Se espera actitud severa
Nada fácil para el país los acontecimientos que se han venido presentando en los últimos días, digamos en el último mes. La disociación entre las tres ramas del poder público. El disgusto o desasosiego entre el poder ejecutivo y el judicial parece que está en camino de dejar a un lado las desavenencias que ha habido; no en otra forma puede entenderse el nombramiento de una muy distinguida y calificada jurista cuya carrera se ha hecho en el poder judicial. Su traslado al ejecutivo seguramente planteará en el seno del Gobierno las inquietudes de sus colegas de las cortes. Claro que el presidente Santos una vez posesionado se entendió y puso paz entre los dos poderes, la cual tuvo sus momentos de flaqueza con ocasión de la famosa reforma a la justicia la cual, afortunadamente, se logró detener. De esta acción salieron lesionados algunos intereses, particularmente los del poder legislativo que ha considerado que injustamente se le ha echado la culpa de este exabrupto que llevaba más de un año en estado de cocción después del cual, todos nos dimos por sorprendidos porque en cuestión de veinticuatro horas todo se vino al traste y las discusiones de los ocho debates quedaron en nada.
Fue un desperdicio de energías, de tiempo y de expectativas fallidas. Pero en fin, ese es el precio que se debe pagar en una democracia representativa como la que pretende ser Colombia. Escrito este comentario en víspera de la instalación del Congreso, se espera que Santos haga las precisiones del caso en su mensaje de instalación, que comiencen las acciones de reparación.
No se acababa de tener un respiro en ese frente de la actividad nacional, cuando se nos aparece la curiosa propuesta de los indígenas del Departamento del Cauca de, por medio de su gente suplantar a la autoridad legítima. Se quiere establecer una fragmentación del poder en donde nuestro Presidente elegido popularmente por tan amplia mayoría no tenga ni jurisdicción ni mando. ¿Cómo llamarían a esta propuesta los constitucionalistas? No es sino un golpe de estado de características sui géneris; el poder ejecutivo ha actuado con extremada cautela, arrojo y valentía. Santos sin la parafernalia a la cual nos tenían anteriormente acostumbrados, armado únicamente con el poder moral que le da el ser presidente de Colombia, se fue a tratar de convencer a los indígenas de que la obligación que él ha contraído con la Nación es el de hacer respetar la Constitución y la Ley. Así como los indígenas merecen el respeto y consideración por el hecho de pertenecer a etnias especiales reconocidas, deben entender que esa circunstancia no los excluye de ser ciudadanos de este país, el cual se ha dado parámetros de conducta colectiva, los cuales comienzan con el acatamiento a las normas de conducta y comportamiento aplicables a todos. Vapulear, ofender y humillar a los soldados cuyo único propósito es el de protegerlos con órdenes de no atacar a ciudadano alguno miembro de las colectividades indígenas, no es precisamente lo más acertado. Se espera actitud severa por parte del ejecutivo, con seguridad de que será respaldada por la ciudadanía.