende a 84%, según informe de la Fundación Mundial de Migración de Peces y la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL) publicado en julio, 2020.
6. Cambio climático: Según el informe Cambio Climático y Agua: Por qué valorar los ríos es fundamental para la adaptación (2019) de WWF, el cambio climático impactará los ecosistemas de agua dulce -incluyendo los ríos-cambiando la cantidad, calidad y tiempo de los suministros de agua, debido a varios factores como la estacionalidad e intensidad de la lluvia, las temperaturas más altas del aire y el agua, y los cambios en la recarga de aguas subterráneas, entre otros factores. Según el estudio, estos cambios causarán mayor daño a la biodiversidad y las comunidades adyacentes a estos ecosistemas, que dependen de ellos para su sustento, alimentación y vivienda.