ALFONSO ORDUZ DUARTE | El Nuevo Siglo
Sábado, 4 de Febrero de 2012

¿Error o injusticia?

En varias oportunidades me he ocupado en el asunto de la toma del Palacio de Justicia, así como las consecuencias, no completamente analizadas, le ha traído al país este acto violento al cual el Estado tenía que responder con las armas. Ahora hemos vuelto a ocuparnos en este asunto a raíz de la sentencia que se acaba de citar en contra del coronel Plazas quien fuera el encargado de rescatar el símbolo de uno de los poderes públicos, amenazado en forma tan artera por quienes pretendían coartar y dirigir las acciones de la máxima autoridad de la justicia, suplantándola con las armas que amenazaron y asesinaron a lo más granado de la inteligencia colombiana.
Debemos tener fe en la justicia nuestra, pero también, con esa misma fe, reconocer los errores que se convierten en injusticias como es el caso de la sentencia que ha asombrado a toda la Nación. Viendo el tema sin las ataduras de los códigos, de la Constitución y de todos los demás marcos de acción que deben respetar quienes imparten justicia, hay que reconocer que algo en ella debe estar fallando y que pueden ser esas ataduras porque de lo contrario quienes inspiraron este atentado a la Nación han debido ser observados con lente semejante. No existe noticia, o por lo menos quien estas frases escribe no la tiene, sobre cuál ha sido la acción de nuestros jueces y tribunales sobre las personas que provocaron la invasión al sagrado recinto de la justicia a ajusticiar a los magistrados que prefirieron morir a plegarse a las motivaciones y exigencias de los rebeldes. Por el contrario, los inspiradores o responsables mediatos están disfrutando de las prerrogativas que el régimen que pretendieron derrocar por las armas les ha ofrecido. Ministros, alcaldes, gobernadores, parlamentarios, diputados, concejales, etc. gozan hoy de las mieles del poder. Bien parece que ese tendría que ser el precio de la paz, que todos nos perdonemos y sigamos con la frente en alto persiguiendo el bienestar colombiano. Pero para todos no ha habido la debida justicia. Quien fuera encargado de adelantar desde el punto de vista militar el rescate de la justicia, ahora ha sido condenado prácticamente a cadena perpetua y con esta condena se quiere continuar la fragmentación nacional. ¿En qué cabeza puede caber que el Ejército colombiano, por la condena injusta a uno de sus miembros deba pedir perdón o excusas al pueblo colombiano? Es de suponer que en las instancias que todavía debe sufrir este proceso impere la sensatez y la oscuridad con la cual se dictó la sentencia sea disipada y no se tenga que seguir teniendo fe en la justicia, pero que haya necesidad de reconocer sus errores que se traducen en injusticias.
No puedo dejar de expresar a la víctima del error convertido en injusticia la más viva voz de solidaridad de un ciudadano respetuoso de la ley y amante de la paz.