Alejandra Fierro Valbuena | El Nuevo Siglo
Sábado, 3 de Noviembre de 2012

Medidas educativas

 

“Educar para la convivencia, el respeto y la prosperidad supone romper esquemas”

 

Medir  el conocimiento a través de pruebas compuestas por preguntas cerradas y que se aplican en escenarios que suponen altos grados de tensión y estrés, son las que estamos tomando como punto de referencia para juzgar si las nuevas generaciones han aprendido o no. Este esquema de medición del conocimiento tiene graves limitaciones que no se si ignoramos tan absolutamente como hemos querido creer. Son evidentes las falencias que perciben los estudiantes, padres y profesores en la aplicación de estos métodos de medición. Se omite en este esquema el hecho, ya ampliamente estudiado por la psicología y otras ciencias, de las múltiples inteligencias posibles en los seres humanos. La capacidad de relación, comprensión de los esquemas de mundo y habilidades artísticas son absolutamente omitidos por este modelo aun cuando se ha reconocido, en concreto para la situación que atraviesa nuestro país, la necesidad de educar en la convivencia y el respeto, competencias ambas para las cuales un alto puntaje en matemáticas o química poco tienen que decir.

La situación se agrava cuando se observa, más allá del problema educativo, los efectos que la aplicación de este tipo de pruebas trae en el ámbito económico y social. Por un lado la inversión del gobierno ha sido, al parecer, excesiva con respecto a la inversión que se hace en mejoras a las instituciones educativas y capacitación de los profesores. La contradicción en este asunto es total cuando se constata que se aplica, por igual, la famosa prueba de medición en todos los lugares del país sin antes garantizar un mínimo de condiciones inicial. El argumento de quienes apoyan este método es defender que no se trata de una competencia. Sin embargo, el resultado de las pruebas se publica y expone a la población como dato principal y casi único a partir del cual se puntúa en una interminable lista el desempeño de los planteles educativos. Desde luego, aquellos que ocupan los primero lugares tienen carta abierta para cobrar matriculas, mensualidades y bonos costosísimos y mirar por encima del hombro a los que están por debajo de su nivel.

Si llamáramos a las cosas por su nombre, esto sin duda seria una competencia abierta y descarnada.

Pero insistimos en una visión ingenua y desfasada de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser, pues al seguir aplicando las pruebas sin contar con sus consecuencias socioeconómicas y sus pocos efectos en la mejora de la educación estamos ahondando las diferencias y la discriminación social y evadiendo la urgente necesidad de educar de una nueva manera.

Educar para la convivencia, el respeto y la prosperidad supone romper esquemas. El primero de todos es el económico. La educación, para que sea de calidad, requiere una alta inversión en formación de profesores principalmente. La adecuación del entorno también es importante, pero no prioritaria, pues sin buenos guías no vale la pena  tener tecnología de punta. Poco a poco debemos ir debilitando el estrecho vínculo que se ha formado entre educación, competencia y alto nivel de estrés porque si no lo conseguimos las nuevas generaciones estarán cada vez menos preparadas para alcanzar la felicidad, y sin ese fin, ¿para qué educar entonces?