“Todo el país vive grave inseguridad”
130 indígenas han sido asesinados este año.
En los últimos días la situación se ha hecho intolerable y el Presidente ha tenido que permanecer más tiempo en Toribío que en Palacio.
Durante el primer semestre sucedió algo parecido y después de varias semanas de protestas y parálisis, el Gobierno firmó gran cantidad de compromisos para salir de la crisis.
Y salió de la crisis, pero no del conflicto.
Porque será muy traumático, pero no se trata solo de los indígenas; ni del Cauca.
En términos generales, Colombia entera padece una grave situación de inseguridad.
Tras ocho años de la debacle entreguista de La Habana, se eligió a Iván Duque, no para aplicar paños de agua tibia sino para rescatar la seguridad democrática, secuestrada en Cuba.
Pero después de los primeros 100 días y una esclarecedora Política de Defensa y Seguridad en el papel, ya no es viable seguir culpando a Juan Manuel Santos.
En otras palabras, si hay algo en lo que no se puede improvisar es en política internacional, economía y defensa.
O sea, ¿si no hubiesen masacrado a tantos indígenas en tan pocas horas, el Gobierno habría anunciado el envío al Cauca de una fuerza de despliegue rápido de 2,500 hombres?
Y si realmente fuese de despliegue rápido, ¿no es de esperar que se hubiera hecho efectiva de inmediato, sin tener que esperar 40 días, cual irónico regalo navideño?
Con un país plagado de organizaciones criminales que se han adueñado del territorio, ¿cómo devolver la seguridad democrática a 84 resguardos indígenas del Cauca en particular, y a la nación en general?
Mientras el país se ha debatido durante casi año y medio en torno a “militarizar o no militarizar”, o “pedir o no pedir permiso” a las autoridades indígenas para que las Fuerzas Militares entren a operar en los resguardos, los delincuentes hacen fiesta.
En vez de modernizar con armamento y tecnologías de punta a la Policía Rural y los Escuadrones de Carabineros para que comulguen y generen una seguridad identitaria a toda prueba con los indígenas, el Gobierno sigue pensando solo en términos de ejércitos de ocupación.
Ejércitos de ocupación combinados con la coreada inversión social integral (que no pasa de ser un mito frente a los acuerdos verdaderamente tangibles y concretos, asumidos con aquellos pueblos que hoy están sometidos a la expansión chavista de las Farc-Eln).
En definitiva, los indígenas van a tramitar todo este caos mediante el paro nacional del próximo 21 de noviembre en compañía de maestros, obreros y la rama judicial, es decir, un cóctel explosivo en el que, muy metódicamente se mezclarán ingredientes procedentes de Chile y Ecuador.
Frente a lo cual, Duque tendrá que remodelar su gabinete ministerial tarde o temprano (siguiendo el ejemplo de Piñera, en tanto “hermano gemelo”).
Y lo peor que el Jefe del Estado podría hacer a estas alturas es apelar al “enroque ministerial”, esto es, la típica fórmula a la que recurren dictaduras como la chavista para aplicar su espeso maquillaje político con el fin de que todo siga igual.
Es decir, que si Duque cambia al canciller para poner en su lugar al ministro de Comercio; y al de Defensa para reemplazarlo por el Consejero de Paz; y a la del Interior por el Canciller... ya sabe lo que le espera.
Y bien puede ir formando una asociación de neoliberales damnificados con Peña Nieto, Macri y el ya mencionado Piñera.