Es apenas normal que los gobernantes se sientan dueños de los estados que les encomendaron manejar; y que quienes los asesoran construyan unos asfixiantes muros que los separan de quienes fueron sus amigos, confidentes y correligionarios. Estadistas, regentes y reyes caen las garras de melifluos y amanuenses. Hay otros más dañinos que a distancia ordenan, influyen y reprenden.
El poder y la ambición deslumbran, a tal punto que conducen a los más vigorosos e imperiales a cometer crasos errores que los alejan y aíslan de quienes fueron por años de los años sus amigos, confidentes, aliados, partidarios y rumberos. De esos que a nada aspiran y que no están tras las migajas que ofrece el poder, porque solo aportan generosidad, lealtad y consejos honestos.
Esta última senda puede ser el escalón que anhela el elector pensante. Ese que creyó en las promesas, en las reales intenciones y en la pulcritud de quien llega a la cúspide del poder. Conjugando estos propósitos puede un líder alcanzar la perfección de los mandatos que permiten a los pueblos el progreso, la paz y la felicidad.
Así se rompen las odiosas asfixiantes camarillas que cambian rumbos y programas íntegros y que fabrican falsos derroteros, inquinas, desorientaciones y corrupción.
Colombia es un país que quiere salir de la encrucijada que la tiene al borde de la destrucción y de caer en las redes y telarañas de quienes conforman camarillas que diezman la confianza y las ilusiones de un pueblo que lucha para rubricar la paz sin calificativos, los asesinatos de líderes, los grupos armados que secuestran, extorsionan, utilizan motosierras y se lucran del narcotráfico.
Colombia es de todos como lo dijo el Presidente Duque. De quienes votaron por él y de quienes lo hicieron por otros caudillos. Por ello, fastidió la postura de su Procuradora, cuando habló de “nuestro gobierno”. Ella, más que nadie, tiene que saber que su cargo es para toda Colombia, no para una camarilla y que el mandatario es de todos los compatriotas, no de la “ciudadanía que salió a votar verraca” contra la paz o a favor de Duque.
Esa la razón para que se imponga el propósito gubernamental de fortalecer cada vez más la hegemonía uribista y solo uribista. Así se impide que ingente cantidad de colombianos pensantes, idóneos, competentes, honestos y leales, puedan llegar al gobierno. El odio y los árboles, no permiten ver el bosque. Imposible que un presidente joven, se deje llevar por esas ideas y prive a su patria de gente tan capaz y que con voluntad y firmeza pueden modificar el concepto que, según las encuestas, se tiene de su gobierno. Es posible que esta pandemia haga que las cosas cambien y que las supuestas vacunas cambien rumbos y propósitos alejados de lo que acosan las asfixiantes camarillas.
BLANCO: Las vacunas que empiezan el 20.
NEGRO: La nómina del Emisor.