Indudablemente la familia, base de la sociedad, en estas calendas se encuentra plena de nostalgia e incertidumbre; hemos pasado momentos difíciles para ese entorno tan importante a los sentimientos filiales. La pandemia que de improviso obligó un apresurado encierro, golpeó las usanzas y compromisos de ese núcleo, alimentado a través de los tiempos por costumbres tan tradicionales como la celebración de fechas representativas para la familia, pero el Covid-19 alteró una serie de relaciones, acercamientos y contactos que alimentan la fraternidad.
Quienes piensan que la pandemia nos tiene hostigados no se equivocan, no solo hostigados, sino cercados y su amenaza es permanente, con el riesgo que la costumbre, la amistad y el conocimiento nos incite a obrar, olvidando las recomendaciones de bioseguridad, e impulsados por miles de afectos, obremos con presteza y sin precaución frente a los amigos, conocidos y familiares en determinados momento de euforia. De esta situación nadie se puede sustraer pues hace parte de nuestro diario discurrir.
Lo anterior me direcciona concretamente a la Navidad y sus costumbres. Ya están listos y vestidos los árboles de navidad, el pesebre organizado y las novenas a la mano, demostración innegable de la llegada navideña. Pegunto, ¿cómo serán las habituales reuniones, las acostumbradas novenas, animadas por cantos y música improvisada, la natilla y los buñuelos, con la participación de toda la familia y algunos vecinos allegados? ¿Cómo será la cena de Navidad momento de recogimiento y amor fraternal, donde todos los familiares en franca reconciliación toman los alimentos en paz y armonía? ¿Y de los regalos que? Antes se colocaban de preferencia en el árbol para repartirlos la noche del 24 en medio de abrazos, besos, alegría y libaciones, ¿Ahora qué? ¿Será saludable enviarlos a las casa de nuestros familiares por correo, para luego recibir agradecimientos por teléfono o whatsapp? ¿Amarga navidad verdad?
No me quisiera referir al fin de año por no potenciar esa fecha, que tiene poco de alegría y mucho de nostalgia a más de aportar su momento de grandeza fraternal, tristes recuerdos y sensibilidad de cara al futuro. Por ello nos espera un desabrido fin de año.
Lo más prudente es atender las recomendaciones de las autoridades en la materia, hay quienes recomiendan celebrarlo en un ambiente familiar moderado, es decir solo entre las personas que comparten un mismo techo, entendiendo que ese núcleo está valorado permanentemente; en caso de contar con un espacio abierto, extenso y seguro, podrían las familias estudiar la posibilidad de visitarse en forma escalonada, es decir a diferentes horas, evitando congestiones. Se recomienda también recurrir a la tecnología para el tema de las novenas, apoyando los mayores en su operación virtual. Amarga navidad, pero con bioseguridad, autocuidado y mucho compromiso personal disfrutaremos un año mejor.