ALBERTO ARZAYUS | El Nuevo Siglo
Viernes, 20 de Julio de 2012

Las vacaciones

 

Sopla la brisa en la Sala de Conciertos a orillas del lago Ontario. Los peregrinos avanzan por el bosque envuelto en la penumbra del atardecer. Llevan vestuario de verano y las sillas para sentarse. Se acomodan sobre el prado: la mayor parte frente al escenario, el resto a los lados en la proximidad de los árboles. Algunos tienden mantas para acostarse en la hierba. Las gaviotas y otros pájaros marineros dan vueltas sin cesar, al igual que los muchachos, felices del reencuentro con la naturaleza. Son parte vital del proceso de crecer con música. El Concierto se inicia con el Himno Nacional, que se canta con reverencia.

Se denominan vacaciones los días en que las personas que trabajan o estudian toman un descanso total. La palabra deriva del latín vacans, participio del verbo vacare: estar libre, desocupado, vacante. Por costumbre, quienes toman vacaciones realizan actividades recreativas alejados de las ciudades donde viven o localmente. Las vacaciones son un medio excelente para superar la ansiedad y dejar atrás tensiones estresantes. Muchas personas argumentan que consideran indispensable la soledad, y el tranquilo aislamiento, arrancándolas de la barahúnda de las ciudades. Este retiro debe propiciar un reencuentro en la profundidad del propio ser, lejos del entorno cotidiano. Vacaciones breves y reiteradas proporcionan una especie de cura o convalecencia natural.

Volviendo al presente, el inconfundible aroma del maíz fresco se extiende por toda la casa avivando el apetito: la fila de comensales va creciendo. De color blanco o amarillo se prefieren las arepas más delgadas, que se vuelven crujientes cuando se calienta la masa de maíz. La tanda inicial desaparece en segundos “con quemada de lengua incluso” sin tiempo para añadir algún aderezo, antes de gustar el sabor crocante de nuestra querida América indígena. Como quien dice sólo falta una deliciosa y reanimante taza de café colombiano para completar.

Muchos de estos indígenas, campesinos de ciudad que como dice la canción: “dejaron su campo, cambiaron su vereda por una calle asfaltada, su cielo de abril por un techo de lata, y su burro y su buey por un bus de nostalgias. Y eso de arriar vacas o sembrar en el pavimento no lo conocen. Tan solo quieren volver a lo suyo: es lo que saben hacer”. Menos mal tienen al Congreso que los defiende. O así se espera, ante el inmediato rechazo nacional a lo ocurrido, favorecido por las redes sociales, cuanto ante la indiferencia de algunos y la complicidad de otros, se desconoce el sagrado juramento de velar por los más vulnerables y antes bien se piensa en aumentar los privilegios propios, peor aún en garantizar blindaje jurídico ante investigaciones en curso o aquellas que puedan iniciarse, o también en perpetuarse en el cargo. Dónde quedan: la imagen, la marca país, sembradas con tanto empeño. La favorable evolución democrática de nuestro pueblo.

Un buen ejemplo a seguir: en la campaña de protección del medio ambiente a través de los medios, se presta especial atención a los sitios que utilizan las mariposas Monarca para aposentarse en desarrollo de su proceso migratorio. Para tal efecto, en el vecindario ya han aparecido avisos identificando los sitios específicos que utilizan las mariposas, solicitando igualmente de paso, la colaboración de la ciudadanía en la campaña emprendida.