Más bajos que altos en los primeros 100 días de gestión Lula | El Nuevo Siglo
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Viernes, 7 de Abril de 2023
Redacción internacional con AFP

LA CAÍDA en su popularidad (actualmente del 32%) fruto sus declaraciones polémicas, el espejo retrovisor y el enfrentamiento con el Banco Central, entre otros, es el reflejo de los primeros cien días del gobierno del brasileño Luis Inácio Lula da Silva.

El considerado ícono la izquierda latinoamericana regresó al Palacio de Planalto el pasado 1 de enero para gobernar hasta 2026 un país profundamente dividido, tras haber derrotado por un estrecho margen al ultraderechista Jair Bolsonaro (2019-2022), quien acaba de regresar a Brasil para liderar una cada vez más creciente oposición ciudadana.

Al inicio de su tercer mandato, Lula da Silva se puso de inmediato manos a la obra: restableció programas sociales y de preservación ambiental, impulsó políticas para proteger a los indígenas, combatir la corrupción y normalizar las relaciones diplomáticas, por considerar que su antecesor promovió un aislamiento internacional. Sin embargo, no hubo la esperada “luna de miel”, el consabido tiempo de apoyo de sus electores y compás de espera de toda la población.

Así, estos primeros cien días de mandato han sido, a juicio de analistas y politólogos, un periodo con altibajos, con marcada tendencia a los momentos críticos o bajos. Ejemplo de ello, sus duras críticas al Emisor derivaron en un aumento en la desconfianza de los mercados y el sector empresarial.

Las mediciones tampoco le son muy favorables: a tres meses después de su investidura, Lula tiene 38% de aprobación en su gestión, un desempeño peor que al iniciar sus primeros mandatos (43% en 2002 y 48% en 2007), según una encuesta del Instituto Datafolha.

Su índice de rechazo es del 29%, apenas un punto por debajo que el que registra el expresidente derechista Bolsonaro.



Piedras contra su propio tejado

Apenas una semana después de la toma de posesión de Lula, la democracia brasileña fue puesta a prueba: miles de bolsonaristas inconformes con la elección atacaron las sedes de la Presidencia, el Congreso y la corte suprema en Brasilia.

Para Denilde Holzhacker, politóloga de la escuela de marketing ESPM, el izquierdista no supo aprovechar el sentimiento de unión suscitado por el ataque, cuando recibió un amplio apoyo de los miembros del Congreso, de perfil predominantemente conservador.

"El espíritu de esa segunda semana de gobierno se perdió, y las divergencias aumentaron todavía más", dijo Holzhacker.

Y Lula arrojó piedras contra su propio tejado al encadenar una serie de declaraciones polémicas.

Por ejemplo, insinuó que una operación de la Policía Federal contra un grupo narcotraficante acusado de planear el asesinato del senador y exjuez Sergio Moro -que condenó a Lula en 2017 en el caso de corrupción Lava Jato-, podía tratarse de un "montaje".

Esto reanimó a una oposición que estaba "desmovilizada después de los ataques del 8 de enero", y que se fortaleció aún más con el regreso la semana pasada a Brasil de Bolsonaro tras una estadía de tres meses en Estados Unidos, asegura Holzhacker.

Lula multiplicó además sus ataques contra el presidente del Banco Central, al exigir -hasta ahora sin éxito- la reducción de la tasa de interés de referencia del país, hoy entre las más altas del mundo (13,75%).

"Lula tiene su manera de hablar y el mercado le tiene mucha desconfianza. Pero en los hechos ha reforzado posiciones (económicas) más austeras", pondera André Perfeito, economista de la consultora Necton.

Un ejemplo de ello es el nuevo régimen fiscal que será presentado al Congreso la próxima semana, que permitirá financiar el gasto social sin aumentar excesivamente el déficit público.

 

"Equilibrio difícil"

Entre los principales logros de sus primeros cien días está el relanzamiento del programa Bolsa Familia, con un aumento del valor mínimo de las ayudas sociales a los más desfavorecidos.

También se ha mostrado firme al desplegar las Fuerzas Armadas para iniciar el desalojo de miles de mineros instalados ilegalmente en la tierra indígena Yanomami, en la Amazonía.

En materia de política exterior, los cien primeros días trajeron un balance "en general positivo", según Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones Internacionales en la Fundación Getulio Vargas.

