Esta semana, la escabrosa situación que atraviesa Medellín alrededor del turismo sexual, la trata de personas y tal vez la mayor de las condiciones de degradación humana, la prostitución infantil, generó muchos encuentros de conversación y cuestionamientos sobre la responsabilidad que nos atañe como sociedad a cada uno de nosotros.
En esas charlas, puntualmente sobre el caso de las niñas de 12 y 13 años y del pederasta estadounidense Timothy Alan Livingston, empezamos a analizar, en distintos foros y con distinta gente, la serie de eventos desafortunados que confluyeron y que hicieron que, al final, el agresor sexual se escapara impunemente de vuelta a Fort Lauderdale, como si fuese un turista cualquiera, después de cumplir con sus nauseabundas perversiones.
Las conversaciones, que como es obvio cuando se trata de temas sensibles pueden irse acalorando, terminaron con una constante de forma repetitiva: lo importante no es qué pasó con las niñas o qué vamos a hacer con la degradación social de la ciudad. Lo importante es que si usted osa criticar a Fico, si se atreve a cuestionar la gestión del gobierno actual, entonces usted es quinterista, petrista o a lo menos, un traidor. (Aplica para cualquiera de las capitales donde afortunadamente el inútil progresismo salió de la administración en las recientes elecciones regionales)
Lamentable que nuestra capacidad de análisis y de reflexión esté necesariamente constreñida por las ideologías y que los colores políticos nos impidan, como diría Álvaro Gómez Hurtado, ponernos de acuerdo en lo fundamental.
Y sí, decir que todo en este caso estuvo mal, no debería convertirnos en “infiltrados”. No todo admite interpretaciones condescendientes políticas y menos cuando estamos hablando de la vida y la integridad de miles de niñas y niños. A Medellín le salió muy mal el manejo de esta situación que ya hoy es una crisis y a Fico, en quien los paisas y gran parte del país tienen hoy puestas sus esperanzas, le salió peor.
Todo mal. La gente que camina alrededor del Poblado, viendo con normalidad que un cuarentón extranjero camine con dos niñas colombianas en la madrugada. El hotel Gotham, que en el mejor de los casos en un acto de negligencia o de absoluta estupidez dejó descubierta la entrada, aunque un par de horas antes Livingston había pretendido entrar con otras dos menores, sellado “simbólicamente” apenas 10 días. Las niñas de 12 y 13 años, que son la pieza más débil de esa cadena de trata, son las llamadas también a poner la denuncia por el acto sexual abusivo cuando para muchas de ellas, la prostitución ya se convirtió en su única forma de vida por temor o por estrategia de supervivencia. La policía, que acude al lugar de los hechos y encuentra al tipo con las dos niñas, no lo presenta a la Fiscalía y lo deja libre después de 12 horas porque no fue cogido en flagrancia, pese a que los encontraron en un jacuzzi con condones usados y marihuana. ¿Acaso ver a un extranjero de casi 40 años entrar con dos niñas a un hotel en la madrugada no es suficiente para tener una inferencia razonable de estar frente a un explotador sexual y con ello solicitar orden de captura y medida de aseguramiento? Migración ausente, muda. Tanto para los controles de entrada de estos personajes que a todas luces son sospechosos, como para la salida del país, que se dio tranquila y celerada. Un sistema perverso e inoperante.
Ahora pasemos a una verdad más incómoda, que no por pretender ignorarla deja de existir. No está bien que el deterioro social en Medellín haya crecido de forma tan devastadora y que solo reaccionemos cuando sucede un caso de esta magnitud, como si apenas antier nos hubieran prendido las luces sobre la realidad. No está bien que un gobierno que lleva ya 100 días en la administración esté dedicado al señalamiento de responsabilidades de su antecesor -que fue nefasto, no hay duda- y que apenas hasta ahora haya decidido tomar medidas de forma contundente y determinada frente al asunto. No está bien que mientras el país se estremecía con la noticia, Fico estuviera subiendo fotos de sus vacaciones en pantaloneta de baño en una playa, mostrando una absoluta desconexión con la realidad. No está bien que su poca pericia en comunicaciones y su falta de sentido de oportunidad lo tengan hoy convertido en un meme, cuando necesitamos un alcalde empoderado y con autoridad para dirigir la ciudad. No está bien su reacción tardía y su pretensión de cambiar las realidades a punta de decreto. No está bien.
Cierto es que el problema no lo creó Fico y que la ciudad llegó a esto por el resentimiento y la corruptela de Quintero, pero hoy Fico es el alcalde y es quien tiene que resolverlo. Para eso fue elegido. No tenemos tiempo ni vidas para arriesgar mientras nos distraemos viendo al “bacán” de campaña y oyendo discursos de cándida demagogia. No tenemos derecho a volver a arriesgar la ciudad, después de cuatro años de desgobierno.
Lo fácil, como es obvio, es empezar a encontrar excusas y a decir que es un problema que viene de hace tiempo; lo difícil es asumir responsabilidades y empezar a gobernar. Es mejor incomodar a tiempo.