¿Acaso Gustavo Petro cree que los colombianos somos estúpidos cuando plantea que “no se gastará un solo peso de la reforma tributaria ni de la inversión social en aviones de combate”? Entonces, señor presidente, ¿cómo piensa pagar los 13 billones de pesos (aproximadamente) que costarán los 16 aviones de guerra Rafale, de última generación, que está negociando? ¿Acaso saldrán de su bolsillo?
Su ministro de guerra, Iván Velásquez, dice que se comenzarán a pagar en cinco años cuando: “esta inversión se pueda realizar bajo mejores condiciones económicas” ¿Qué clase de bola de cristal consulta Velásquez que le da esa visión futurista de Colombia tan positiva?
Precisamente en los próximos años Colombia sentirá cada año con más fuerza los resultados de la arbitraria, excesiva y apresurada reforma tributaria que acaba de pasar el gobierno a pupitrazos en el senado, sin contemplar los posibles estragos económicos que dicha reforma causará.
Además, adquirir compromisos de deuda futura de esa magnitud, cuando estamos a portas de una recesión, y los intereses están a uno de los niveles más altos de los últimos tiempos es un garrafal error. Cada centavo obtenido de dicha reforma fue ofrecido por Petro para desarrollar costosísimos programas sociales que, sin duda, se verán afectados por esta compra.
Tarde o temprano tendremos que pagar los aviones y la plata saldrá del presupuesto nacional, del dinero que pagamos los contribuyentes de acuerdo con la reforma tributaria para hacer una gran inversión social.
¿A quién pretende engañar Petro “descriteriado”, en toda la extensión de la palabra, como lo llama Ernesto Rodríguez Medina en su columna del El Nuevo Siglo, 22 de diciembre?
Como muchos lo dicen y muchos más lo piensan, Petro está dando pasos de ciego cada vez con más frecuencia. Sus declaraciones y decisiones son cada día más desatinadas y sin criterio. ¿Acaso se le subió el poder a la cabeza, u olvidó sus promesas de campaña? ¿Va a traicionar a quienes lo eligieron a solo 4 meses de gobierno, se va a desenmascarar así de rápido? Quizá hay más detrás de la compra millonaria de estos aviones. Sin duda, en esta negociación billonaria hay abundante plata para repartir.
Y, ¿qué de su paz total? El ministro de Defensa, sin siquiera sonrojarse, nos dice que “en el marco de la paz total, la interdicción aérea -las misiones asignadas a estos aviones- son un indicador de la defensa de la vida y no de la guerra”. ¡Ja! Así que va a comprar 16 aviones de guerra para hacer la paz y defender la vida ¡Qué cinismo tan descarado el de este par de personajes!
Quizá, a quién Petro pretende asustar y mantener a raya es a sus amigos más queridos en el vecindario, Nicolás Maduro y su millonario Cartel de los Soles, quienes amenazan a las disidencias de las Farc y al Eln, enquistados en el vecino país, y a Daniel Ortega, quien pretende apoderarse del Caribe colombiano.
Los colombianos, hasta los que conforman el enmermelado Pacto Histórico, no son estúpidos; ya están comprendiendo qué gran farsante es Petro, quien durante el gobierno de Iván Duque atacó con furia magistral la compra de estos aviones tildándolos de “asesinos de niños”. Sin embargo, hoy insiste en que son para la paz. ¡Aquí hay gato encerrado! Y abundantes mentiras.