En 2023 se cumplen 75 años de varios acontecimientos que, por su significado histórico y por su impronta en la política internacional, merecería la pena no sólo evocar, sino revisitar, por lo que quizá tienen que decir sobre el presente y sobre los años por venir. La historia -dice el adagio- es la maestra de la vida. Pero es mejor no hacerse ilusiones: la humanidad es muy mala discípula; ni que decir tiene los líderes políticos, cuyo ausentismo en esta materia es hábito extendido.
Serán los 75 años de la implementación del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, piedra angular del régimen internacional de comercio y precursor de la Organización Mundial del Comercio. No cabe duda de que la expansión sin precedentes del comercio ha jugado un papel crucial en el crecimiento económico y el progreso social. Tampoco cabe duda de que, contra el telón de fondo pospandémico, agravado por la guerra en Ucrania, el sombrío panorama económico, y las tensiones comerciales entre las principales potencias económicas -que en algunos casos merecen la etiqueta de “guerras comerciales”-, el comercio mundial se encuentra en una encrucijada.
Ante la perspectiva de una “desglobalización” -cualquiera que sea su magnitud- o de una transformación en la globalización, está claro que será necesario repensar las reglas y las prácticas del comercio internacional, no sólo para aprovechar las oportunidades que sólo el comercio más amplio y libre puede ofrecer, sino para vincularlas al logro de otros propósitos de los que ha devenido indisociable.
Serán los 75 años de la creación de la Organización Mundial de la Salud, que acaba de enfrentar la más difícil prueba a raíz de la pandemia de covid-19, y que lidia con sus propias cicatrices inmunológicas, en cuanto a su credibilidad, su capacidad, su eficacia, y su sostenibilidad financiera. Cicatrices que será necesario restañar de cara a una próxima crisis -más que probable-, que podría tener su fuente en algún episodio zoonótico, en la resistencia a los antibióticos, o como efecto secundario del cambio climático. No se puede negar la contribución de la OMS a la salud en el mundo. Pero tampoco se puede negar la patología que la aqueja, y es imprescindible una intervención terapéutica antes de que sea demasiado tarde.
Serán los 75 años de la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y de las sentencias proferidas por el Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente contra los criminales de guerra japoneses. Una conmemoración que coincide con el deterioro de la libertad y el retroceso de la democracia en el mundo, por un lado, y por la constatación aterradora de las execrables atrocidades cometidas en Ucrania al fragor de una guerra que, muy probablemente, cumplirá su primer año cebándose con las víctimas de la insensatez y la desmesura de Putin.
Serán también los 75 años de la Carta de la OEA. Una ocasión propicia para recordar que Alberto Lleras Camargo, su primer secretario general, advirtió una vez que la organización sería lo que los gobiernos hicieran de ella.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales