Alrededor del 60% de las especies de cactus se enfrentarán a climas menos hospitalarios en las próximas décadas debido al calentamiento global, según un estudio realizado por investigadores de la universidad de Arizona, que cuestiona la hipótesis de que estas plantas prosperarán con el aumento de las temperaturas.
Si se añaden otros factores (pérdida de hábitats, degradación del medio natural, etc), hasta 90% de los cactus podrían estar amenazados de extinción de aquí a 2070, tres veces la estimación actual, según los investigadores en este estudio publicado el jueves en Nature Plants.
Unas 1.500 especies de cactus distribuidas en el continente americano viven en climas diferentes, que van desde los desiertos a nivel del mar hasta las altas montañas de los Andes y desde los ecosistemas áridos hasta las selvas tropicales húmedas.
Entre los lugares con mayor biodiversidad, ricos en diferentes especies, se encuentran el centro de México y el bosque atlántico a lo largo del litoral de Brasil.
Con el fin de verificar la hipótesis de que los cactus se beneficiarían de un mundo más cálido y propenso a las sequías, los investigadores -dirigidos por Michiel Pillet de la universidad de Arizona- examinaron datos relativos a más de 400 especies, y utilizaron modelos para predecir su evolución a mediados de siglo y años subsiguientes en diferentes escenarios de emisiones de gases de efecto invernadero.
Los resultados “describen un futuro más pesimista”, según el estudio.
En la actualidad, los cactus están amenazados principalmente por la expansión de la agricultura, la degradación del medio natural, la pérdida de biodiversidad y su recolección para diversos fines.
Incluso sin cambio climático, los cactus “constituyen uno de los grupos de organismos más amenazados del planeta”. Más del 30% de ellos están clasificados como amenazados de extinción, señalan los autores.
¿Cómo hacen?
Si hay una planta emblemática del desierto, esa es el cactus. ¿Cómo se las arreglan las especies de esta familia para soportar unas condiciones de aridez tan extremas? Pues básicamente recurriendo a dos estrategias: hacer todo lo posible por no perder agua y esforzarse al máximo por obtenerla.
Para entender cómo los cactus consiguen retener agua hay que tener en cuenta que en un ambiente húmedo una planta está constantemente transpirando. El agua es absorbida por las raíces, sube hacia las hojas como parte de la savia y allí se evapora a través de los estomas. Estas estructuras de la hoja tienen que abrirse para aspirar CO2 y espirar O2, los gases que intervienen en la fotosíntesis. De esa forma, en condiciones normales, una planta pierde el 75% del agua que absorben sus raíces, algo que no tiene ninguna trascendencia en un bosque lluvioso tropical, pero que resulta imposible en un desierto.
Los cactus han transferido el proceso fotosintético a los tallos. Además, para evitar que se escape el vapor de agua, los cactus cierran los estomas durante el día y solamente los abren durante la noche, cuando la temperatura es baja y no va a haber tanta evaporación.
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Sin embargo, durante la noche no hay luz. ¿Cómo compaginar la apertura de estomas con la fotosíntesis, que requiere la energía solar? Los cactus han resuelto el problema separando los dos procesos: durante la noche abren los estomas y absorben el CO2; durante el día cierran los estomas y aprovechan la energía de la luz para hacer la fotosíntesis. Con el fin de conservar el CO2 hasta que llegue la luz del día, los cactus y otras muchas plantas crasas han desarrollado un tipo de metabolismo que les permite almacenarlo en vacuolas por la noche y transportarlo a los cloroplastos cuando sale el sol. De este modo, hacen un uso del agua mucho más eficiente.
Otro de ellos es recubrir su tallo de una cutícula de cera que lo impermeabiliza todavía más y que, al ser de color claro, refleja la radiación solar. Esto contribuye a reducir la temperatura de la planta y, por tanto, la evaporación.
Además, las espinas de los cactus forman una segunda piel unos milímetros más allá del tallo. Esta piel refleja una parte de la radiación solar y crea una capa de aire parcialmente aislante alrededor del tallo que reduce la temperatura y la evaporación en su superficie. La arquitectura del siglo XXI también ha descubierto este mecanismo y muchos de los edificios actuales tienen una segunda piel de vidrio separada de la cortina de cristal principal. El aire entre las dos superficies de cristal se calienta, sube y crea así corrientes que contribuyen a refrigerar el edificio.