ALFONSO ORDUZ DUARTE | El Nuevo Siglo
Sábado, 5 de Julio de 2014

Valledupar   

 

El ejercicio profesional que me llevará hasta las puertas del cementerio, me condujo en esta ocasión a Valledupar en el Cesar. Tengo que participar a mis lectores que tuve la ocasión de dirigir la construcción de la carretera denominada Variante de Pavas que discurre entre Chiriguaná y Fundación, para mencionar las poblaciones más pobladas que une. De esto hace ya bastantes años; conocí entonces a Valledupar como una población típica de la costa con calles polvorientas que invitaban a la modorra. Esta carretera ya está en servicio hace años. Disminuye el tiempo de viaje a Santa Marta atravesando una región muy rica y bonita; su clima ardiente invita a la modorra, por lo menos a los cachacos acostumbrados a climas “más benignos”; si es que ese clima ardiente no lo fuera. Pienso que los cachacos en el fondo le tienen envidia en la acepción del deseo de lo que no se posee, mas no en la del pesar o tristeza del bien ajeno. El clima, la amplitud del paisaje, la alimentación entre muchas otras condiciones y cualidades ubica a los costeños como una etnia diferente a la del interior. Dicen en el interior que son perezosos, afirmación absolutamente alejada de la realidad. Otra cosa es que sean indisciplinados, “cualidad” que ellos mismos reconocen y aceptan y los del interior envidian. Toda estos comentarios que siempre los tengo presentes con respecto a los costeños no son sino la disculpa para contar a mis fieles lectores que mi visita a Valledupar fue como si la hubiera realizado por primera vez. Si los vallenatos son costeños no es precisamente por las costa del mar; por su temperamento y quizá porque formaron parte del Magdalena hasta cuando se reconoció que eran vallenatos. Desde el punto de vista urbanístico es otra ciudad completamente distinta a aquella que conocí. Vías en perfecto estado muy bien arborizadas; un aeropuerto que está siendo modernizado digno de una urbe no solamente como es la capital de un próspero departamento, sino corazón de una región que cubre otros departamentos. Agricultura, ganadería minería, servicios hacen de esta próspera ciudad un centro de actividades múltiples. Pero lo más importante es la impresión que le deja al visitante; una urbe con personalidad propia que le han dado sus habitantes con lo cual quiero significar la gran capacidad de acogida que tiene la gente vallenata. Amplitud, generosidad, amistad, son cualidades que adornan a la gente del Cesar y en particular de Valledupar.

Valledupar es una ciudad, en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta y la de Perijá, además bañada por varios ríos entre ellos el Cesar y el Gautapurí, tiene sus propias características; una de ellas es que ha sido de un vertiginoso crecimiento como que en 1938 tenía 3.200 habitantes y hoy tiene una población cercana al medio millón. Por otra parte el POT de la ciudad establece que no podrá haber construcciones mayores a cinco pisos, disposición que no se ha cumplido al pie de la letra. Se asemeja en esto a Washington, ciudad que además de su linda arborización, no permite que las edificaciones, en altura, sean superiores  a la del Capitolio. En fin, la visita a Valledupar fue muy grata por la amabilidad de sus gentes, por su potencialidad  y fuera de eso, por la delicia de sus restaurantes con menú de animales da caza.

P. S. Hoy sábado estaremos festejando el triunfo de nuestro equipo en Brasil.