ANDRÉS MOLANO ROJAS* | El Nuevo Siglo
Domingo, 28 de Abril de 2013

De la herencia de Chávez

Como heredero de Hugo Chávez, Nicolás Maduro tendrá que validar su condición de sucesor en varios escenarios. Uno de ellos es el de la política exterior venezolana, que adquirió bajo el chavismo una dimensión sin precedentes. Esa política exterior fue determinada por varios factores:  el llamado “giro a la izquierda” de América Latina -del cual Chávez fungió como decano y líder autoproclamado-, el fallido golpe de 2002, y la bonanza petrolera. Sin estos factores no se puede entender la proyección venezolana en el plano internacional ni explicar las ambiciones ni los temores del régimen.

Como consecuencia de la experiencia traumática del golpe, alentado por la sucesiva elección de Lula, Kirchner, Morales, Bachelet, Correa y Ortega, y apalancado en el exponencial aumento de los precios del crudo, Chávez fue elaborando una política exterior basada en cuatro estrategias principales:  la búsqueda de un blindaje internacional que le sirviera de respaldo en caso de crisis, la adopción de un discurso contra hegemónico y revisionista, la construcción de una institucionalidad paralela, y la transformación del estatus de Venezuela en la escena internacional.

Estas estrategias se plasmaron en la construcción de redes clientelares (el Alba y Petrocaribe) orientadas a comprometer -a cambio de distintas prebendas y beneficios- la posición de varios Estados de la región en los foros multilaterales; en una polémica diplomacia de la agitación traducida en una sintonía disruptiva con países como Libia, Irán o Bielorrusia; en un esfuerzo por debilitar estructuralmente el sistema interamericano (en consonancia con los intereses brasileros por configurar una nueva arquitectura institucional regional); y en el ejercicio de un liderazgo esencialmente retórico -sin emulación alguna- pero intensamente visibilizado por los medios de comunicación.

¿Podrá Nicolás Maduro mantener ese legado? La crítica situación de la economía venezolana -y el empeño de muchos de los clientes de Venezuela por reducir su dependencia energética en momentos en los que además el precio del crudo parece tender a la baja-, la precaria legitimidad de su investidura -consecuencia del ajustado resultado de las elecciones y de su contestable posición en el propio chavismo-, y la perspectiva de una crisis de gobernabilidad agravada por un calendario electoral que juega en su contra, hacen previsible un escenario en el que los márgenes de maniobra de su política exterior podrían irse reduciendo paulatinamente.

Tampoco en esto, por lo tanto, Maduro será como Chávez.  Y también en este escenario se verá forzado a traicionar, tarde o temprano, el legado de su mentor, comprometiendo con ello su propio futuro con el fin, paradójicamente, de salvarlo.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales