Estética olímpica
Hemos vivido durante las últimas semanas la grata experiencia de los Juegos Olímpicos y de modo especial este año, gracias a la cosecha de medallas que los deportistas colombianos han dado a nuestro país. Con la conquista de la medalla de oro en bicicross, Colombia ha podido experimentar un triunfo anhelado, profundamente significativo para un país sufrido y en guerra. Vale la pena hacer una lectura de lo que simbolizan los juegos olímpicos, que tome distancia de la tendencia a desvirtuarlos por su carácter mediático o a incluirlos dentro de los supuestos dispositivos de poder que “aquellos que dominan” utilizan como recurso para salvar los deteriorados conceptos de universalidad y nación. Considero que posturas como la de Bourdieu desconocen el valor simbólico del evento deportivo en cuestión.
¿Qué es lo que realmente simbolizan los juegos olímpicos para el mundo de hoy? Para responder la pregunta me acojo a la sugerencia de Bourdieu de develar “el referente doblemente oculto” presente en este espectáculo al que la gran mayoría accede por vía mediática y un pequeño grupo presencia en vivo y en directo. Lo primero, en este ejercicio de desdoblamiento es reconocer los medios de comunicación como lo que son y no especular sobre las posibles vías de manipulación que inevitablemente acontecen en las mediaciones. Dejado atrás este elemento distractor, el segundo paso será ver más allá de los hechos reproducidos y buscar en el espectador los motivos de su admiración y las razones por las cuales se disfruta al ver las distintas competencias deportivas. Este elemento también se puede buscar en el deportista, aunque desde su perspectiva, la reflexión nos llevaría por un rumbo que no quiero explorar aquí.
Los juegos olímpicos son un completo fenómeno estético. Por ello consiguen capturar la atención del mundo entero. No por la representación del propio país (porque ¿quién no disfruta las competencias de gimnasia o nado sincronizado, con independencia de si su país está participando?), ni por la sensación de universalidad (en realidad no creo que exista algo así). Es la experiencia estética de ver un cuerpo en movimiento que ha conseguido con constancia y voluntad, orientar todo su desarrollo hacia el dominio, casi perfecto, de un determinado ejercicio físico. En los juegos olímpicos el cuerpo humano es el protagonista, de modo radicalmente distinto -y por lo tanto, infinitamente más refrescante-, a como lo es en un desfile de modas o un concurso de belleza.
La variedad de formas corporales que se puede apreciar en los distintos competidores es sorprendente. En cada caso, los músculos adquieren un desarrollo que dice algo del ejercicio que permite desempeñar. Los ejercicios en los que el cuerpo debe “flotar” por un segundo en el aire gracias al impulso de los músculos únicamente, exigen cuerpos gruesos pero pequeños. Aquellos en cambio en los que se trata de avanzar velozmente o alcanzar una determinada altura, forman cuerpos esbeltos y altos. Y dentro de una misma disciplina se encuentran matices igualmente interesantes para el observador.
Una experiencia estética, en la que se puede presenciar en un mismo momento la diversidad de opciones que tiene el ser humano a través del ejercicio corporal, es la razón por la cual los juegos olímpicos son significativos.