Adriana Llano Restrepo | El Nuevo Siglo
Viernes, 14 de Noviembre de 2014

Demagogia

 

En El Libro del Filósofo Nietzsche vaticinó que “a determinada altura todo coincide y se identifica: las ideas del filósofo, las obras del artista y las buenas acciones”. Y por cuenta de esto, la demagogia de Petro lo ha convertido en nuestro nuevo mesías: uno de izquierda.

La decisión de Petro de obligar a 372 familias desplazadas a vivir en El Retiro, El Chicó y Santa Bárbara, no es más que un acto mesiánico de discriminación positiva, que no mide los efectos colaterales y que es, sobre todo, un desprecio desde la institucionalidad a la diferencia y a las capacidades del ser humano para remontarse sobre la adversidad.

La medida coactiva de Petro es socialismo recalentado ya que pretende implantar un estado de igualdad que sólo es posible en los textos pero no en la praxis y menos atacando libertades individuales y derechos de otra minoría: el estrato seis. Borra además todas las diferencias y mete en un mismo saco a desplazados de distintas  violencias, múltiples procedencias, particulares idiosincrasias negando de un tajo la diversidad cultural. 

Nuestras ciudades tienen guetos imaginarios, de clase alta y de clase baja; en Cali, por ejemplo, la Avenida Simón Bolívar es una herida abierta que por décadas mantuvo a raya a los negros hasta que estos la cruzaron, se volvieron mayoría y no hay frontera que los pueda invisibilizar. Bogotá es aún más excluyente y los tres barrios escogidos por Petro para su embeleco político, son junto a Rosales, Santa Ana y La Cabrera, refugio de una cerrada clase social alta. 

Irrumpiendo con el poder que le da su cargo no va a generar el cambio cultural que su experimento social requiere. A la fuerza no va a lograr que los desplazados sean considerados un legítimo otro en la convivencia ni con demagogia se restaurará su dignidad. Petro los va a someter a la iniquidad de no poder hacer mercado en Carulla, comprar en Andino, estudiar en el Liceo Francés, curarse en la Clínica de El Country, reunirse en el Gun Club y retozar en el Parque del Museo de El Chicó.

Generará eso sí, un incremento del resentimiento social y lejos de propiciar oportunidades para los desplazados los agraviará y les dificultará aún más la restauración de sus derechos, el ejercicio de sus deberes y la inserción en la economía de la ciudad.

De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. Y el de Petro también.