El expresidente Andrés Pastrana ha sido, sin discusión, un Hombre de Paz, en su vida pública y privada; un colombiano como somos la mayoría que jamás hemos cargado un rifle, una metralleta, un revólver, enterrado una mina antipersonal, ni, mucho menos, hemos asesinado u ordenado asesinar a nadie; colombianos que jamás hemos secuestrado, torturado, violado o extorsionado, respetuosos de la ley, la vida, la honra de nuestros compatriotas.
Andrés Pastrana es un Hombre de Paz, con mayúscula, quien durante su presidencia se jugó su prestigio político tratando de llegar a un acuerdo de paz con las Farc y su jefe, Manuel Marulanda, el sanguinario “Tirofijo”, quien dejó la silla de la paz vacía y a una nación entera, ansiosa de paz, desconsolada.
Sus esfuerzos, que muchos criticaron y aún critican, serán reconocidos por la historia cuando el tiempo y los intereses políticos de estos años permitan analizarlos desde perspectivas más objetivas.
Pero, nadie puede negar que esos esfuerzos de paz fueron valiosos. Mostraron al mundo a un “Tirofijo” irracional, intoxicado con su poder, de espaldas a la paz, a pesar de cuanto Pastrana le ofrecía con tan buena voluntad. Finalmente, el mundo calificó a las Farc como peligrosos terroristas.
La modernización del ejército durante el gobierno de Pastrana, coordinada por su ministro de defensa, Rodrigo Lloreda, dio paso a una fuerza más preparada, más profesional y mejor armada. Esto permitió más adelante al presidente Álvaro Uribe llevar a cabo su exitosa campaña de Seguridad Democrática con la cual arrinconó a los narcoterroristas que amenazaban con tomarse el país.
Como expresidente, Pastrana no ha descansado en su defensa de la democracia y la libertad. Valerosamente ha enfrentado a gobiernos autócratas, dictatoriales, que amenazan con destruir a países latinoamericanos como Venezuela, Nicaragua y la Argentina de los Kirchner.
Hoy este demócrata integral es denunciado por Gustavo Petro por haberlo llamado asesino. Pregunto: ¿cómo más se llama a un hombre que desde su juventud empuño un fusil y se fue a la selva a formar parte de un grupo guerrillero causante de tantas muertes de civiles y militares; alguien que participó y quizá ordenó ataques contra soldados y poblaciones civiles, que fue carcelero de secuestrados, con tal sevicia que lo apodaron “comandante caca”.
Hoy a Petro le han lavado la cara, la imagen, la hoja de vida. Hoy se presenta como un redentor. Pero su pasado criminal es imborrable. Tampoco en su vida privada ha habido paz, eso se ve en sus múltiples relaciones y conflictos sentimentales. Eso hace parte de sus discursos cuando azuza a colombianos contra colombianos, cuando sus palabras escupen odio y división y amenazan con destruir lo construido con tanto esfuerzo.
Como sería Colombia sí en vez de décadas de guerra contra guerrilleros como Petro hubiéramos tenido paz. ¿Cuántas muertes, desplazamientos, masacres, nos habríamos ahorrado? ¡Cuánto dolor Petro y sus iguales esparcieron por Colombia!
Claro, que el país tenía que cambiar, ser más justo, equitativo, incluyente, pero se habría podido hacer por el camino de la paz, como se trató de hacer con la Constitución del 91.
Lo que Petro quiere es silenciar a Pastrana y a la prensa libre quienes pretenden detener a personas como él, aquellos que portaron armas en sus manos y hoy, odio en el corazón.