ALBERTO MEDINA MÉNDEZ | El Nuevo Siglo
Sábado, 19 de Abril de 2014

Habilidad de políticos

 

Los  políticos contemporáneos se han esforzado en desarrollar cierta envidiable habilidad que les permite no resolver problema alguno pero siempre bajo la premisa de conservar intacto su poder.
Muchas veces no tienen las soluciones a mano, no saben muy bien qué hacer al respecto, no disponen de plan alguno, ni mucho menos de alternativas para seleccionar, no tienen tampoco ideas creativas para poder aplicar con algún criterio a esa secuencia interminable de inconvenientes que la sociedad identifica con total claridad y que son parte del paisaje.
Los dirigentes políticos y la sociedad tienen mucho en común. De hecho, se parecen bastante en situaciones como estas. Ninguno quiere sufrir las consecuencias negativas de enfrentar los verdaderos dilemas que parecen preocuparlos. Aunque por diferentes motivos, tanto unos como otros, prefieren gozar de los tangibles y elocuentes beneficios del corto plazo y hacerse los distraídos para pasarla mejor.
Los políticos saben que prorrogar los nefastos impactos que irremediable se plantearán, les ahorra innumerables dolores de cabeza en el presente. Ellos tienen la ingenua esperanza de que los inconvenientes no se notarán demasiado en lo inmediato y que todo lo malo recaerá finalmente en "otro" período de gobierno, en el siguiente, o inclusive porque no en alguno más lejano aún.
La sociedad también tiene una ilusión bastante parecida, aunque igualmente cándida. Son muchos los que creen que si el efecto nocivo no aparece pronto, tal vez, con algo de suerte, termine diluyéndose lentamente y nadie tome nota de lo que ha ocurrido, como si los hechos pudieran evaporarse casi mágicamente.
Toda esta dinámica solo muestra la escasa sagacidad de una sociedad que se cree muy inteligente pero que peca de infantil. A su lado progresa y evoluciona una clase política equivalente, que se corresponde con lo que percibe, pero que le agrega a sus componentes naturales, esa imprescindible cuota de perversidad manipuladora que la caracteriza y la distingue sin disimulo.
El círculo vicioso está haciendo su parte. Nada hace pensar que pueda interrumpirse pronto. Una dirigencia política irresponsable, que vive de la coyuntura, que hace una gimnasia casi profesional de sus hábitos y rutinas, que se ocupa de no hacer lo adecuado y pone la totalidad de sus energías en engañar a la gente, ha decidido seguir sus propios pasos y no modificar ni su accionar ni su estilo ya conocido.
Los problemas están ahí, a la vista de quien quiera observarlos, son demasiado evidentes y ni siquiera tienen interés propio en ocultarse. Los discute la gente a diario, se queja la sociedad casi cotidianamente. Después de todo, los políticos están allí, firmes en su postura, siempre dispuestos a aportar en la línea habitual, a colaborar con su histórica tradición, a amplificar lo que mejor hacen, el arte de posponer.
albertomedinamendez@gmail.com