PRI-ocupaciones
La terminación del monopolio del poder por parte del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México, al despuntar el siglo XXI, fue resultado de la conjunción de diversos factores. Entre ellos se cuenta el impacto que tuvo la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con EE.UU. y Canadá en el perverso maridaje existente entre el Estado priísta y el sector empresarial. Pero también al hecho de que al menos dos constantes del priísmo dejaron de repetirse: la concurrencia en la persona del Presidente tanto de la jefatura del Estado y el Gobierno como la del propio partido, y el control por parte del PRI, simultáneamente, del Congreso mexicano, lo que en la práctica convertía al Presidente en jefe político del Legislativo.
En términos de consolidación democrática, la elección de Enrique Peña Nieto como presidente tiene su cara positiva. La alternancia de los partidos en el poder es síntoma de buena salud democrática. Habría sido lamentable que 12 años de gobierno del Partido de Acción Nacional (PAN) hubieran conducido simplemente a sustituir el priísmo por una suerte de “panismo” de igual o peor calaña.
Sin embargo, el retorno del PRI al poder -a pesar de que no tendrá el control del Congreso como antaño- genera toda suerte de preocupaciones.
En primer lugar porque el núcleo germinal del priísmo, la cultura política que cristalizó durante 70 años y que se manifiesta en diversas formas de corrupción, clientelismo y nepotismo, permanece incólume en los distintos niveles de la administración pública. La tentación de aprovechar el sexenio para recuperar los fueros perdidos es grande, y en la nómina del victorioso PRI campean sin pudor varios nombres verdaderamente impresentables.
En segundo lugar, porque la propia figura de Peña Nieto inspira todo tipo de dudas. Sus lamentables salidas en falso en plena campaña, o su precario dominio del inglés, son sólo la caricatura de lo que para muchos es su tremenda incompetencia y escaso liderazgo. Algo que ahora mismo México no puede darse el lujo de sufragar.
Pero ante todo preocupa la posibilidad de que el retorno del PRI al poder implique también el restablecimiento de esa entente cordiale entre el establecimiento político y los carteles de la droga, que durante tantos años les permitió a estos medrar y a aquel beneficiarse del crimen organizado, con arreglo a un perverso pacto social que es, en el fondo, la causa primera de la violencia que hoy ensombrece el presente y el porvenir de los mexicanos.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales