Hace exactamente medio siglo, el 5 de junio de 1973 se instauró el Día Mundial del Medio Ambiente, precisamente para generar conciencia alrededor del cuidado de la naturaleza, llamado que se volvió una constante en los últimos años para llamar la atención frente al acelerado y drástico cambio climático que está experimentando el mundo.
La capital colombiana celebra este día durante la primera semana de junio (mediante el Acuerdo Distrital 197 de 2005) y es la ocasión perfecta, no solo para tener claro qué tan susceptible es la ciudad al calentamiento global, sino para saber qué tan preparada está la ciudad para mitigar y para hacerle frente a las variaciones del clima, cuyo deterioro es cada vez más acelerado.
Para analizar este escenario, EL NUEVO SIGLO consultó al biólogo y asesor científico de la EAN, Germán Andrade, quien dijo que Bogotá podría tener problemas de inundaciones pero sobre todo de desabastecimiento de agua, razón por la cual la capital y en especial la Sabana, deben apreciar el estudio que sobre una situación similar se presentó en Ciudad del Cabo (Sudáfrica).
Agua, la más susceptible
Bogotá está en una alta montaña tropical que en términos generales, está muy expuesta a los efectos del cambio climático, sobre todo en lo que tiene que ver con el agua. En este orden de ideas, el elemento frente al cual es más susceptible la capital colombiana, sería la disponibilidad y la cantidad de agua a la que pueda acceder.
“Como no se puede afirmar nada sobre el cambio climático futuro, nos toca hablar en condicional y en Bogotá habría un cambio en la disponibilidad del agua. La mayoría de este recurso viene desde la vertiente oriental (páramo de Chingaza) y de la vertiente Orinoco-Amazonas y ahí podría haber una disminución sustancial si continúa la destrucción de la selva amazónica. El escenario es incierto, sobre todo de la que entra por el oriente”, dijo a este diario el biólogo Andrade.
Vale referir que, aunque hay variaciones dependiendo de las épocas, el 80% del agua que abastece a la capital, proviene en su totalidad, de los ríos de la Orinoquia y Amazonia, vía el sistema de páramo de Chingaza y parte de la Sabana.
Adicionalmente, hay un segundo factor de riesgo y de vulnerabilidad más relacionado con un tema de ingeniería del que nunca se habla, y es que la gran mayoría del agua de la capital viene a través de un único túnel, que es el del sistema Chingaza.
En ese orden de ideas, "habría que preguntarle a los geólogos si ese túnel está absolutamente garantizado para siempre. Entiendo que al ser una obra de ingeniería, hay bastante confianza en que esa obra no vaya a sufrir alteraciones por eventos sísmicos o por la misma entrada del agua a través de las capas geológicas que afectan los tubos”, precisó.
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Acciones a implementar
Ahora bien, teniendo claro que el agua podría ser el elemento de mayor riesgo, ¿cómo debe prepararse la ciudad para una eventual escasez de agua? Sin que haya una certidumbre de que esto pasará, el profesor Andrade indicó que en Bogotá hay un control muy efectivo sobre el sistema de Chingaza “y aparentemente no tiene porque haber disminución de esa agua”.
“Pero si es ampliamente preocupante lo que pase en la Sabana de Bogotá y en sus límites administrativos. La ciudad se está expandiendo sobre la Sábana y ahí el agua a futuro sí seria preocupante. De hecho hay algunos municipios que tienen, en algunas épocas del año, un déficit híbrido. Y si aumenta la demanda de agua, ahí la disminución del recurso sí sería preocupante”, agregó el experto.
Por todas estas razones, lo que Bogotá tiene que hacer es aprender la lección que tuvo que incorporar la Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, que hace algunos años no solo estuvo en riesgo de tener poca agua, sino de no tener una sola gota.
“El problema de la Ciudad del Cabo fue el crecimiento gigantesco de la urbe y por consiguiente de la demanda del agua. Así que la gran lección que tiene que aprender e incorporar sobre lo que pasó en la ciudad sudafricana e incluso de Sao Paulo (Brasil), es hacer todo lo posible por controlar el aumento de la demanda. Y eso quiere decir dos cosas: hacer un uso más eficiente del agua dentro de la ciudad construida y disminuir u organizar el crecimiento de la ciudad en la Sábana de Bogotá en donde yo creo que está el peor escenario”, concluyó el biólogo.
Inundaciones
Un tercer elemento relacionado con los efectos que puedan tener los elementos extremos del clima sobre el agua en el territorio bogotano, ya no está relacionado con la escasez sino con las inundaciones producto del fenómeno de La Niña que desde el 2010-2011 se han presentado, aunque en forma más moderada.
A este respecto, las inundaciones están relacionadas sobre todo con qué tanto y cómo está preparado el territorio para las mismas. El biólogo Andrade explicó que en el Plan de Ordenamiento Territorial que se aprobó por decreto, las superficies dentro del tejido urbano de Bogotá, que están recibiendo las crecientes del agua, están en principio porque es lo que está en el papel”, adaptadas a través de una estructura ecológica principal amplia, aumentada y que incluye los espacios principales en donde el agua va a discurrir por el territorio urbano.
“Adicionalmente, este plan también recoge la idea de no urbanizar una ronda a lo largo del Río Bogotá, lo cual es una buena medida porque es adaptativa. Eso quiere decir que si se aumentan los niveles del agua de forma rápida y abrupta como se está manifestando el cambio climático ,no se afectarían viviendas ni construcciones a lo largo de esa franja”, puntualizó el biólogo Andrade.
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Incremento de la temperatura
Si bien es cierto que mucho del cambio climático está relacionado con el incremento en las temperaturas, este sería nuevamente condicional, un efecto menos sensible para la ciudad capital.
El incremento en la temperatura es más fácil de manejar y “con un buen arbolado urbano se puede manejar. Los páramos y la Sierra Nevada del Cocuy se ha calentado un grado. Eso lo sabemos por el IDEAM, ya está medido”.
“Ese grado lo que hace es aumentar la pérdida de los nevados pero en Bogotá uno o dos grados más en promedio, pienso yo que no sería un tema esencialmente sensible para la población. Podrían aumentar, eso sí, las islas de calor, pero eso ya depende más de la contaminación y de la arquitectura. Entonces no es que no tengan ningún efecto pero el tema del agua sí es cada vez más claro”, concluyó el profesor Andrade.