ANDRÉS MOLANO-ROJAS | El Nuevo Siglo
Lunes, 11 de Marzo de 2013

Mito, realidad y deseo

 

Dice el sociólogo Mircea Eliade en su estudio sobre el pensamiento mítico que “El mito cuenta una historia sagrada; relata un acontecimiento que ha tenido lugar en el comienzo primordial, en el tiempo fabuloso de los comienzos”.  Los mitos, añade, son historias creadoras, verdaderas, ejemplares, siempre presentes -reactualizadas una y otra vez mediante el rito de evocarlas-, que testimonian una poderosa y excepcional irrupción de lo sagrado en el mundo cotidiano.

Lo anterior es perfectamente aplicable a los mitos políticos, y por supuesto, a la figura del comandante-presidente de Venezuela, Hugo Chávez, cuyo reciente fallecimiento parece sellar también su apoteosis, su transformación definitiva en héroe y su ingreso triunfal al panteón de redentores latinoamericanos.

En efecto, si ya en vida resultó ser una figura tan singularmente seductora -incluso para sus detractores, y tal vez especialmente para ellos- fue precisamente porque él mismo se encargó, palabra a palabra, gesto a gesto y símbolo tras símbolo, de ir muriendo como realidad mientras se reproducía como ilusión (como diría Jean Baudrillard).  Con su desaparición física, Chávez ha completado definitivamente el proceso, y de ahora en adelante encarnará -para muchos en Venezuela, América Latina, y en otros lugares dispersos por el mundo- el mito por excelencia: el de una promesa eternamente por cumplir.

Así, poco importará a la larga que su apuesta por lo social, en lugar de derrotar la pobreza, la haya convertido en forma de vida y de inclusión social por la vía del asistencialismo; o que su lucha por la emancipación haya conducido a aumentar la dependencia y la vulnerabilidad de Venezuela a una inédita red de clientelismo petrolero en la región, y al desastre económico de una nación en lo mejor de su bonanza.  Durante algún tiempo todavía van a ponderar algunos sus aportes a la integración latinoamericana,-aunque no haya hecho sino erosionar lo poco que había de ella, ya fuera en la CAN o en Mercosur sin ofrecer en realidad ninguna “alternativa”; y otros reivindicarán la forma en que plantó cara al “Imperio”, a despecho de que en la práctica su altisonante retórica haya logrado más bien poco si se la compara con otras estrategias de inserción internacional más inteligentes pero mucho menos vocingleras.

Los más exaltados dirán que Chávez cambió el curso de la historia.  Y cuando todo su proyecto político colapse estrepitosamente se consolarán pensando que si no hubiera muerto todo habría sido distinto.  Así es la fuerza de los mitos, qué fácilmente llevan a confundir la realidad con el deseo.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales