ANDRÉS MOLANO ROJAS | El Nuevo Siglo
Lunes, 6 de Febrero de 2012

We’re gonna miss you

NO bastó la tenaz insistencia de las potencias occidentales, ni las conversaciones informales en los pasillos de la Conferencia de Seguridad de Múnich.  Tampoco la firme postura de la Liga Árabe -paradójica coprotagonista de la “Primavera” que hace un año recorre esa parte del mundo-, ni la redacción edulcorada del borrador de resolución que finalmente estuvo en consideración. Ni mucho menos la abundante evidencia de que el régimen de Bachar Al Asad no es hoy más que una máquina feroz de represión que opera mediante la arbitrariedad y la masacre, mientras el país se hunde en la guerra civil. A pesar de todo esto, Rusia y China resolvieron bloquear la acción del Consejo de Seguridad y se pusieron, contra y Siria y contra el mundo, del lado equivocado de la historia.
Así lo dijo el embajador británico en Naciones Unidas, y tiene razón.  La suerte de Al Asad está echada, y tarde o temprano habrá un cambio de régimen, gústele al Kremlin o no.  La cuestión es qué tan estrepitosamente -es decir, a costa de cuántas muertes más de civiles inocentes, a costa de cuánta más destrucción- va a producirse.  Algo que por supuesto poco le importa a los chinos, no obstante sus malabarismos retóricos. Porque lo que les preocupa en verdad, es que se vaya a sentar un precedente que en  el futuro juegue en su contra.
Digan lo que digan, el doble veto de Rusia y China no evitará que aumente la turbulencia ni salvará vida alguna en Homs ni en Damasco.  La neutralidad que invocan, la paciencia a la que invitan, la solución política que propugnan dientes para afuera, no es más que el recetario de un viejo y consabido pacto con el diablo.
Para rematar está previsto que esta misma semana visite a Al Asad una delegación rusa de alto nivel.  Bonita forma de no intervenir, de no tomar partido.  Bonita solución la de darle al tirano un espaldarazo.
Este episodio hace casi añorar el breve momento unipolar que siguió a la terminación de la Guerra Fría y el colapso soviético. Con todos sus defectos, pareciera preferible a lo que promete ser el mundo multipolar “post-estadounidense” que a algunos tanto ilusiona: un mundo en el que las potencias emergentes aspiran a ejercer todos los derechos y privilegios derivados de su estatus, mientras evaden todas sus responsabilidades. Y ante esa perspectiva, casi dan ganas de decir, como en la canción: Estados Unidos, we’re gonna miss you when you’re gone.