Estos fueron los coletazos musicales del 2021 | El Nuevo Siglo
Foto cortesía Teatro Mayor - Juan Diego Castillo
Sábado, 15 de Enero de 2022
Emilio Sanmiguel

Más vale tarde que nunca, me digo a manera de excusa. Lo cierto es que al lector no le interesa el por qué aparece esta crónica -no tendría por qué importarle- tan tarde. Tan tarde como que se trata de los dos eventos más importantes del final del 2021. No los únicos. Pero desde cierto punto de vista sí los más significativos.

Uno detrás del otro. El primero, el estreno de la puesta en escena de la Tosca de Giacomo Puccini en el Teatro Mayor la noche del viernes 17. El segundo, dos días más tarde, final de la mañana del 19, con el último de los conciertos de la Temporada de música contemporánea de la Orquesta Filarmónica en el Museo de Arte Moderno de Bogotá.

Desde cierto punto de vista, porque las actividades decembrinas de la Filarmónica se extendieron a lo largo de toda la época navideña. Pues si el punto de vista fuera el social, las actividades de la Filarmónica serían las más importantes del año musical. Tanto así que la orquesta ha sido reconocida como la agrupación sinfónica de más intensa actividad en América Latina, así el asunto haya pasado inadvertido en este carrusel de emociones en que se convirtió Bogotá. Bueno, algo tenía que salirle bien a doña Claudia, la alcaldesa.

Vamos al grano.

Una Tosca desafortunada

No es para nada grato tener que registrar que, el que ha debido ser uno de los momentos cumbres del año musical, la puesta en escena de Tosca de Giacomo Puccini, no funcionó. Así la noche del estreno haya sido aplaudida a rabiar por el público que ese día literalmente abarrotó el Mayor.

No es grato registrarlo porque se trata del Teatro que cambió las reglas del juego de la vida musical de Bogotá, que pasó de provinciana a internacional. Aunque en materia operística, qué paradoja, la Ópera de Colombia, en su primera etapa, la de fines de los 70 e inicios de los 80 llevó el espectáculo a niveles extraordinarios de jerarquía internacional, pero luego, en la segunda, la de principios de los 90 hasta hace un par de años, echó por el piso lo trasegado y pervirtió el criterio y el gusto de un público que ha terminado aplaudiendo cualquier cosa que le presenten.

Sí, el público ovacionó, inmerecidamente, la Tosca del Mayor. Porque las expectativas que despertaba la presencia en el foso de Andrés Orozco al frente de la Sinfónica Nacional no se vieron colmadas. No se vieron colmadas porque Orozco, sí, logró un fabuloso sonido de la orquesta, pero pasó por alto equilibrar la efusiva música de Puccini, con el escenario, como si no se hubiera percatado que se trataba de una ópera y no de uno de los muchos conciertos sinfónicos que en Europa le aplauden sin reparos.

Sobre la puesta en escena, firmada por Pedro Salazar, baste decir que Tosca es uno de los melodramas más angustiosos y sangrientos de la historia y la respuesta del público fue de permanentes risas, como si de una ópera bufa se tratara. Su decisión de modificar el final, del original de Sardou y del libreto de Illica y Giacosa, fusilando a la Tosca, no pudo ser más desatinado.

Tampoco el trío protagonista puso mucho de su parte. La soprano austríaca Martina Serafin, gran voz, digamos que notable presencia, pero de emisión un tanto descontrolada y por momentos gritoncita. Como Cavaradossi, el tenor británico Adam Smith muy efusivo, generosísimo en los agudos, pero de canto poco refinado, para el paraíso dirían los argentinos. La gran decepción corrió por cuenta del barítono holandés Bastiaan Everink en la parte de Scarpia, no dio ni la talla vocal ni la dramática. Remember Pons en el Colón…

No mucho más para destacar, salvo quizás la estatura vocal del barítono Jacobo Ochoa, a quien se encomendó la parte del sacristán del acto I.


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Final por todo lo alto

Desde cierto punto de vista la temporada de conciertos dedicados a la música contemporánea, adelantada a lo largo del segundo semestre de 2021 fue uno de los experimentos más interesantes, y de paso importantes¸ del año. Porque sí, Mozart, Haydn y Beethoven; Bach, Händel y Vivaldi, Schumann; Schubert, Chopin, Mendelssohn y Brahms; hasta Ravel y Debussy encuentran espacio en la programación musical. Pero las cosas no resultan tan sencillas con los contemporáneos, bien por el conservadurismo del público, bien por los costos de los derechos de ejecución, el limitado acceso a las partituras y un largo etcétera. Ese reto que se plantearon David García como director ejecutivo de la Filarmónica y Claudia Hakim, directora del Mambo, más que un experimento piloto fue un triunfo en la vida musical de la capital del país. A lo largo de siete conciertos se exploraron las más diversas facetas de lo contemporáneo, con una atinada selección de compositores, nacionales y extranjeros.

El programa para el cierre de temporada, en la Sala Obregón del Mambo, estuvo consagrado a dos compositores. Inicialmente el violista Aníbal Dos Santos, recorrió con absoluta autoridad y calidad Cielo Notturno, para viola solista, del sueco Tommie Haglund (Kalmar, 1959), no sin antes preparar al auditorio sobre los contenidos emocionales de la partitura pues los técnicos quedaron en evidencia.

Enseguida los Filarmónicos recorrieron una selección de obras del norteamericano Michael Dickerson, presente en la sala quien personalmente se encargó de orientar al público sobre sus composiciones, que materializan su pensamiento: En la música busco la belleza y el rigor matemático, es su credo estético, que el Cuarteto Filarmónico femenino se encargó de convertir en realidad a lo largo de Resurrection Bay Suite para cuarteto de cuerdas y Ancapisaru para quinteto. Las integrantes del cuarteto, las violinistas Tatiana Bohórquez y Alexandra Cardozo, Carolina del Pilar Sánchez en la viola y la violoncelista María Elvira Hoyos, a quienes se sumó Julio Rojas para el Quinteto hicieron realidad el credo estético de Dickerson y cerraron muy en alto la temporada.

Sí. Más vale tarde que nunca. Por eso este par de coletazos musicales del 2021 no debían pasar inadvertidos.