Aunque trascurran siglos, existirán motivos para profesar una religión, cualquiera sea la condición social, política, costumbres, cultura.
Religión, entendida como un conjunto de creencias, de normas de comportamiento, ceremonias, oración o sacrificio en las que el hombre reconoce una relación con la divinidad (un dios o varios dioses).
Voltaire sobre la religión anglicana expresa en la V Carta Filosófica: “Un hombre libre, va al Cielo por el camino que más le acomoda. Sin embargo, cada uno puede aquí servir a Dios a su modo”.
Federico Nietzsche en su obra El Anticristo escribe: “el budismo es la única religión verdaderamente positivista que nos muestra la historia, ya no afirma - “lucha contra el pecado”- sino que da la razón por completo a la realidad, llamándola - “lucha contra el sufrimiento”-.
Trascendental fue el Concilio de Nicea realizado en el 325, convocado por el emperador Constantino, al establecer que el Domingo de Resurrección se festejara el domingo siguiente al de la primera luna llena, precedida por 40 días de cuaresma, recordando los días que pasó Jesucristo preparándose para su sacrificio en el desierto.
Decisión que otorgó al mundo cristiano la oportunidad de reunirse masivamente en una misma celebración sagrada.
El evangelista Mateo registra la complacencia de Jesucristo cuando nos reunimos en torno a Él, cap.18(19-20): “os digo en verdad, porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”, igualmente señala a sus apóstoles Cap. 28 (20) “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Concordantes las celebraciones en el calendario cristiano, acompañadas por la Sagrada Eucaristía, fuente y cima de la vida cristiana, nos motiva para congregarnos simultáneamente en un solo propósito, de lo contrario las festividades se realizarían según las preferencias de los habitantes de cada región en fechas diferentes.
San Agustín decía: “Alaba mi alma, Señor, para que te ame, y reconozca tus misericordias. Nuestra alma se apoya en las cosas que has creado, de modo que se levanten hacia ti desde su debilidad y así nos puedan ayudar en nuestro camino hacia ti”
Algunos afirman que la imagen de Cristo expuesta en un templo constituye idolatría, recordemos que existe en cuerpo y espíritu, llevarlo al subconsciente colectivo es beneficioso para la humanidad.
Hechos 1(1-11) “Cuando Jesús se elevó al cielo y una nube les ocultó a sus ojos, los apóstoles entendieron su promesa de regresar tal como lo vieron irse al cielo”.
Existen grupos que para librar de los pecados a sus “hermanos” le traen a su imaginación la figura del demonio.
A Jesucristo no lo quieren ver en los templos, pero al diablo si lo perpetúan en el subconsciente de los pecadores. Eso sí es idolatría.