LA POLÍTICA de tolerancia con las drogas blandas implementada desde los años 80’s en varios países europeos como una fórmula de doble vía, a saber, controlar a los adictos y evitar nuevos consumidores, abrió la puerta a la consolidación de las redes del narcotráfico que hoy, convertidas en poderosas organizaciones del crimen, causan una inédita violencia y corrupción en el Viejo Continente.
Aunque el flagelo del tráfico ilegal de drogas alucinógenas (marihuana, hachís, cocaína y heroína) y la consolidación de los carteles a nivel mundial es de vieja data, generalmente sus epicentros se situaban en algunos países latinoamericanos, asiáticos y africanos, mientras los europeos lo eran del mercado de las llamadas sintéticas, desde las tan poderosas como adictivas metanfetaminas (cristal, éxtasis, cocaína sintética, ketamina, oxicodona, entre otras) hasta la opioide Oxycontin.
Sin embargo, dicho mercado mutó, creció y se ‘empoderó’, al punto que las mafias del narcotráfico con su multimillonario negocio consolidaron su riqueza y poder en algunas de esas naciones, como en Países Bajos y Bélgica, donde ya se habla de “narcoestado” y “narcoeconomía”.
Aunque no existe una definición sobre estos dos últimos términos, los mismos están en boga desde los 80’s cuando en los discursos políticos y mediáticos comenzó a hacerse referencia, tanto al alcance como influencia, de los traficantes de drogas ilegales en el devenir político y económico de los países. Bajo esos lineamientos, en los estertores del siglo XX se clasificaba a Afganistán (el mayor productor de opio en el mundo), Kosovo, Guinea Bissau y cinco latinoamericanos (entre ellos Colombia). Pero hoy son muchísimos más y entre ellos genera preocupación mundial la situación que en los últimos años enfrentan Países Bajos y su vecina Bélgica.
Amén de la laxitud de estos gobiernos -desde hace décadas- para con un determinado sector de consumidores, -que no debe confundirse con legalización- la ubicación estratégica de estos países sobre el mar del Norte, facilitó el crecimiento del tráfico de cocaína y heroína, permitiendo a esas mafias convertirse en grandes organizaciones del crimen que han permeado todos los niveles de la sociedad y, ahora amenazan a su dirigencia política y la realeza.
Según las autoridades neerlandesas, en incesante guerra contra este flagelo y en la que han tenido logros como la captura de Riduan Taghi, el presunto líder de la “Mocro Maffia”, bautizada así por el origen marroquí de sus integrantes -como él-, juzgado desde abril del año pasado por narcotráfico, homicidio y tortura, el aumento dramático del ingreso de cocaína a través de los puertos de Rotterdam, Amberes y Hamburgo por el pago de sobornos a autoridades y empleados, dificulta su labor.
Con plata o intimidación, los traficantes de estupefacientes logran su cometido: cerrar los ojos para el paso libre de toneladas de drogas ilícitas. Y dan como ejemplo que a un operario de grúa en un puerto le pagan hasta 100 mil euros tan solo por levantar y trasladar un contenedor hasta una ubicación determinada.
Detalles como esos fueron revelados en el proceso contra Taghi, bautizado “Marengo”, donde las autoridades de Países Bajos intentan demostrar que éste es un temible capo, cuyos tentáculos sobrepasan fronteras y así además de controlar el multimillonario negocio de drogas ilegales en la vecina Bélgica y otros países de Europa Occidental, hizo que los mismos se convirtieran en productores de las mismas.
La corrupción, violencia e intimidación del narco llevó a que los ministros de justicia de seis países de Europa Occidental se comprometieran la semana pasada en hacer de la seguridad en los puntos de entrada como puertos una prioridad absoluta.
Francia, Alemania, Bélgica, España, Italia y los Países Bajos se reunieron en una conferencia celebrada en Amsterdam para promover la cooperación en la lucha contra la delincuencia en el continente y acordaron “crear una plataforma a través de la cual planeamos compartir mucha más información entre nosotros, específicamente para proteger nuestros puertos y aeropuertos", según explicó la ministra holandesa, Dilan Yeşilgoz Zegerius.
Ello incluye, según agregó, intensificar la cooperación con países de América Latina, como Colombia y el Perú, para combatir el tráfico de cocaína en su origen.
