El impactante caso de un abogado que resultó muerto este miércoles tras un confuso operativo policial en Bogotá, en el que los uniformados utilizaron para reducirlo un arma de descargas eléctricas, abrió el debate en torno al porqué se permite el uso de esta clase de dispositivos.
Lo cierto es que las “armas no letales” nacieron de la necesidad de dotar a las fuerzas armadas y cuerpos de seguridad de una herramienta que les permitiera controlar a una persona en situaciones extremas reduciendo al mínimo la posibilidad de causarle la muerte.
Proteger la vida es, entonces, el precepto que cobija por igual al agente que emplea el “arma no letal”, como incluso al agresor y a otras personas involucradas en el hecho que amenaza la convivencia ciudadana. Para garantizar, precisamente, su no letalidad el empleo de estas armas debe cumplirse bajo unos protocolos estrictos. El objetivo primario es, en todo caso, inmovilizar o incapacitar momentáneamente al agresor y proceder a su captura.
Reservadas casi que exclusivamente a los agentes del orden, comenzaron a utilizarse hace más de dos décadas en diversas partes del mundo. A hoy son 130 países que las utilizan, previo desarrollo de la respectiva legislación, que tiene como eje salvaguardar la vida e integridad de todos los involucrados en un hecho que puede considerarse riesgoso para la seguridad ciudadana.
“Reservadas casi que exclusivamente a los agentes del orden, comenzaron a utilizarse hace más de dos décadas en diversas partes del mundo. A hoy son 130 países que las utilizan”
Son, en principio, el otro extremo de las armas de fuego, la medida más extrema de que disponen las fuerzas militares y policiales para cumplir sus funciones de hacer respetar la ley y preservar el orden.
Son 34 tipos de “armas no letales”, que van desde la conocida cachiporra (bolillo o porra) y los lanzadores de agua hasta las bombas aturdidoras y la pistola Taser. Esa última fue, precisamente, la que emplearon los dos agentes de la Policía de Bogotá contra un ciudadano que, desafortunadamente, perdió la vida horas después de su inmovilización y detención.
Aquí hay que ser claros: los dos uniformados involucrados tendrán que responder ante las autoridades por su proceder y de hecho la Policía, Fiscalía y Procuraduría abrieron sendas investigaciones. Sin embargo, en el fondo, el problema no es el arma no letal sino cómo la emplea su accionante ya que, de antemano, éste ha tenido una capacitación no sólo en los protocolos que debe cumplir sino en el respeto a los derechos humanos.
Desde 2014
En Colombia hace varios años se utilizan estas pistolas Taser como método para inmovilizar una amenaza potencial y son escasas tanto las denuncias como las evidencias sobre el presunto abuso de autoridad en la utilización de estos elementos. Ello, sin duda, evidenciaría que la fuerza pública está capacitada y sabe cuándo debe hacer uso de la misma.
Estas pistolas fueron incorporadas a la Policía Nacional en julio de 2014 para que los agentes tuvieran una nueva herramienta que les ayudara a realizar una intervención más efectiva sin tener que acudir al uso del bastón de mando y mucho menos al arma de fuego.
La decisión obedeció a que los agentes, patrulleros, suboficiales y oficiales eran agredidos violentamente por personas que participaban en riñas callejeras o disputas familiares. Prueba de ello es que en el primer semestre de dicho año más de un centenar uniformados sufrieron graves lesiones al atender alteraciones del orden público como esas en las principales ciudades del país.
“Con las Taser se busca que el uniformado no emplee su arma de fuego o el llamado bastón de mando, reduciendo a la persona en estado de exaltación o que represente una amenaza para sí mismo, el agente o quienes lo rodean”
Desde el mismo momento de su implementación, la Dirección General de la Policía Nacional estableció los estrictos protocolos para el empleo de las armas no letales y específicamente de las pistolas eléctricas o Taser, acompasados con la permanente formación en el respeto a los derechos humanos y los lineamientos del derecho internacional humanitario.
