Dentro del desorden monumental que caracteriza la “paz total”, se dijo que antes de sentarse a la mesa de negociaciones con los grupos narcotraficantes de alta peligrosidad era indispensable una ley a la que se le dio el nombre de “ley de sometimiento”, que les diera pauta y disciplina a estos diálogos.
Se alcanzó a presentar un proyecto de ley en tal sentido al Congreso, luego de encendidos debates. Aquel proyecto trazaba los grandes rasgos de la política criminal que deben aplicarse en los diálogos con los interlocutores de alta peligrosidad cubiertos por el ambicioso manto de la “paz total”.
En efecto: en dicho proyecto se definían entre otros muchos asuntos las penas que habrán de imponérsele a los grupos que se sometan y a sus cabecillas; las obligaciones de entregar rutas del narcotráfico y demás informaciones necesarias para el desmantelamiento de las bandas criminales; el papel de las autoridades regionales; la entrega de sus patrimonios ilegales y de las armas; y, en fin, todo el aparataje de política criminal que se supone debe regular las conversaciones de paz con estos grupos de alta peligrosidad.
Este proyecto de ley quedó aplastado en el trámite parlamentario por el alud de otras reformas (salud, pensiones y relaciones laborales), hasta el punto de que muy difícilmente va a salir adelante en esta legislatura; y en todo caso no lo será antes de que empiecen los diálogos con el grupo de alias “Mordisco”.
Ahora bien: se ha informado que el 16 de mayo se inician negociaciones formales de paz con el grupo denominado del “estado mayor central de las Farc” comandado por alias “Mordisco”, que nunca aceptó las anteriores negociaciones, pero que ahora hace un sonoro ingreso al escenario de la paz en concurrido evento que contó con millares de asistentes y que tuvo lugar en los llanos del Yarí. Pidiendo, además, que la sesión inaugural de estas negociaciones se celebre en Noruega.
De esta manera se iniciarán los diálogos sin que la famosa ley de sometimiento esté lista, que, como van las cosas, no estará aprobada sino dentro de varios meses.
Una pregunta obvia surge: ¿entonces la famosa ley de sometimiento no se necesitaba? ¿O sí se necesitaba, pero mientras tanto se irá improvisando sobre la marcha mediante decisiones ad- hoc que irá tomando la consejería de paz? ¿Y qué va a pasar si en la mesa de negociaciones se hacen concesiones que luego resulten reñidas con lo que disponga la ley de sometimiento, si es que algún día nace a la vida jurídica? ¿O lo que puede ser aún más grave: ¿qué pasa si las exigencias que se les hagan a este grupo -que, recordémoslo bien, es una agrupación narcotraficante de alta peligrosidad- no se hacen oportunamente en lo relacionado con zonas de cese al fuego, entrega de patrimonios mal habidos, o informaciones para desmantelar rutas de trasiego de drogas?
Las concesiones que se otorguen eufóricamente en la mesa de negociaciones sin que haya una ley de sometimiento como telón de fondo, muy difícilmente podrán ser rectificadas cuando salga la famosa ley.
Tampoco se conoce con precisión si se le reconocerá estatus político a este grupo. María Jimena Duzán tiene razón cuando escribe: “Mordisco y sus hombres han corrido con suerte: la paz total de Petro les ha reconocido un estatus político que evidentemente no tienen y que van a tener que prefabricar”.
En esto de la “paz total” podemos estar pues corriendo el riesgo de ver una máquina andando a dos velocidades: por un lado, los diálogos con el Eln que a juzgar por las declaraciones de sus altos jerarcas en especial de Antonio García pueden desenvolverse dentro de plazos “calentanos”, es decir, de nunca acabar. Y, por otro lado, los diálogos con los grupos narco traficantes como los que empiezan en mayo con la banda de “mordisco” que- sin ley marco que las organice- pueden tomar una velocidad insospechada y malsana.
Pero eso tal vez es la dinámica inexorable a que entraña la caótica “paz total”.