Actualizar los programas | El Nuevo Siglo
Viernes, 16 de Septiembre de 2022

En estos tiempos de obsolescencia programada, sería importante preguntarnos si requerimos actualizar ciertos programas para fluir mejor en la existencia.

Tenemos varios tipos de programas vitales: los heredados de nuestros ancestros; los que tomamos de los entornos en los que nacimos, crecimos y vivimos; y los que creamos, consciente e inconscientemente. De los primeros, me ocupé hace algunos días en este espacio: como hijos, tenemos derecho a tomar los que nos sirven y a soltar los que no. De mamá, papá y los linajes materno y paterno aprendemos las formas de expresar el afecto, relacionarnos con nosotros mismos y los demás, poner o no límites, los valores básicos, patrones de salud y enfermedad…Por los ancestros también llega lo cultural: las ideologías políticas y religiosas, que luego en la educación y el trabajo se refuerzan o transforman. Con toda esa mezcla compleja, nos queda espacio para construir nuestros propios programas.

Muchos de ellos corren en nuestras mentes sin que nos demos cuenta. Son tan automáticos como el sistema operativo de un computador. El avance real en la vida se da cuando nos damos cuenta de todos nuestros programas y elegimos en forma consciente si nos los dejamos instalados o si los desactivamos para dar espacio a otros que nos permitan crecer. ¿Cuáles no nos ayudan a evolucionar, tanto individual como colectivamente, porque funcionan como virus que atascan la existencia?

Aquí te comparto una pequeña lista de los que considero más nocivos, así se hayan hecho populares a fuerza de manipulación y desconexión: creer que podemos disponer de una vida y segarla, sea la propia o ajena; satanizar el error; competir y ufanarnos de ello; excluir a quien se equivoca; y pensar que no podemos retroceder ni rendirnos. Hay más programas nocivos, por supuesto.

Aún hoy existe la pena de muerte en muchos países del mundo; sí, aún hay guerras. Ese pensamiento bélico es el que valida el competir e imponerlo sobre el cooperar, herencia de un hetero-patriarcado instalado en la humanidad desde hace milenios, visión excluyente de quien es distinto, aunque tenga derecho.  Es la misma visión que nos lleva a luchar por las cosas, en confrontación permanente, como si no pudiésemos alcanzar los propósitos desde el diálogo y la construcción colectiva.  Es el mismo paradigma que nos lleva a castigar el error, en vez de comprenderlo y aprender de él, y a creer que si nos rendimos somos menos.

Yo crecí, como casi todos, con estos programas. Y tengo -tenemos- derecho a reflexionar sobre su utilidad en la vida. Soltar esos virus no es fácil, me consta.  Y con gran dificultad podemos hacerlo. De lo contrario, la obsolescencia no será de los programas, sino del alma.

@edoxvargas