Lula logró "normalizar las relaciones de Brasil" con ciertos países. Se reunió con sus pares de Estados Unidos y Argentina. Ahora tiene en la mira al gigante asiático (China), a donde viajará esta semana para reunirse con su presidente Xi Jinpig, tras verse forzado a postergar esa visita oficial por una neumonía a comienzos de este mes.

Pero con el regreso del país suramericano al multilateralismo, "le será difícil mantener un equilibrio entre Occidente de un lado y China y Rusia del otro", advierte Stuenkel, quien recuerda la "poca disposición de Brasil para adoptar un tono más crítico en relación a Rusia" por la guerra en Ucrania.

Ejemplo de ello su declaración, este Jueves Santo, de que Ucrania podría tener que ceder el territorio de la península de Crimea y negociar con Moscú para facilitar un entendimiento que ponga fin a la guerra.

"(El presidente ruso Vladimir) Putin no puede quedarse con el territorio de Ucrania. Tal vez se discuta Crimea. Pero lo que invadió de nuevo, tiene que repensarlo. (El ucraniano Volodimir) Zelenski no puede tampoco quererlo todo", dijo Lula da Silva, asegurando que "El mundo necesita tranquilidad (..). Necesitamos encontrar una solución (a la guerra)", agregó Lula, de 77 años.

El rechazo ucraniano fue inmediato.  El portavoz de su diplomacia, Oleg Nikolenko, enfatizó que "no hay razón legal, política ni moral que justifique abandonar un solo centímetro de territorio ucraniano", no obstante apreciar "los esfuerzos del presidente brasileño para encontrar una manera de detener la agresión rusa".

 

¿Salvar la Amazonía?

Desde su elección, el presidente Lula da Silva ha repetido una y otra vez que "Brasil está de vuelta" en la vanguardia del combate al cambio climático y que su prioridad es salvar la Amazonía.

Pero esta es una promesa de difícil cumplimiento porque se necesitan acciones concretas e ingentes recursos financieros.

En su primer día de mandato firmó una serie de decretos para anular medidas perjudiciales para el medioambiente, crear un grupo de trabajo para combatir la deforestación y reactivar el Fondo Amazonía, iniciativa financiada con donaciones extranjeras que estaba suspendida desde 2019.

Pero aún no se implementaron acciones para frenar la destrucción de la Amazonía promovida por la ganadería, usurpadores de tierra y minería ilegal, salvo una operación para desalojar a los garimpeiros en tierra indígena yanomami.

Y aquí el balance tampoco le es favorable. Este viernes se conoció que la deforestación en la Amazonía brasileña volvió a crecer en marzo, cerrando en los primeros cien días de gobierno de Lula uno de los peores primeros trimestres de los que se tiene registro.

Imágenes satelitales detectaron 356 km2 de cobertura forestal destruida en la parte brasileña del mayor bosque tropical del planeta.

El dato supone un aumento de 14% respecto al registro de marzo de 2022, último año de la administración de Bolsonaro, según el sistema de vigilancia DETER del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE).

Entre enero y marzo de este año, la destrucción de la Amazonía brasileña fue la segunda más alta de la serie histórica para ese período, con 844 km2 destruidos, solo por debajo del dato de 2022, cuando fueron arrasados 941 km2.

"Aunque el actual gobierno haya demostrado su intención de combatir la deforestación con mucha seriedad, llevará tiempo modificar el escenario", manifestó Mariana Naopolitano, gerente de conservación de la ONG, WWF-Brasil.

A ello hay que sumarle que Lula no ha logrado convencer a los países ricos de financiar iniciativas para proteger la Amazonía.

Tras una reunión con Joe Biden en la Casa Blanca durante una visita de Estado en febrero, Lula anunció apenas una "intención" de apoyo de Estados, sin plazo ni monto definidos.

En enero, Alemania prometió destinar 200 millones de euros (USD 219 millones) para proteger la selva, incluidos 35 millones de euros para el Fondo Amazonía, que fue lanzado en 2008 con una cuantiosa donación de Noruega de 1.200 millones de dólares.

El país nórdico, principal donante, afirmó que continuará apoyando el fondo y ayudará a Brasil a captar nuevos aportes.

Pero hasta ahora los esfuerzos del país sudamericano para atraer donaciones de la Unión Europea, Reino Unido, Francia y España no han dado frutos.

Los ambientalistas aseguran que Brasil, con sus restricciones presupuestarias, enfrenta un momento complejo: necesita más dinero para reducir la deforestación, pero para atraer más dinero precisa reducir esa lacra.