Hace 50 años Neil Armstrong fue el primero en llegar a la luna. Los astronautas después de dar un salto al vacío se preguntaban si volverían a pisar su propio planeta.
En este siglo XXI ha surgido un personaje sobrenatural, el padre Francisco de Roux, quien nos ha presentado un Informe de la Comisión de la Verdad, denominado por el columnista Jorge Echeverry: “Nuevo Catecismo de Francisco de Roux”.
Informe que, para muchos, constituye verdad revelada, pues nos lleva por el camino de la reconciliación.
¡Gran paradoja! Mientras Neil Armstrong y sus tripulantes descendieron a la Tierra, Francisco de Roux y el insensato ministro de Educación, Alejandro Gaviria, residen en la luna.
Pretenden que el informe de la Comisión de la Verdad sea conocido en escuelas y colegios para sensibilizar a la juventud sobre el perdón, reparación, verdad y no repetición, argumentando que es necesario conocer la verdad para no repetir los errores.
Paola Ochoa, en el diario El Tiempo, inteligentemente establece una gran diferencia entre conocer la historia de muchos años atrás y conocer la historia de nuestros tiempos: “Cierto es que en Alemania es obligatoria la cátedra de Holocausto a partir de los 15 años y como parte del programa de Historia Alemana. En Colombia, por el contrario, la guerra está lejos de acabar, aún subsiste el principal motor de combustión detrás del eterno conflicto en el que vivimos los colombianos”.
Los deseos de Francisco de Roux y Alejandro Gaviria de llevar el informe a los jóvenes que se encuentran en una etapa inicial de su personalidad, en la que esferas sociales y culturales marcan sus valores y creencias, producirá efectos negativos en la sociedad, engendrando resentimiento y venganza.
Está demostrado que, ante la mente dócil de jóvenes, cualquier motivación será instrumento para estar en contra de las instituciones, como lo ha hecho Fecode, aprovechando las protestas ciudadanas para obligar a los niños a marchar, en lugar de orientarlos pedagógicamente hacia el bienestar de la comunidad.
Esto me recuerda la tragedia de Rubén Darío Lizarralde, Alcalde de la localidad de Santa Fe, cuando quiso celebrarle la navidad a los niños en un barrio marginal. Fue recibido con arengas revolucionarias por estudiantes adoctrinados previamente. Lanzaron elementos explosivos contra el Alcalde, a tal punto que estuvieron cerca de desfigurarle el rostro, todo ello ordenado por el párroco del barrio, perteneciente a la misma comunidad del padre Francisco de Roux.
La obligación del Estado para lograr la paz debe ser la de estimular el cerebro de los estudiantes con aspectos positivos, visualizándoles condiciones saludables, con oportunidades de triunfo, no con odios. De no hacerlo, estarán condenados al fracaso.
¿Será viable que con el informe de la Comisión de la Verdad los jóvenes tendrán la capacidad de perdonar, restaurar y no repetir, orientados por organizaciones de izquierda?
¡Sembremos paz y no violencia!