Según la normatividad, estas pistolas se emplean para controlar a una persona en un alto grado de exaltación; cuando una persona tenga en sus manos un arma de fuego y amenace a un ciudadano o al mismo policía; así como cuando porte explosivos o sustancias peligrosas, como ácido.
“Estas armas eléctricas no son usadas para capturar a un ladrón o para llevar a cabo una requisa y los uniformados están plenamente instruidos para usarlas cuando se enfrente un peligro inminente, pero siempre conservando todos los procesos de ley y los estrictos protocolos”, precisó a EL NUEVO SIGLO un portavoz de la Dirección General de la Policía Nacional.
Como se dijo, con las Taser se busca que el uniformado no emplee su arma de fuego o el llamado bastón de mando o la tonfa, también conocida como tuifa, tunka, tonkwa o PR-24, armas consideradas como la prolongación del brazo. También se busca evitar que el agresor llegue al cuerpo del policía.
Para incorporar estos dispositivos en la Policía Nacional fueron necesarios exigentes entrenamientos, tanto teóricos como prácticos, al igual que planes piloto para determinar cómo graduar las pistolas y así moderar las descargas, que aunque no son letales, su uso violento o desmedido sí puede generar complicaciones que llevan a la muerte.
“La descarga eléctrica del Taser afecta el sistema nervioso y provoca inestabilidad en quien lo recibe. Generalmente el impactado no pierde el sentido pero su inmovilidad momentánea permite a los uniformados reducir al ciudadano exaltado y tomar el control de la situación”, indicó el portavoz de la Dirección de la Policía a este diario.
“Estas pistolas descargan, en fracción de segundos, un impacto o golpe de entre 2,1 y 3,9 miliamperios, medidas que son de corta duración, unos 30 segundos, y el efecto mayor puede ser una parálisis momentánea”
Explicó que estas pistolas descargan, en fracción de segundos, un impacto o golpe de entre 2,1 y 3,9 miliamperios, medidas que son de corta duración, unos 30 segundos, y el efecto mayor puede ser una parálisis momentánea.
Las primeras de estas armas (190 y X26) fueron adquiridas en 2009 para uso exclusivo de los grupos de operaciones especiales de la institución armada. En 2013, el entonces director de la Policía, general José Roberto León Riaño, expidió la resolución 02686, que hacía relación a los principios de la proporcionalidad y racionalidad en el uso de las mismas para evitar que resulten siendo letales.
“La respuesta del efectivo policial debe darse en relación a la conducta del sujeto, clase, magnitud u oposición que presente”, detalló en su momento el general Riaño en la mencionada directiva.
Protocolos
Según Juan Carlos Ruiz, profesor de la U. del Rosario e investigador en Seguridad Ciudadana, “hay formación policial pero en muchos casos, sobre el terreno, por la presión a que están sometidos olvidan los protocolos”.
Agregó que, en Estados Unidos, cuando se emplea un arma Taser, un oficial superior a quien la usa debe presentar un completo informe sobre las circunstancias de tiempo, modo y lugar. Adicional a ello, explicó, el uniformado debe gritar cinco veces “Taser” al individuo que será blanco de dicha acción para que sea consciente de que acata las órdenes o recibirá la descarga eléctrica.
Por su parte, Andrés Nieto, otro experto en seguridad ciudadana y catedrático de la U. Central dijo que casos como el ocurrido en Bogotá se dan porque los uniformados no observan los cuatro principios para poder aplicar esta fuerza ‘no letal’, a saber: necesidad, proporcionalidad, legalidad y racionalidad.
Como se ve, las Taser hacen parte de la dotación policial desde hace varios años y por el lamentable caso ocurrido ayer en Bogotá, una tragedia sin lugar a dudas, no puede concluirse que hay fallas generalizadas en el entrenamiento, inexistencia de protocolos o acciones sistemáticas de abuso de fuerza a diario.