ALFONSO ORDUZ DUARTE | El Nuevo Siglo
Sábado, 3 de Mayo de 2014

Pobre Bogotá
 

La lamentable situación  que ha vivido Bogotá en últimos los meses, digamos mejor en los  últimos años, y que continúa, no deja de suscitar inquietudes y menos de sorprender con respecto a nuestra organización institucional que permite que una ciudad como la capital esté sumida en el desorden o caos que vive actualmente. El sucesivo cambio de alcaldes se ha dejado sentir negativamente en la vida diaria y en las perspectivas. La presencia de Lucho Garzón, luego Moreno, seguido de Clara López quien se manejó bien en los pocos meses que estuvo al frente de los destinos, tan bien, que le abrió la puertas a su actual posición de candidata, seguida por Petro, la joya de la corona en ineptitud, ha sido una lacra para nuestra capital. ¿Tendremos que hacer responsables del caos a los alcaldes que hemos tenido que sufrir en los últimos diez años o a la organización jurídica y política que nos hemos dado? Asuntos o resultados de la democracia, dirán los entendidos. Para nosotros, los que no somos versados en estos temas o quizás solamente los podemos entender por los tozudos resultados que debemos vivir a diario, ¿tendremos que resignarnos? Difícil opción, desde luego.
Idas y venidas que nos tienen sumidos en el caos administrativo: basuras que no se recogen con la prontitud y eficacia que la salud pública exige, las vías por las cuales se transita con tanta dificultad y en tan mal estado, pero eso sí recorridas por unos buses de una linda presentación, ocupados por dos o tres pasajeros, pero las vías escasas en la ciudad; si no fuera así no habría lugar a queja u observación alguna por este concepto.
La tutela que se incorporó a nuestra flamante Constitución del 91, como ha sido llamada la que se proclamó en tal año, la instituyó para que los ciudadanos desvalidos pudieran hacer valer sus derechos no reconocidos, en forma eficaz y expedita, ha tenido un desarrollo que ha desvirtuado su razón de ser. Hoy los jueces que abocan su conocimiento, así como los abogados litigantes, han desvirtuado la esencia y el fondo de su existencia hasta llegar a que un juez de tierras por medio de una providencia dispone sobre un tema que rectifica disposiciones del Consejo de Estado, del Procurador y obliga al Presidente, respetuoso como el que más del Poder Judicial, a restituir a Petro quien ya había sido remplazado por dos personas nombradas por él. En menos de año y medio tres alcaldes: uno elegido, Petro, con el quince por ciento de los ciudadanos aptos para votar en Bogotá, Pardo encargado, mientras el partido en cuyo nombre fue elegido Petro presentaba sus candidatos y luego la señora Maldonado, que supongo sea la persona que menos tiempo ha ocupado la alcaldía de la capital, 24 horas. Aunque no es de buen recibo "pobretear" a nadie, si vale decir: Pobre Bogotá. Más desorden y desgreño institucional es difícil imaginar.