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Amenazas
Si bien el creciente narcotráfico y la expansión de sus tentáculos no son situaciones nuevas en los países mencionados, si lo son las amenazas proferidas contra la futura reina de los Países Bajos, el primer ministro y el ministro de justicia belga, recientemente informadas.
Así, a sus 18 años, la princesa Amalia, hija de los reyes Guillermo y Máxima, se vio forzada, semanas atrás a abandonar la residencia estudiantil de la Universidad en Amsterdam y recluirse en el palacio real, de donde solo sale para ir a clases escoltada por un amplio séquito de guardaespaldas.
"Nuestros servicios de seguridad trabajan duro día y noche para asegurar su seguridad", declaró hace pocos días la ministra de Justicia y Seguridad Dilan Yeşilgöz-Zegerius, al señalar que temen un secuestro o atentado contra la joven princesa por parte de grupos del crimen organizado.
La pareja real hizo pública esta difícil situación en una visita de Estado a Suecia. Mientras, el periodista especializado en la realeza, Rick Evers, dijo a la AFP que “la princesa Amalia es aparentemente blanco de la mocromafia” que controla el tráfico de estupefacientes en Países Bajo y Bélgica.
El premier Mark Rutte (centro-derecha y en el poder desde hace 13 años), quién según reveló el diario popular De Telegraaf, en septiembre, también fue blanco de amenazas, se mostró "muy preocupado" por los mensajes intimidatorios contra la futura reina, que meses atrás también fue blanco de coacción en las redes sociales.
"El crimen organizado es un problema importante en Países Bajos, que parece fuera de control", señaló el periodista, al tiempo que agregó que la familia real holandesa ciertamente no esperaba que Amalia formase parte algún día de los objetivos.
Evers estuvo presente el primer día de clases de la princesa, matriculada en primer año de una licenciatura en política, psicología, derecho y economía en una universidad de Amsterdam y describió el impresionante operativo de seguridad que tenía. "Cuando llegó vimos que había un gran aumento del número de agentes de seguridad, tanto visibles como invisibles, con armas pesadas escondidas en bolsas", narró.
Una situación "anormal" y "muy inusual", observó, puesto que aunque los miembros de la familia real siempre van acompañados de guardaespaldas, nunca son tantos.
La campaña de intimidación mafiosa también tuvo como blanco al ministro belga de Justicia, Vincent van Quickenborne, que iba a ser secuestrado. Desde el mes pasado con protección especial, recuerda que el complot en su contra se descubrió días después de que presentará un plan de lucha contra el narcotráfico en Amberes, cuyo puerto es considerado el principal punto de entrada en Europa de la cocaína procedente de Sudamérica y donde las bandas rivales libran luchas territoriales y de intimidación.
El funcionario debió abandonar con su familia su lugar de residencia y resguardarse en un lugar secreto después de que fuera alertado sobre el peligro que corría de ser secuestrado por las mafias. “Todo indica que (la amenaza) procede del entorno de la droga”, declaró a comienzos de mes el ministro.
Sin confirmar si los cuatro detenidos en Países Bajos que iban a ejecutar el plagio en Bruselas tenían órdenes del narcotráfico, se da por descontado que ello sea así y que pertenezcan a la “Mocro Maffia” que seguiría teniendo como líder al encarcelado Taghi y a la que se le endilgan no sólo las decenas de muertos en la lucha por el control del territorio en el último año, sino de los asesinatos del abogado penalista Derk Wiersum (septiembre de 2019) y del periodista de investigación Peter De Vries (julio de 2021), quien gracias a las declaraciones del testigo clave protegido contra el jefe narcotraficante, conocido como Nabil K, reveló a los holandeses mucho de la historia criminal del capo Taghi y de sus secuaces.
Autoridades de los mencionados países coinciden en que si bien se ha disparado el contrabando de cocaína, tanto por la cantidad de puertos como por la ultramoderna red de transporte en sus territorios, que en Bruselas, y su periferia se procesa una tonelada de cocaína a la semana que se reparte luego al resto de Europa y la producción anual de éxtasis factura más de 18 mil millones de euros, no se puede afirmar que haya “narcoestados”./Redacción internacional