* Congreso de Estados Unidos toma cuenta
* Ambiente peligroso, deleznable y especulativo
El ascenso, consagración y caída de la empresa de criptomonedas FTX, que llegó a estar avaluada en 32 mil millones de dólares y hoy no vale nada, terminó por dar la razón a quienes, desde el mundo de los negocios y de la academia, vieron en las inversiones basadas en criptografía un mundo peligroso, deleznable, especulativo y una jungla compleja sin garantías ni seguridad para quienes les aportan su dinero.
Las criptomonedas surgieron en el año 2009 con la pretensión de ser un sustituto tecnológico de los bancos, con base en transferencias persona a persona, mediante un número y sin intermediarios. Hoy representan un porcentaje ínfimo del dinero que hay en el planeta (0,23%).
La crisis de FTX resulta grave en extremo para el sistema porque acentúa a los ojos del público sus múltiples fisuras, en particular, como lo dijera el premio Nobel de economía Paul Krugman, que no pueden perdurar porque las criptomonedas carecen de valor sustancial y no responden a ninguna necesidad, excepto el interés especulativo.
Sam Bankman-Fried, fundador y presidente de FTX, considerado hasta hace poco por muchos medios y personas “un prodigio criptográfico”, debía comparecer ayer ante el Congreso de Estados Unidos para rendir cuentas por su aventura, que ocasionó pérdidas a más de un millón de personas y organizaciones. Pero no pudo hacerlo porque el lunes, a las 6 de la tarde, fue arrestado en su lujosa residencia de las Bahamas, por orden de un fiscal de Nueva York que lo acusa de conspiración, fraude electrónico, fraude de valores y lavado de activos.
Es casi imposible que supere exitosamente esta causa judicial pues hay evidencias de que, al tiempo con la compra y venta de monedas digitales en FTX, Bankman-Fried manejaba Alameda Research, un fondo de inversión dedicado a negociar criptomonedas. Hace pocas semanas Alameda enfrentó iliquidez y Bankman-Fried la financió ilegalmente con depósitos de clientes de FTX. Comenzó la preocupación de algunos por sus depósitos, vinieron los retiros masivos y muy rápidamente la bancarrota.
Por disposición de las autoridades la empresa está ahora en manos de John Ray III, el mismo ejecutivo que realizó la limpieza de Enron hace 20 años y quien, según un documento revelado por el medio estadounidense Axios, diagnosticó que “el colapso de FTX Group parece provenir de la concentración absoluta de control en manos de un grupo muy pequeño de individuos, extremadamente inexpertos y poco sofisticados, que no implementaron prácticamente ninguno de los sistemas y controles necesarios para una empresa a la que se le confía el dinero o los activos de otras personas”.
Además del efecto dominó sobre otras empresas y fondos de inversión que tenían activos en FTX, la quiebra producirá la caída de otras organizaciones que acumulen las mismas debilidades.
Queda claro para el mundo que con su funcionamiento, que se asemeja a las estructuras piramidales tipo Ponzi, los proyectos criptográficos pueden arrebatar las inversiones a sus usuarios, pues su mayor diferencia con las instituciones tradicionales es que carecen de regulación. Lo sucedido en FTX -uso doloso de la infraestructura informática y de claves privadas, mezcla de activos, expoliación- confirma lo que afirmara Lael Brainard, vicepresidenta de la Reserva Federal de Estados Unidos, acerca de que es urgente “distinguir entre innovación responsable y evasión de reglas” y que al eludir las normas las criptomonedas facilitan robos, blanqueo de dinero y la financiación del terrorismo.
La respuesta obvia de los gobiernos ante lo sucedido será acelerar la regulación del sector, a la cual probablemente las criptomonedas no logren sobrevivir porque, como también lo afirmara Krugman, entrar a la formalidad “les impediría prometer rendimientos imposibles de imponer” y, en general, les sería difícil encontrar alguna ventaja que no ofrezcan ya los bancos tradicionales”.
Para empeorar las cosas, la crisis ocurrió en un momento crítico para todas las acciones de empresas de tecnología, que tras años de bonanza han visto el desplome de sus títulos y el agotamiento de capital de riesgo. En el caso de las inversiones basadas en criptografía, justamente por falta de regulación las pérdidas para los inversionistas son irreversibles y sin posibilidad de recuperar los capitales. Para decirlo en buen bogotano: ¡a quejarse al mono de la pila!