Celulares en las aulas: no desterrarlos, pero tampoco darles rienda suelta | El Nuevo Siglo
Los niños deben estar supervisados por un adulto. / Daniel Soriano - EL NUEVO SIGLO
Viernes, 6 de Septiembre de 2024
Redacción Cultura

Los teléfonos inteligentes, las tabletas y las computadoras ofrecen una amplia gama de beneficios, pero también representan una serie de riesgos, especialmente para los niños y adolescentes. En respuesta a este creciente uso, la Agencia de Salud Pública de Suecia ha emitido recientemente una serie de recomendaciones que destacan los efectos negativos del uso excesivo de pantallas en las generaciones más jóvenes.

Un estudio realizado por la Universidad de la Sabana reveló los preocupantes efectos adversos en la salud de niños y adolescentes debido al uso frecuente de dispositivos móviles. Entre los hallazgos más relevantes, se encontró que el 43 % de los participantes, de edades entre 10 y 17 años presentan algún grado de dependencia de los dispositivos móviles. Además, el 56 % de ellos sufre dolores musculoesqueléticos, especialmente en la espalda, mientras que el 46 % reporta problemas con los hábitos de sueño. Estos problemas se incrementan con la edad y son más comunes en mujeres que en hombres.

El estudio también señala que los jóvenes con mayor dependencia de los dispositivos tienden a ser más sedentarios, lo que incrementa el riesgo de desarrollar enfermedades no transmisibles como obesidad, depresión y trastornos de ansiedad. Según Margareth Lorena Alfonso Mora, doctora en Ciencias de la Educación y el Deporte y una de las investigadoras, este comportamiento no solo afecta la salud física de los estudiantes, sino que también compromete su desarrollo psicomotriz en las primeras etapas de vida, lo que subraya la importancia de regular el uso de la tecnología en edades tempranas.

Impacto en el sueño y la salud mental

La Agencia de Salud Pública de Suecia ha advertido que los niños menores de dos años no deberían tener acceso a las pantallas. A medida que crecen, el tiempo frente a las pantallas debe regularse cuidadosamente. Para los niños entre dos y cinco años, se recomienda un máximo de una hora diaria. Para aquellos de entre seis y doce años, el límite debería ser entre una y dos horas diarias. En cuanto a los adolescentes de 13 a 18 años, la recomendación es que no pasen más de dos o tres horas al día frente a una pantalla.

Jakob Forssmed, ministro de Salud Pública de Suecia, indicó que los adolescentes de entre 13 y 16 años pasan, en promedio, seis horas y media al día frente a una pantalla, sin contar las horas que pasan en la escuela. Este exceso de tiempo afecta negativamente la participación en actividades en grupo, la actividad física y el sueño adecuado.

Uno de los efectos más alarmantes del abuso de los dispositivos es el impacto en el sueño. Forssmed destacó que Suecia enfrenta una "crisis del sueño", ya que más de la mitad de los estudiantes de entre 15 y 16 años no duermen lo suficiente. Además, recomiendan evitar el uso de pantallas antes de dormir y dejar los dispositivos fuera de la habitación durante la noche. Según estudios citados por la Agencia, el exceso de tiempo frente a la pantalla puede provocar síntomas de depresión, afectar negativamente el cuidado personal y fomentar el aislamiento.

La falta de sueño, además, está directamente relacionada con el rendimiento académico y la salud mental de los adolescentes. El uso excesivo de pantallas interfiere con la capacidad de concentrarse, de descansar adecuadamente y de establecer relaciones saludables con los demás. Esto pone de manifiesto la necesidad urgente de regular el tiempo frente a las pantallas en niños y adolescentes.

¿Retirar las pantallas podría ser beneficioso?

En el ámbito educativo, la presencia de pantallas ha generado un amplio debate. Muchos expertos coinciden en que el uso de dispositivos electrónicos en las aulas puede ser contraproducente. 

