Imagínese un árbol frondoso que tiene 7 raíces, otras tantas ramas, cuatro frutos jugosos y un tronco lo suficientemente robusto como para transmitir, por analogía, una visión de país.
Abonado constantemente por los principios constitutivos de la identidad colombiana, libertad y orden, hunde sus raíces en el maltrecho tejido social colombiano que anhela recuperarse prontamente de tanta resequedad y maltrato.
Se trata del interesante diseño político de Iván Duque que he podido encontrar en su libro "IndignAcción -Ideas para la Colombia del futuro", un ejercicio de reconstrucción nacional a partir de la idea de que la acción colectiva y la programación participativa pueden convertirse en una auténtica hoja de ruta política.
Construida desde la base mediante múltiples foros ciudadanos, la estructura aparece como el fruto de centenares de iniciativas ciudadanas amalgamadas por un catálogo ideológico refrescante en el que se perciben republicanismo, liberalismo horizontal y seguridad compartida.
Con una lógica basada en liberar el talento mediante apoyos institucionales efectivos, una dinámica como esta supone bases sólidas (raíces) suficientemente razonadas como para no caer en la descontextualización histórica propia de aquellos proyectos políticos basados en un simple "país imaginado".
Con la educación para el capital humano en el centro de aquellos cimientos, la seguridad cobra pleno sentido porque se traduce en legalidad-y-legitimidad, una pareja conceptual que permite entender cómo es que Colombia no puede correr el riesgo de caer en modelos fracasados como los que todavía se ventilan al amparo del marxismo-leninismo.
En la práctica, este aparato ideológico de color naranja (emprendimiento, innovación y sostenibilidad) enfrenta, con particular sensibilidad, la urgencia de que el país vuelva a confiar en el imperio de la ley, en que el crimen no será recompensado y que, bajo ninguna circunstancia, la violencia será admitida como una metodología políticamente rentable bajo la falacia de que "todo es negociable".
De tal modo, la estrategia en cuestión no titubea al plantear el robustecimiento de las operaciones especiales de la Fuerza Pública contra el crimen transnacional organizado, la prohibición de que el narcotráfico se considere delito político conexo, la obligatoriedad de la erradicación y sustitución de cultivos ilícitos y el máximo refuerzo de las fronteras y las zonas críticas con tecnologías de punta en seguridad y defensa.
En resumen, la indignación transformada en acción. Acción decisiva para reconstruir el país devolviéndole la confianza al ciudadano, negándose a transigir con el crimen y potenciando y premiando la creatividad, la competitividad y el emprendimiento.