Adriana Llano Restrepo | El Nuevo Siglo
Viernes, 21 de Noviembre de 2014

Lenguajear

 

Los acontecimientos nacionales y locales de los últimos días, ligados unos al anhelo y construcción colectiva de una vía que nos lleve a la concordia, y otros al desprecio existente entre semejantes y conciudadanos separados por la estratificación social - entelequia tan grande como la paz-  me hacen pensar en un término acuñado por el biólogo y epistemólogo chileno Humberto Maturana: lenguajear.

El lenguaje como verbo, no como sustantivo; eso es lenguajear: “una manera de vivir juntos en las interacciones recurrentes (…) como miembros de una comunidad”. Mucho más que una simple transmisión de información de un individuo a otro. E incluso, mucho más que un tema de contexto.

El contexto nos divide. De acuerdo con aquel en el que estamos inmersos, el lenguaje connota de una manera o de otra. Y surgen usos para las palabras y neologismos para nombrar y renombrar.

El lenguaje nos separa y el lenguajear allana el camino para que más allá de cualquier polarización -política, ideológica, idiosincrática, cultural, social, económica­-  podamos mirar al otro no como un extraño sino como un legítimo otro en la convivencia. Parece una utopía. Pero es viable.

El acontecimiento nacional más importante de la semana nos muestra que a la diestra y a la siniestra, que gobierno y oposición, todos estamos ahítos de guerra y que deseamos para nuestros hijos una Colombia mejor. Pero mientras Santos y Uribe no se sienten a lenguajear, cada mitad del país tirará para su lado, hasta que la cuerda se rompa.

El lenguaje divisionista encontró su oportunidad macabra en el secuestro -retención dirán otros- del brigadier general Rubén Darío Alzate Mora y en la consecuente congelación -ruptura expresarán otros- de las conversaciones en La Habana.

Por su parte el suceso local más significativo de los últimos días, la posibilidad de que personas pudientes y personas despojadas de todos sus derechos por causa del conflicto interno armado coexistan en un mismo sector o barrio de Bogotá, nos reveló lo cruentos que podemos ser desde el lenguaje.

Mientras Petro no asuma que es el alcalde de todos y no solo de sus correligionarios, no dejará de ser un incendiario desde el lenguaje. Debe aprender a lenguajear con quienes no pensamos como él, no vivimos como él, no nacimos donde él, pero creímos en él.

Lenguajear nos permitirá el entrelazamiento emocional y empezar a inventar la convivencia ciudadana, sin abdicar a lo que somos, sin renunciar a nuestra patria interior.