ALEJANDRA FIERRO VALBUENA, PhD | El Nuevo Siglo
Sábado, 11 de Octubre de 2014

¿Por qué duele el amor?

 

Cuando pensamos en el amor nuestra primera tendencia es describirlo como un sentimiento. Esta asociación no es gratuita. Responde a las dinámicas culturales y sociales en las que tiene lugar la experiencia amorosa en nuestra época. Si se revisa la literatura clásica se podrá constatar que el amor no siempre ha sido entendido como un sentimiento y menos aún como un tipo de experiencia que tiene relación con el dolor. Al contrario, el amor ha sido entendido por las grandes tradiciones como aquella capacidad humana capaz de derrotar el dolor y a través de la cual es posible resistir al sufrimiento y por tanto, acercarse a la felicidad a pesar de las adversidades.

En nuestros tiempos el amor ha quedado encasillado por una concepción romántica que lo asocia únicamente con el estado sentimental que produce el enamoramiento o la fascinación por otro. Este estado ha sido representado hasta la saciedad por el cine comercial y novelas rosa. Si se observa la estructura de las historias que allí se cuentan se podrá ver que se concentran en la etapa de conquista, de descubrimiento de otro, y de anhelo de posesión. Ya sea con un amor no correspondido o un triángulo amoroso, lo único que se tematiza en dichas representaciones es el campo sentimental que se despliega alrededor de la búsqueda de encuentros o desencuentros. En estos escenarios priman emociones intensas que fluctúan desde el entusiasmo hasta la decepción. A este escenario hay que añadirle que cuando en el cine se busca recrear lo que sucede después del enamoramiento, es decir, lo que acontece en la cotidianidad, para que sea interesante se le suele añadir un alto grado de drama que normalmente tiene que ver con situaciones dolorosas.

Esta comprensión de las relaciones amorosas crea expectativas en aquellos que buscan pareja que poco o nada tienen que ver con la realidad. Por un lado, aparece el anhelo de sentimientos y emociones satisfactorias y por otro un temor casi enfermizo a la posibilidad de no encontrarlos. Este temor produce además profundos sufrimientos. Así las cosas, la persona que se enfrenta a una relación real y que tiene como meta este marco sentimental sufrirá graves decepciones dado que por lo general las relaciones implican, solo en cortos instantes, fuertes emociones, pero se componen la mayoría del tiempo de estados emocionales poco fluctuantes (que para nuestros tiempos podrían ser catalogados de aburridos). Estas falsas expectativas que responden a una incomprensión del amor llevan a que cada vez más personas prefieran evitar el encuentro con otros en lugar de sufrir una decepción, que desde luego no tiene que ver con el otro, sino con su imagen errada de la realidad.

La socióloga Eva Illouz explora en su libro Why love hurts? las dinámicas sociales que nos han llevado a construir esta idea sentimental del amor y al mismo tiempo ofrece pistas de comprensión para desenmascarar el autoengaño que tantas veces mantiene a las personas alejadas de la posibilidad de amar en realidad. Como sociedad estamos en la obligación de devolver al amor su lugar a través de una comprensión más ajustada a lo que esta capacidad realmente es.