Al respecto, Juliette Ospina, docente del programa de Diseño de Experiencias Interactivas de la Universidad Central, afirmó a EL NUEVO SIGLO que retirar las pantallas del aula de clase puede tener beneficios significativos. Según Ospina, los niños que pasan mucho tiempo frente a pantallas tienden a perder habilidades clave, como el razonamiento espacial, que es crucial en las primeras etapas del desarrollo.

"Es importante que los niños comprendan completamente la relación entre su cuerpo y el espacio", aseguró Juliette Ospina, quien agregó que retirar las pantallas puede fomentar la concentración y el enfoque en las actividades dentro del aula. El hecho de que los estudiantes se desconecten de las pantallas les permite prestar más atención a su entorno, lo que mejora su capacidad de concentración y reduce la dependencia de la dopamina que generan las interacciones digitales.

Sin embargo, también destacó que las pantallas no deben considerarse como un intruso en la vida diaria, ya que son herramientas esenciales en el trabajo, la educación y el entretenimiento. "Las pantallas no son el enemigo, pero es necesario regular su uso y enseñar a los niños a utilizarlas de manera crítica y eficiente", afirmó. Según la docente, es vital que los niños y adolescentes desarrollen habilidades como la búsqueda, filtrado y organización de información, que son esenciales en la era digital.

El uso de la inteligencia artificial (IA) en la educación

Otro aspecto relevante en el debate sobre la tecnología en la educación es la inteligencia artificial (IA). Ospina señala que la IA es una herramienta poderosa que, bien utilizada, puede mejorar los procesos de aprendizaje. Sin embargo, subraya que, al igual que cualquier herramienta, debe aprenderse a usarla de manera adecuada. "La inteligencia artificial no es un concepto lejano o abstracto; es una herramienta más, como un martillo o un serrucho. Si no se sabe utilizar correctamente, puede causar más daño que beneficio", explicó Ospina.

Por su parte, Ricardo Fonseca, docente experto en inteligencia artificial de la Universidad Tadeo, coincidió con Ospina en varios puntos clave. En entrevista con EL NUEVO SIGLO, manifestó que retirar los dispositivos electrónicos de las aulas puede mejorar significativamente la concentración y el rendimiento académico de los estudiantes: "Sabemos que las notificaciones de redes sociales, los juegos en línea y las aplicaciones no relacionadas con la educación son una fuente constante de distracción".

Fonseca subrayó que al retirar las pantallas se fomenta la interacción social entre los estudiantes: "si un estudiante no está pegado a una pantalla, tiene una mayor oportunidad de interactuar con sus compañeros y desarrollar habilidades sociales y de comunicación". Estas habilidades son esenciales en la actualidad, ya que muchas de las actividades laborales y académicas dependen de la capacidad de comunicarse y colaborar eficazmente con los demás.

Además, Fonseca señaló que el uso excesivo de pantallas puede generar adicción, tanto en niños como en adolescentes, pues "no es un secreto que las pantallas generan altos niveles de dopamina, lo que puede llevar a la dependencia". Ello no solo afecta el bienestar emocional, sino que también aumenta el riesgo de problemas de ciberseguridad y privacidad. "La exposición constante a dispositivos móviles y aplicaciones puede convertir a los jóvenes en víctimas de ciberacoso y otros riesgos en línea", advirtió.

La necesidad de regular el uso de la tecnología

El uso de dispositivos tecnológicos es una realidad inevitable en la vida moderna. Sin embargo, los riesgos asociados con el uso excesivo de pantallas, especialmente en la niñez y la adolescencia, no pueden ser ignorados. Desde problemas de sueño y salud mental hasta la falta de interacción social y la disminución de la concentración, los efectos negativos son numerosos y preocupantes.

Así las cosas, los expertos coinciden en que es esencial regular el tiempo frente a las pantallas y fomentar un uso crítico y consciente de la tecnología. Si bien las pantallas ofrecen grandes beneficios en términos de educación y entretenimiento, su uso debe ser cuidadosamente gestionado para proteger el bienestar físico y emocional de las generaciones más jóvenes.